El cardenal Koch destaca que la fe cristiana es la religión más perseguida en el mundo
Martes, 18 ene (RV).- Como afirma el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio
para la promoción de la unidad de los cristianos, en su intervención titulada “El
ecumenismo a la prueba”, publicada en el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore
Romano, el Octavario mundial de Oración por la Unidad de los cristianos nos conduce
este año a los inicios del movimiento ecuménico y nos muestra que no es absolutamente
la hora de la “resignación”, sino más bien, de una renovada “asignación” de la responsabilidad
ecuménica, que desea sostener la prueba de los desafíos actuales.
El purpurado
explica que, en particular, la espiritualidad ecuménica nos recuerda que no somos
nosotros los que hacemos la unidad, decidiendo la forma y el tiempo de su realización,
sino que sólo podemos recibirla como don de Dios, tal como también lo puso de manifiesto
el Santo Padre Benedicto XVI con las siguientes palabras: “La llamada perseverante
a la oración por la plena comunión entre los seguidores del Señor manifiesta la orientación
más auténtica y más profunda de la entera búsqueda ecuménica, porque la unidad, ante
todo, es don de Dios”.
El cardenal Koch afirma además que la esperanza ecuménica
se alimenta sobre todo en la convicción de que “el movimiento ecuménico es la obra
grandiosa del Espíritu Santo, y que seríamos personas de poca fe, si no creyéramos
que el Espíritu llevará a cumplimiento lo que ha comenzado, cuando, dónde y como Él
querrá”. Y añade que “los testigos más creíbles son, sin duda, los mártires, que han
dado su propia vida en defensa de la fe.
En efecto –destaca el presidente
del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos– el siglo
pasado, así como los tiempos presentes “muestran que todas las Iglesias y Comunidades
cristianas tienen sus mártires”. Y destaca que hoy la fe cristiana es la religión
más perseguida. De hecho, sólo en el año 2008, de los dos mil doscientos millones
de cristianos en el mundo, 230 millones han sido víctimas de discriminación, y a veces
de violentas hostilidades, así como de verdaderas persecuciones a causa de su fe.
Lo que significa que el 80 por ciento de las personas que son perseguidas hoy a causa
de su fe, son cristianos.
Asimismo, el purpurado recuerda que la Organización
internacional para los derechos humanos llega al desconcertante balance de que: “Si
tomamos como criterio los estándares internacionales de los derechos humanos, la situación
de estos cristianos es, con frecuencia, una verdadera catástrofe. Un desastre al que
todos los interesados se han habituado y de los que nuestra sociedad secularizada
toma conocimiento, si es que alguna vez lo hace, sólo cuando eventos excepcionalmente
fuertes hace que oleadas de refugiados se derramen por el mundo”.
Precisamente
“este balance sobrecogedor –concluye– representa un gran desafío para todas las Iglesias,
llamadas a ser realmente solidarias”. Mientras el recuerdo en la oración de los cristianos
perseguidos puede profundizar nuestra responsabilidad ecuménica transformándola en
un “ecumenismo de los mártires”, que lleva en sí una gran promesa, a saber: que no
obstante el drama de las divisiones entre las Iglesias, estos firmes testigos de la
fe han mostrado que Dios mantiene entre los bautizados la comunión a un nivel más
profundo mediante una fe testimoniada con el sacrificio supremo de la vida.
Y
en esta dimensión “martirológica del ecumenismo” debe buscarse el alma de la espiritualidad
ecuménica, tan necesaria hoy. Porque mientras nosotros, como cristianos y como Iglesias,
vivimos en esta tierra en una comunión imperfecta, los mártires en la gloria celestial
se encuentran desde ahora en una comunión plena y perfecta. Los mártires –como subrayaba
claramente el Papa Juan Pablo II en su encíclica sobre el ecumenismo Ut unum sint–
son “la prueba más significativa de que cada elemento de división puede ser trascendido
y superado en el don total de sí a la causa del Evangelio”.