Audiencia general: el Papa destaca el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad
recordando la entrega mística de santa Catalina de Génova, una ayuda para los teólogos
en la búsqueda de la ‘inteligencia de la fe'
Miércoles, 12 ene (RV).- Santa Catalina de Génova es un luminoso ejemplo de caridad
y un estímulo particular para las mujeres, que contribuyen al bien de la Iglesia y
de la sociedad, con sus valiosas obras, llenas de sensibilidad y atención hacía los
más pobres y necesitados. Lo ha subrayado Benedicto XVI, dedicando su catequesis,
de la audiencia general, a esta santa del siglo XV, cuya vida muestra que «los santos,
en su experiencia de unión con Dios – afianzada en el amor y en la oración - alcanzan
un ‘conocimiento’ tan profundo de los misterios divinos, que son una gran ayuda para
todos, también para los teólogos, en la búsqueda de la ‘inteligencia de la fe’».
Evocando
el intenso camino de conversión de esta santa, conocida por su explicación sobre el
purgatorio, el Papa ha hecho hincapié en la gran humildad que caracterizó a Catalina.
Destacando que su entrega plena a la misericordia divina la impulsa a alejarse de
lo mundano, con el anhelo de purificar su alma, Benedicto XVI ha puesto de relieve
que ella supo combinar la oración constante y la unión mística, con una vida de servicio
activo de caridad a los más necesitados, sobre todo en su trabajo como directora del
hospital más grande de Génova.
«Con su vida y sus enseñanzas, santa Catalina
de Génova nos recuerda la importancia de la oración por los fieles difuntos y nos
invita a dedicarnos con mayor devoción a la oración y también a las obras de caridad»,
ha señalado el Papa, reiterando que «cuanto más amamos a Dios y rezamos constantemente,
tanto más logramos amar a quienes nos rodean, en especial a los más necesitados, porque
descubrimos en ellos el rostro de Cristo, que nos ama sin límites y distinciones».
Éstas han sido las palabras de Benedicto XVI resumiendo su catequesis y saludando
a los peregrinos de lengua española:
Queridos hermanos
y hermanas: La catequesis de hoy está dedicada a santa Catalina de Génova,
que vivió entre mil cuatrocientos cuarenta y mil quinientos diez. Recibió en su hogar
una buena educación cristiana. Dada en matrimonio a los dieciséis años, su vida matrimonial
no fue fácil. Catalina al principio lleva una existencia mundana que le causó un profundo
sentido de vacío y amargura. Tras una particular experiencia espiritual, en la que
ve con claridad sus miserias y sus defectos, al mismo tiempo que la bondad de Dios,
nace la decisión de cambiar de vida: “no más el mundo, no más pecados”, iniciando
un camino de purificación y de comunión mística con Dios. Dos elementos caracterizan
toda su existencia: la unión íntima con el Señor, percibida como una unión esponsal,
y el servicio al prójimo, especialmente a los más necesitados y abandonados. El pensamiento
de Catalina sobre el purgatorio, por el cual es particularmente conocida, esta condensado
en El tratado sobre el purgatorio y el Dialogo entre el alma y el cuerpo. El servicio
humilde, fiel y generoso, que la Santa realizó es un luminoso ejemplo de caridad para
todos y un estímulo particular para las mujeres que contribuyen con sus valiosas obras,
llenas de sensibilidad y atención hacía los más pobres y necesitados, al bien de la
Iglesia y de la sociedad. Saludo cordialmente a los peregrinos
de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Uruguay y México
y otros países latinoamericanos. Os invito a que siguiendo el ejemplo de amor de Dios
de santa Catalina de Génova, sepáis entrar en intimidad de oración con Él y os dejéis
transformar por el fuego de su amor. Muchas gracias.
Dirigiendo un afectuoso
saludo, como es tradicional, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados,
Benedicto XVI ha señalado que «las vivencias de nuestra época ponen de relieve cuán
urgente es, para los cristianos, anunciar el Evangelio con su propia vida». Por lo
que ha exhortado a los jóvenes a ser fieles a Cristo siempre, para ser sembradores
de esperanza y de alegría. A los queridos enfermos, los ha alentado a ofrecer sin
temor, en el altar de Cristo, el valor incalculable de su sufrimiento, en beneficio
de la Iglesia y del mundo. Y a los recién casados les ha deseado que hagan de su propia
familia un auténtica escuela de vida cristiana.