Vaticano galardona a 4 premios Nóbel promotores de la ciencia al servicio de la paz
Sábado, 29 ene (RV).- En la sede de la Pontificia Academia de las Ciencias, ubicada
en los Jardines vaticanos, fueron conferidos esta mañana los premios de la Federación
Mundial de Científicos a cuatro eminentes figuras de las ciencias que se han distinguido
por promover la Ciencia al servicio de la paz. La ceremonia se desarrolla cada año,
en el espíritu del Manifiesto de Erice, firmado en 1982 en el centro de Cultura Científica
Ettore Majorana por decenas de miles de científicos de todos el mundo, entre los cuales
130 premios Nobel, con el fin de reafirmar el desafío de trabajar por una ciencia
sin fronteras, ni barreras políticas o raciales.
La apertura de la ceremonia
estuvo a cargo de Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de las academias pontificias
de Ciencias y de Ciencias Sociales y fue presidida por Antonio Zichichi, presidente
de la Federación Mundial de Científicos. Los premios fueron otorgados a cuatro premios
Nobel: Werner Arber, premio Nobel para la medicina en 1978 por el descubrimiento de
las encimas de restricción del DNA, que marcó el inicio de la ingeniería genética,
y actualmente presidente de Pontifica Academia para la Ciencia.
También recibieron
el premio Ciencia por la Paz, a Yuan Tseh Lee, premio Nobel para la química en 1986
por su contribución a la comprensión de los procesos químicos elementales; a Gerard
't Hooft, premio Nobel para la física en 1999 por sus estudios sobre la estructura
cuántica de la interacción electropasiva, profesor de física teórica en la Universidad
de Utrecht; y a Samuel Ting, premio Nobel para la física en1976 por sus investigaciones
sobre las partículas elementales, profesor en la Universidad de Boston y responsable
de experimentos en la Estación Espacial Internacional.
Luego de la entrega
de los premios tuvo lugar un Simposio sobre la importancia de la ciencia en la cultura
del Tercer Milenio, en el que se puso de relieve, que después de 20 años de la caída
del Muro de Berlín, el mundo parece no haber aprendido la lección de la historia y
la carrera armamentista continúa como si el muro no hubiese caído.
Precisamente
en la presentación del acto de premiación se recordó que actualmente el peligro de
una proliferación nuclear es más real que nunca: Irán y Corea del Norte son dos amenazas
concretas a la seguridad de un mundo cada vez más multipolar y globalizado. No obstante
se reconozcan los esfuerzos que el gobierno de Estados Unidos y la Federación Rusa
están realizando conjuntamente para la destrucción del arsenal nuclear.
Sobre
este argumento, el presidente de la Federación Mundial de Científicos, sostuvo que
“el enemigo número uno de la paz en el mundo es el secreto técnico-científico: mientras
existan laboratorios secretos, la carrera armamentista será inevitable”. El profesor
Zichichi recordó que los entonces presidentes Reagan de Estados Unidos y Gorvachov
de la Unión Soviética, en su primer encuentro en Ginebra, habían propuesto la apertura
de todos los laboratorios, aceptando la invitación de los científicos de que reunidos
en Erice habían firmado el manifiesto por la paz. Pero lamentablemente, después de
tres decenios el secreto científico sigue amenazante tal como lo era en los tiempos
de la Guerra Fría.
Hoy por hoy, explicó el presidente de la federación, los
enemigos más aguerridos de la ciencia, de la paz y de la humanidad son las ideologías
nefastas que incitan el odio la prepotencia y que producen las 63 emergencias planetarias,
entre ellas la cultural, que alimenta el terrorismo. Por este motivo, concluyó el
profesor Zicchichi, el espíritu de solidaridad, desarrollo y libertad inscrito en
el manifiesto de Erice es hoy más actual que nunca.