Benedicto XVI visita de forma privada el Sagrario de las Fosas Ardeatina en donde
se perpetró la matanza llevada a cabo por las tropas de ocupación de la Alemania nazi
el 24 de marzo de 1944
Domingo, 27 marz (RV).- Esta mañana, acogiendo con gratitud y aprecio la invitación
de la Asociación Nacional de las Familias Italianas de los Mártires caídos por la
libertad de la Patria, Benedicto XVI salió del Vaticano, para visitar de forma privada
el Sagrario de las Fosas Ardeatinas. Lugar donde se perpetró la matanza llevada a
cabo por las tropas de ocupación de la Alemania nazi, en Roma en la que fueron asesinados
335 civiles y militares italianos, como acto de represalia por la muerte de 33 soldados
alemanes, en un ataque de partisanos italianos, que había tenido lugar el día anterior
en la calle Rasella.
Peregrinando a este lugar querido para todos los italianos,
en particular para el pueblo romano - después de detenerse en oración ante las tumbas
de los caídos - el Papa pronunció unas palabras de saludo dirigiéndose a los presentes
en esta visita, entre ellos, al Cardenal Vicario, al Rabino Jefe de Roma, y, en especial,
a los familiares de las víctimas.
«Creo en Dios y en Italia, creo en la resurrección
de los mártires y de los héroes, creo en el renacer de la patria y en la libertad
del pueblo». Benedicto XVI citó estas palabras escritas en la pared de una celda de
tortura, en Roma, durante la ocupación nazi, calificándolas de testamento de una persona
desconocida, prisionera en ese lugar, que «demuestran que el espíritu humano queda
libre aun en las condiciones más duras».
Señalando el 150 aniversario de la
unidad de Italia, que se celebra este año, el Obispo de Roma destacó que ese «creo
en Dios y en Italia» afirma la primacía de la fe, como manantial de confianza y esperanza
para esta nación y su futuro. Luego evocó con conmoción la violencia perpetrada hace
67 años, rindiendo homenaje a las víctimas:
«Lo que ocurrió aquí el 24 de
marzo de 1944 es una ofensa gravísima a Dios, porque es violencia deliberada del hombre
contra el hombre. Es el efecto más execrable de la guerra, de toda guerra, mientras
que Dios es vida, paz y comunión. Como mis predecesores, vengo aquí a rezar y renovar
la memoria. A invocar la divina Misericordia, la única que puede colmar los vacíos,
las vorágines abiertas por los hombres cuando, empujados por la ciega violencia, reniegan
su dignidad de hijos de Dios y hermanos entre ellos. Yo también, como Obispo de Roma,
ciudad consagrada por la sangre de los mártires del Evangelio del Amor, vengo a rendir
homenaje a estos hermanos, asesinados a poca distancia de las antiguas catacumbas»
Haciendo hincapié
en los lazos entre fe y amor a la patria y reiterando que todo hombre está llamado
a realizar su propia dignidad - testimoniando aquella verdad que reconoce con su propia
conciencia - el Santo Padre hizo resonar otro vibrante testimonio:
«Otro
testimonio que me impactó es el que se encontró justo aquí, en las Fosas Ardeatinas.
Una hoja de papel en la que un caído escribió: Dios mío Padre grande, te rogamos que
puedas proteger a los judíos de las bárbaras persecuciones. 1 Padre Nuestro, 10 Ave
Marías, 1 Gloria al Padre’. En aquel momento tan trágico e inhumano, en el corazón
de esa persona surgió la invocación más alta: Dios mío Padre grande ¡Padre de todos!»
«Como en los
labios de Jesús, muriendo en la cruz: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu».
Evocando las palabras de Nuestro Señor, el Papa, subrayó una vez más la importancia
de rechazar el mal y de aceptar a Dios Amor y Padre de la humanidad:
«En
el nombre Padre está la garantía segura de la esperanza, la posibilidad de un futuro
distinto, libre de odios y venganzas, un futuro de libertad y de fraternidad, para
Roma, Italia, Europa, el mundo. Sí, por doquier, en cada continente, a cualquier pueblo
pertenezca, el hombre es hijo de aquel Padre que está en los cielos. Es hermano de
todos en humanidad. Pero ser hijo y hermano no es algo descontado. Lo demuestran,
lamentablemente, también las Fosas Ardeatinas. Hay que quererlo, hay que decir ‘sí’
al bien y ‘no’ al mal. Hay que creer en el Dios del amor y de la vida. Y rechazar
toda otra falsa imagen divina, que traiciona su santo Nombre y, por tanto, traiciona
al hombre, hecho a su imagen»
Benedicto
XVI culminó sus intensas y emocionadas palabras invocando la paz para la familia humana:
«En
este lugar, doloroso memorial del mal más horrendo, la respuesta más verdadera es
la de tomarse de la mano, como hermanos y decir: Padre nuestro, nosotros creemos en
Ti y con la fuerza de tu amor queremos caminar juntos, en paz, en Roma, en Italia,
en Europa y en el mundo entero. Amén»
A su llegada
a las Fosas Ardeatinas, el Papa había sido acogido por el Cardenal Vicario Agostino
Vallino; el Cardenal Andrea Lanza di Montezemolo, cuyo padre fue de una de las víctimas;
el general Vittorio Barbato, Comisario General para los homenajes a los caídos en
la guerra; el director de este Mausoleo, y la señora Rosina Stame, presidenta de Asociación
Nacional de las Familias Italianas de los Mártires caídos por la libertad de la Patria
y por el Rabino Jefe de la Comunidad Judía de Roma, Riccardo Di Segni. Después de
un homenaje floral ante la lápida que recuerda la matanza, el Santo Padre entró al
Sagrario y de rodillas se detuvo en oración ante las tumbas.
Luego el Rabino
Jefe de Roma rezó en hebreo el Salmo 129 ‘De profundis’ y el Santo Padre rezó el Salmo
23, «El Buen Pastor», y una Oración.
«Oh Dios, Padre misericordioso, te
agradecemos por habernos donado a tu Hijo Jesús, Pastor Bueno, que dio su vida por
nosotros. Con su muerte y resurrección Él nos liberó de la esclavitud del
pecado y nos abrió el pasaje a la vida eterna. Te rogamos por nuestros
hermanos que en este lugar fueron asesinados sin piedad: Concédeles que
gocen por siempre de la luz y la paz de tu Reino. Te lo rogamos por Cristo
nuestro Señor. Amén»
Saliendo
del Monumento Benedicto XVI firmó en el Libro de visitas, escribiendo en latín «Ningún
mal temeré, pues estás Tú junto a mí», frase tomada del Salmo 23. Recordamos que
Benedicto XVI es el tercer Papa que visita las Fosas Ardeatinas, rezando ante las
tumbas de las víctimas. El Siervo de Dios Pablo VI estuvo el 12 de septiembre de1965
y el Venerable Juan Pablo II el 21 marzo de 1982.