Conferencia en el ateneo Regina Apostolorum sobre Juan Pablo II
Jueves, 17 mar (RV).- En el marco de las numerosas iniciativas que se realizan en
todo el mundo ante la próxima beatificación de Juan Pablo II, el postulador de la
causa, Mons. Slawomir Oder, intervino en días pasados en un encuentro celebrado en
el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma, titulado «El secreto y la esencia
de la santidad de Juan Pablo II». Alessandro Gisotti le preguntó a Mons. Oder, con
cuáles sentimientos se está preparando para el gran evento del 1 de mayo:
«Sin duda, ante
todo a nivel humano, se trata de una gran emoción. Para mí, la causa de beatificación
de Juan Pablo II ha sido una aventura espiritual que me ha marcado y que es una cesura
en mi vida. Por lo que saber que he podido contribuir a la realización de esta realidad
extraordinaria, que hemos llegado a este momento, me da un sentido de profunda alegría
y gratitud al Señor».
El postulador de la causa de beatificación de Juan
Pablo II destaca, en particular, uno de los numerosos aspectos que más le han impactado
en estos años, en los que ha podido seguir tan de cerca la figura del futuro beato:
«Seguramente su
espiritualidad, su modo de rezar y de ser. Lo que más impacta de la figura de Juan
Pablo II es su vida espiritual. Una expresión que lo define muy bien es la de ‘hombre
de Dios’, ‘hombre de oración’. Éste es un aspecto que llevaré siempre en mi corazón.
Un tesoro para mí y mi sacerdocio. Luego, el proceso implica también encuentros con
las personas que escriben sus testimonios y que participan en la causa. En estos casos,
lo que más me ha marcado es la cercanía de este gran hombre de Dios – este gran místico,
podemos decir – en la vida de tanta gente. Él entró en nuestros corazones, en nuestras
familias, y allí permanece. El cariño que se percibe en los testimonios que siguen
llegando a la postulación ayuda a comprender que el Papa Wojtyla es una persona viva
en nuestros corazones y sentimientos».
Mons. Oder hizo hincapié también
en los grupos de oración que se han ido multiplicando en todo el mundo y que acompañan
este proceso desde el primer momento:
«Sí. Prácticamente
desde el comienzo, enseguida después de la muerte de Juan Pablo II, empezaron a surgir
de forma espontánea los primeros grupos de oración en varias partes del mundo. Hoy,
son tantos en varios continentes, como se ve en la página web de la postulación. Son
realidades que abarcan movimientos espirituales nacidos espontáneamente, grupos familiares
y de amigos que se reúnen y rezan».
La conferencia desarrollada en el ateneo
Regina Apostolorum tenía como título «El secreto y la esencia de la santidad de Juan
Pablo II», el postulador subraya las dificultades de sintetizar la figura y carisma
espiritual de Karol Wojtyla:
«Efectivamente,
es imposible presentar con una frase – o con una conferencia – un cuadro completo
de este personaje. Pero lo que caracteriza la figura de Juan Pablo II, como emerge
en los papeles del proceso de beatificación, son dos dimensiones. Su dimensión de
hombre de oración y de hombre de Dios y la de su ansia apostólica, su ser misionero
de Cristo. Ambas se acomunan en Cristo. De verdad le apremiaba la caridad de Cristo
y lo impulsaba a llevar al Señor por doquier. Amaba al Señor porque se sentía amado
por el Señor, por lo que no podía dejar de responder con su profunda vida espiritual
y la apertura de su corazón hacia el mundo».
Poniendo de relieve el inquebrantable
mensaje de esperanza de Juan Pablo II, Mons. Oder afirmó también que esta anhelada
beatificación suscitará grandes frutos:
«En los años de
este proceso, he tenido la neta sensación de que en realidad ha sido el Señor el que
lo ha conducido. Él estableció sus tiempos y pasos, a menudo sorprendentes y asombrosos.
Estoy convencido de que el Señor, a través de la bondad del mensaje de Juan Pablo
II, podrá sembrar en los corazones de tantas personas muchos frutos espirituales.
Lo que ciertamente será un elemento común, como espero y anhelo, es el impulso de
la esperanza, la renovada esperanza de la que Juan Pablo II ha sido llamado y ‘es’
testigo. La esperanza que el mundo no da, sino que la da sólo la amistad con el Señor,
con Cristo».