Audiencia general: al inicio de Cuaresma el Papa subraya este tiempo de conversión
caracterizado por la limosna, la oración y el ayuno que, junto a la comida, comprende
otras formas de privación para vivir de forma más sobria
Miércoles, 9 mar (RV).- «Las privaciones y la sobriedad son el signo exterior de nuestra
renuncia al mal y de nuestra hambre de la Palabra de Dios. Y la caridad santifica
el ayuno». En este día en que la Iglesia celebra el Miércoles de Ceniza - dando comienzo
al camino cuaresmal que culmina en la Resurrección de Cristo - Benedicto XVI ha celebrado
esta mañana su audiencia general, reiterando su Mensaje para la Cuaresma de este año
y haciendo hincapié en su catequesis en que «la limosna y el ayuno son como las dos
alas de la oración». Evocando a san Agustín y a los padres de la Iglesia, el Papa
ha destacado que estas tres prácticas piadosas están estrechamente entrelazadas entre
sí y ayudan a nuestro corazón «a volar y a buscar las cosas del Cielo, donde Cristo
ha preparado un lugar para nosotros».
Tras recordar que la vida del cristiano
es un constante camino de conversión y de renovación en compañía de nuestro Señor,
el Papa ha evocado la tradición de la Iglesia, que sabiendo que a nuestra fragilidad
humana le cuesta favorecer el silencio, para poder permanecer ante Dios, nos invita
a meditar - en particular este año, en las lecturas dominicales - sobre la gracia
del Bautismo. Son una espléndida catequesis, que nos exhorta a renovar nuestra fidelidad
a Dios - conscientes de nuestra condición de criaturas y de pecadores necesitados
de su amor - y a abandonar nuestras seguridades humanas para confiar totalmente en
Él. Una vez más, Benedicto XVI ha reiterado que por medio del Bautismo, pasamos de
las tinieblas del mal a la luz de Cristo, volviéndonos hijos de Dios, llamados a vivir
del Espíritu del Resucitado.
Éstas han sido las palabras que Benedicto XVI
ha dirigido a los peregrinos de lengua española, saludando y resumiendo su catequesis:
Queridos
hermanos y hermanas: Con la imposición de la ceniza, damos inicio al tiempo
de Cuaresma, un autentico itinerario espiritual que nos prepara para celebrar el misterio
pascual de Cristo. La ceniza nos recuerda nuestra condición de criaturas, al mismo
tiempo que se nos invita a la penitencia y la conversión, para que, tomando la cruz
de cada día, sigamos al Señor, y lleguemos así con Él a la victoria de la vida y del
amor. En la acción litúrgica, Cristo se hace presente por medio del Espíritu Santo,
nos introduce en su escuela, nos permite recorrer los eventos que han traído la salvación
y nos hace participar en su muerte y resurrección. Los domingos de Cuaresma guían
al creyente a reavivar el don del Bautismo con unas catequesis particularmente sugestivas,
en las que se anuncian las exigencias y los esfuerzos que están en la base de la vida
cristiana, para renovar la opción definitiva por Dios. Este itinerario cuaresmal está
también caracterizado en la tradición de la Iglesia por el ayuno, la limosna y la
oración, como prácticas externas que, con la ayuda de Dios, deben dar vida a una realidad
interior: nuestro compromiso sincero por vivir el Evangelio.
Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes
de España, México, Chile y otros países latinoamericanos. Queridos amigos, en este
camino cuaresmal, os invito a acoger la invitación de Cristo a seguirlo de un modo
más decidido y coherente, renovando la gracia y los compromisos bautismales, para
que revistiéndoos de Cristo, podáis llegar renovados a la Pascua y decir con san Pablo
“vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Deseo a todos un
santa Cuaresma.
También en sus acostumbrados saludos a los jóvenes, a
los enfermos y a los recién casados, el Santo Padre ha deseado que «el tiempo cuaresmal
que empezamos hoy conduzca a cada uno a un conocimiento cada vez más íntimo de Cristo»,
para poder percibir sus mismos sentimientos y vivir cada momento en comunión con Él.