En el Ángelus el Papa, ante la trágica muerte en Roma de 4 niños gitanos, reflexiona
si una sociedad más cristiana no hubiera podido evitar este trágico suceso
Domingo, 13 feb (RV).- Benedicto XVI como cada domingo o día festivo se ha asomado
a la ventana de su estudio del palacio Apostólico para rezar la oración mariana del
Ángelus con los fieles romanos y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
También este domingo, el Santo Padre ha reflexionado sobre el Evangelio de hoy que
prosigue al denominado “Sermón de la montaña”. Después de las bienaventuranzas, que
son su programa de vida, ha dicho Benedicto XVI, Jesús proclama la nueva Ley, su Torah,
como la llaman nuestros hermanos judíos.
Efectivamente, el Mesías, a su venida,
hubiera debido traer también la revelación definitiva de la Ley, y es precisamente
eso lo que Jesús declara: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Y, dirigiéndose a sus discípulos añade:
“Si vuestra justicia no es mejor que la de los letrados y de los fariseos, no entrareis
en el Reino de los cielos” (Mt 5,17.20). ¿Pero en que consiste esta “plenitud” de
la Ley de Cristo, y esta justicia “superior” que Él exige?
Jesús lo explica
mediante una serie de antítesis entre los mandamientos antiguos y su manera de volverlos
a proponer. Cada vez comienza: “Habéis oído que se dijo a los antiguos...”, y después
afirma: “Pero yo os digo...”. Por ejemplo: “Habéis oído que se dijo a los antiguos:
“No matarás, y el que mate será procesado”. Pero yo os digo: todo el que esté peleado
con su hermano será procesado” (Mt 5,21-22). Y así por seis veces.
“Esta
manera de hablar suscitaba una gran impresión en la gente, que permanecía asustada,
porque aquel “yo os digo” equivalía a reivindicar para sí la misma autoridad de Dios,
fuente de la Ley. La novedad de Jesús consiste, esencialmente, en el hecho que él
mismo “llena” los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo
que habita en Él. Y nosotros, por medio de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la
acción del espíritu Santo, que nos capacita para vivir el amor divino”
Por esta razón
cada precepto se convierte como en una exigencia de amor, ha afirmado Benedicto XVI,
y todos quedan agrupados en un único mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y
ama al prójimo como a ti mismo. “La plenitud de la Ley es la caridad”, escribe san
Pablo (Rm 13,10). Ante esta exigencia, por ejemplo, el penoso caso de los cuatro niños
Rom, muertos la pasada semana en la periferia de esta ciudad, en su barraca incendiada,
nos lleva a preguntarnos si una sociedad más solidaria y fraterna, más coherente en
el amor, es decir más cristiana, no hubiera podido evitar este trágico suceso. Esta
pregunta vale para tantos otros acontecimientos dolorosos, más o menos conocidos,
que ocurren cotidianamente en nuestras ciudades y en nuestros pueblos.
“¡Queridos
amigos, sin duda no es casualidad que la primera gran predicación de Jesús se denomine
“Sermón de la montaña”! Moisés subió al monte Sinaí para recibir la Ley de Dios y
llevarla al Pueblo elegido, Jesús, el mismo Hijo de Dios es el que ha bajado del Cielo
para llevarnos al Cielo, a la altura de Dios, por el camino del amor. Es más, el mismo
es el camino: no debemos hacer otra cosa que seguir a Él, para poner en práctica la
voluntad de Dios y entrar en su Reino, en la vida eterna”
Benedicto
XVI ha finalizado su alocución previa a la plegaria mariana del Ángelus afirmando
que, solamente una criatura ha llegado ya a la cima de la montaña: la Virgen María.
Gracias a la unión con Jesús, su justicia ha sido perfecta: por ello la invocamos
como Speculum iustitiae, Espejo de justicia. Confiémonos a ella, para que nos guíe
en nuestros pasos con fidelidad a la Ley de Cristo.
Tras el rezo del ángelus
y el responso por lo fieles difuntos el Papa ha saludado en varias lenguas. En Francés
ha recordado la celebración, el pasado viernes, la Jornada mundial del enfermo y les
ha invitado a promover una civilización que quiera a la vida, la respete y la proteja
según la voluntad del Creador. También les ha pedido que preserven no solamente la
salud del cuerpos sino también la de sus almas. Con fervor, invoquemos a la Virgen
María, Nuestra Señora de Lourdes, por los enfermos del mundo entero y por las personas
que les asisten.
En eslovaco el Papa ha recordado a los peregrinos presentes
de esta lengua que mañana la Iglesia en Europa celebrará la fiesta de sus compatronos,
los santos hermanos Cirilo y Metodio. Siguiendo sus huellas también vosotros habéis
venido a Roma -les ha dicho el Papa- y que esta peregrinación les refuerce en la fe,
que ellos han anunciado a sus antepasados.
Finalmente este ha sido el saludo
del Santo Padre en español para lo peregrinos de nuestra lengua presentes en la plaza
de san Pedro:
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, y en
particular a los fieles de la parroquia San Antonio Abad, de Cartagena, y a los alumnos
del Instituto Suárez de Figueroa, de Zafra. Como nos enseñan las lecturas de la Misa
del día de hoy, la voluntad de Dios se nos manifiesta como un camino de sabiduría,
para que sepamos discernir el bien y el mal con libertad. Asimismo, mediante el cumplimiento
fiel de la voluntad amorosa de Dios, Cristo nos ha salvado. Pidamos, por intercesión
de la Virgen María, que sepamos abrir nuestro corazón a la acción poderosa del Espíritu
Santo, para conformar nuestra vida con el querer de Dios. Feliz domingo