En el primer centenario de fundación del Pontificio Instituto Eclesiástico Polaco,
Benedicto XVI evoca al Venerable Juan Pablo II y reitera la importancia de la formación
sacerdotal
Lunes, 17 ene (RV).- Al recibir a la comunidad del Pontificio Instituto Eclesiástico
Polaco de Roma, con ocasión del primer centenario de su fundación, Benedicto XVI
ha evocado su historia y la visita que el Venerable Juan Pablo II realizó, en 1980,
en la que su amado predecesor subrayó la importancia de esta institución para la Iglesia
y para el pueblo polaco.
Con su cordial bienvenida a todos, el Papa agradeció
en particular al cardenal Zenon Grocholewski las significativas palabras que le había
dirigido previamente en nombre de los presentes, haciendo hincapié en el significado
de este encuentro con el Sucesor de Pedro, con el anhelo de “ser confirmados en la
fe y en su pertenencia a la Iglesia”. Destacando el primer centenario de fundación
de esta benemérita Institución, que surgió gracias a la iluminada intuición y admirable
iniciativa de san Józef Sebastian Pelczar, entonces obispo de Przemyśl, Benedicto
XVI puso de relieve la importancia de la formación sacerdotal:
«La Iglesia tiene
necesidad de sacerdotes bien preparados, ricos de esa sabiduría que se adquiere en
la amistad con el Señor Jesús, impregnados constantemente de la Eucaristía y de la
fuente inagotable de su Evangelio. Que en estas dos fuentes inextinguibles sepáis
encontrar el continuo apoyo y la necesaria inspiración para vuestra vida y vuestro
ministerio, que mañana podréis compartir con tantas personas».
Señalando
que celebrar su primer centenario constituye un válido llamamiento a la reconocida
memoria de quienes lo iniciaron con fe, con valor y con fatiga - así como un llamamiento
a la responsabilidad de llevar adelante en la actualidad las finalidades originarias,
adaptándolas, oportunamente, a las nuevas situaciones - el Papa destacó el empeño
de mantener viva el alma del Instituto: su alma religiosa y eclesial, que responde
al providencial designio divino de ofrecer a los sacerdotes polacos un ambiente idóneo
para el estudio y la fraternidad, durante el período de su formación en Roma.
De
ahí que el Obispo de Roma los instara a sentirse “piedras vivas”, parte importante
de esta historia que hoy requiere también su respuesta personal e incisiva, ofreciendo
su generosa contribución, tal como la ofreció –en el curso del Concilio Vaticano II,
el inolvidable Primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszyński, quien precisamente
en el Instituto Polaco tuvo la oportunidad de preparar la celebración del Milenio
del Bautismo de Polonia y el histórico Mensaje de reconciliación que los obispos polacos
dirigieron a los prelados alemanes”, con las famosas palabras: “Perdonamos y pedimos
perdón”.
El Papa se despidió de los miembros del Pontificio Instituto Eclesiástico
Polaco encomendándolos a la Virgen María, tan amada por el pueblo polaco. Y les pidió
que la invoquen siempre, como Madre de su sacerdocio, para que los acompañe en el
camino de la vida y les obtenga en su ministerio presente y futuro la abundancia de
los dones del Espíritu Santo. “Que María – les dijo Benedicto XVI – los ayude a perseverar
con gozosa fidelidad en la gracia y en el empeño de seguir a Jesús, y a alimentar
constantemente una fructuosa entrega a su trabajo cotidiano sin descuidar a aquellos
que el Señor les pondrá a su lado.