En su mensaje al presidente de la República con ocasión del 150 aniversario de la
unidad de Italia, el Papa subraya que “la identidad italiana está enraizada en la
tradición católica”
Miércoles, 16 mar (RV).- El secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, ha entregado
esta mañana al presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, un mensaje
de felicitación del Papa con motivo del 150 aniversario de la unificación política
de Italia. El mensaje es una reflexión densa y de gran calado sobre el papel del cristianismo
y de la Iglesia en la historia de la nación italiana. El proceso de unificación política
en el siglo XIX es, de hecho “el principio de la formación de una identidad nacional
a la que el cristianismo ha contribuido de manera fundamental desde la Edad Media
con la educación, la cultura, el arte, la santidad de las personas como San Francisco
y Santa Catalina de Siena”. “Una profunda identidad que persiste todavía hoy”.
“Incluso
durante el Risorgimento, aunque fue considerado a menudo como movimiento contrario
a la Iglesia y la religión, -escribe el Papa- no faltó una importante contribución
de los católicos en la formación del estado unificado. El Pontífice no evita abordar
el delicado tema de la "cuestión romana" y sus "efectos lacerantes en la conciencia
individual y colectiva de los católicos italianos", pero insiste en que "no hubo ningún
conflicto en el cuerpo social, marcado por una profunda amistad entre las comunidad
civil y la comunidad eclesial", porque -explica el Santo Padre- "la identidad nacional
de los italianos, tan fuertemente arraigada en las tradiciones católicas, constituyó
la base más sólida de la conquistada unidad política", y en el cuerpo social "la fe
y la nacionalidad no entraron en conflicto”.
La Conciliación, con la firma
de los Pactos Lateranenses en 1929, abre para el papado una nueva época, más fructífera
del ministerio universal. El Papa recuerda asimismo la contribución fundamental de
los católicos italianos en la elaboración de la nueva Constitución republicana de
1947, que comienza con un importante compromiso de los católicos en la vida política,
sindical, económica, social, con ejemplos brillantes de "absoluta lealtad al Estado
"y de "dedicación al bien común ", hasta el testimonio de la sangre durante los años
del terrorismo.
La fase actual de las relaciones entre Iglesia y Estado se
inicia con la firma de la revisión del Concordato en 1984, que - como afirmaba Juan
Pablo II - tiene en cuenta la situación actual de Italia", caracterizada por la libre
competencia de ideas y pluralista articulación de diferentes sistemas sociales, "pero
que asimismo busca promover" la unidad profunda de los ideales y sentimientos, para
que todos los italianos se sienten hermanos en el mismo país. "Los principios que
guían las relaciones entre la Iglesia y la comunidad política en Italia son los de
la correcta distinción de ámbitos y de recíproca colaboración.
El mensaje del
Papa concluye con un agradecimiento a Italia por el modo cómo a lo largo de la historia
de la nación ha vivido esta "carga" y "privilegio", a la vez, de alojar en Roma la
sede del Sucesor de Pedro, centro de la cristiandad. La comunidad nacional ha respondido
a esta situación con afecto, solidaridad y ayuda a la Sede Apostólica para que pudiera
cumplir su misión espiritual en Roma, en Italia y en todo el mundo. También el Estado
italiano ofrece a la Santa Sede una valiosa y sincera cooperación. El Papa desea que
el pueblo italiano esté siempre guiado por la luz de la fe, fuente de esperanza y
de compromiso por la libertad, la justicia y la paz.