Benedicto XVI aboga por la renovación en una Iglesia "desfigurada" por la pederastia
y hace un apremiante llamamiento a todos los responsables políticos o religiosos para
detener la ‘cristianofobia’
Lunes, 20 dic (RV).- En el tradicional encuentro con los miembros del Colegio Cardenalicio,
de la Curia Romana y del Gobernatorato, para el intercambio de los mejores parabienes
en la proximidad de la Navidad, extendiendo su gratitud también a los representantes
pontificios en todo el mundo, por la aportación competente y generosa que cada uno
brinda al Vicario de Cristo y a la Iglesia, Benedicto XVI ha alentado a contemplar,
como una gran familia, «el misterio del Emanuel – del Dios con nosotros -».
Y
como también es tradicional por estas fechas, el Santo Padre ha reflexionado sobre
algunos temas que más se han destacado a lo largo del año. Deteniéndose en particular,
sobre tres de ellos, como el escándalo de la pederastia en la Iglesia, el Sínodo para
Oriente Medio y la beatificación del cardenal Newman, que él mismo presidió en Londres.
«¡Mueve,
Señor, tu poder, y ven!». El Papa ha señalado la actualidad de estas palabras litúrgicas,
que la Iglesia repite en los días del Adviento, y que se remontan, probablemente,
al periodo que marcó el ocaso del Imperio Romano, cuando empezaban a derrumbarse el
derecho y los principios morales fundamentales y ante las tragedias naturales, que
aumentaban la inseguridad en todos:
«’Mueve, Señor,
tu poder, y ven’. También hoy tenemos múltiples motivos para asociarnos a esta oración
de Adviento de la Iglesia. El mundo con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades
está, al mismo tiempo, angustiado por la impresión de que el consenso moral se está
disolviendo. Un consenso sin el cual las estructuras jurídicas y políticas no funcionan,
por consiguiente, las fuerzas movilizadas para la defensa de tales estructuras parecen
estar destinadas al fracaso».
Este ruego – ha señalado Benedicto XVI -recuerda
el que los discípulos le dirigieron al Señor, que estaba dormido en la barca sacudida
por la tempestad y a punto de hundirse y, cuando Jesús, después de haber calmado las
aguas con su poder, les reprochó su poca fe. Como queriendo decirles que la que estaba
dormida era su fe:
«Es lo que nos
quiere decir también a nosotros. Pues, también en nosotros, a menudo la fe está dormida.
Roguémosle, pues, que nos despierte del sueño de una fe cansada y que nos ayude a
volver a dar a la fe el poder de mover las montañas. Es decir de dar el orden justo
a las cosas del mundo. ’Mueve, Señor, tu poder, y ven’: en las grandes angustias,
a las cuales hemos sido expuestos este año, este ruego de Adviento ha resonado muchas
veces en mi mente y en mis labios».
Tras recordar la importancia del Año
Sacerdotal, empezado con gran alegría e ilusión y que luego se desarrolló de forma
muy distinta a como se hubiera anhelado, el Papa ha subrayado la renovada conciencia
en los sacerdotes y laicos, también de los jóvenes, de lo que representa el don del
sacerdocio. Sin embargo, en este contexto, Benedicto XVI ha hecho hincapié en el profundo
dolor causado por los abusos contra los menores:
«Nos sentimos aún
más consternados cuando, precisamente, en este año y en una dimensión inimaginable
para nosotros, conocimos los abusos contra menores cometidos por sacerdotes, que van
en contra del Sacramento: bajo el manto de lo sagrado hieren profundamente a la persona
humana en su infancia y le causan un daño que le quedará para toda la vida».
Evocando
una visión de santa Ildegarda, que ve el rostro de la Iglesia cubierto de polvo, el
Papa ha dicho que así lo hemos visto nosotros también y ha destacado luego que «debemos
acoger esta humillación, como una exhortación a la verdad y un llamado a la renovación.
Sólo la verdad salva. Debemos interrogarnos sobre los errores cometidos en el anuncio
cristiano y comprender cómo ha sido posible que semejante cosa pudiera suceder»:
«Debemos encontrar
una nueva resolución en la fe y en el bien. Debemos ser capaces de penitencia. Debemos
esforzarnos en hacer todo lo posible, en la preparación al sacerdocio, para que nunca
más vuelva a suceder algo semejante. Éste es también el lugar para agradecer de corazón
a todos aquellos que se comprometen en ayudar a las víctimas y para que recobren confianza
en la Iglesia y en la capacidad de creer en su mensaje. En mis encuentros con las
víctimas de este pecado, he encontrado siempre también a personas que, con gran entrega,
están al lado de quienes sufren por ese daño. También es ésta la ocasión para agradecer
a los tantos buenos sacerdotes que trasmiten humilde y fielmente la bondad del Señor
y, en medio de las devastaciones, son testigos de la belleza no perdida del sacerdocio».
«Somos
concientes de la particular gravedad de este pecado cometido por sacerdotes y de nuestra
correspondiente responsabilidad», ha afirmado también Benedicto XVI, añadiendo que
«tampoco podemos callar sobre el contexto de nuestro tiempo en el que vemos estas
dolorosas vivencias». Como el mercado de la pornografía de menores, que de alguna
forma parece que la sociedad va asumiendo como algo normal.
«La devastación
psicológica de niños, con personas humanas reducidas a artículos de mercado, es un
espantoso signo de los tiempos», ha advertido el Santo Padre, añadiendo que cada vez
más los Obispos de países del Tercer Mundo le hablan de la amenaza que representa
el turismo sexual para una generación entera, socavando su libertad y minando su dignidad
humana. En este marco, Benedicto XVI ha destacado también el problema de la droga,
que extiende sus tentáculos alrededor de todo el planeta, «expresión elocuente de
la dictadura del hedonismo que pervierte al hombre», destrozando con su violencia
enteras regiones del mundo y promoviendo un falso sentido de libertad, que en realidad
anula por completo la verdadera libertad del ser humano.
En su denso análisis
de los fundamentos ideológicos de la pederastia, el Papa ha recordado lo que se teorizaba
en los años setenta, que en realidad era una perversión de fondo. Y ha reiterado que
el Venerable Juan Pablo II indicó con impulso profético, en su Encíclica Veritatis
splendor de 1993, la gran tradición racional del ‘ethos cristiano’, reiterando las
bases esenciales y permanentes de la conducta moral. Texto – ha enfatizado Benedicto
XVI – que se debe considerar como centro del camino de formación de la conciencia
y que se debe seguir anunciando de forma comprensible, como senda de la verdadera
humanidad.
Refiriéndose luego al Sínodo de las Iglesias de Oriente Medio,
Benedicto XVI ha hecho hincapié en su viaje a Chipre y en el anhelo de impulsar la
comunión con la Iglesia Ortodoxa, expresando también su dolor por la división en este
país y recordando que la violencia nunca lleva a solucionar las dificultades, por
lo que es tarea esencial de la pastoral impulsar la paz y el entendimiento.
En
lo que respecta a la región de Oriente Medio, el Papa ha recordado que en la actualidad,
los cristianos son la minoría más oprimida y atormentada, después de haber vivido
durante siglos, pacíficamente, con judíos y musulmanes. Lamentando que la avidez de
lucro y cerrazón ideológica impiden el camino de la paz, el Santo Padre ha señalado
el mensaje del Sínodo para el diálogo, el perdón y la acogida mutua:
«Un concepto que
ahora queremos gritar al mundo. El ser humano es uno solo y la humanidad es una sola.
Lo que se comete en cualquier lugar contra el hombre, hiere a todos los hombres por
igual. Así las palabras y los pensamientos del Sínodo deben ser un apremiante llamamiento
a todas las personas con responsabilidad política o religiosa, para que detengan la
‘cristianofobia’. Para que se levanten a defender a los prófugos y a los que sufren,
y den nueva vida al espíritu de la reconciliación. En último análisis, la reconciliación
puede venir sólo de una fe profunda en el amor reconciliador de Dios. Dar fuerza a
esta fe, alimentarla y hacerla resplandecer es la tarea principal de la Iglesia en
esta hora».
Benedicto XVI ha evocado también su inolvidable viaje al Reino
Unido, poniendo de relieve en especial la responsabilidad de los cristianos en este
tiempo, la tarea de la Iglesia de anunciar el Evangelio y la beatificación del cardenal
Newman. Tras destacar asimismo sus significativos viajes a Malta, Portugal y España,
afirmando que «en ellos se pudo ver nuevamente que la fe no es algo del pasado, sino
un encuentro con el Dios que vive y actúa ahora, que nos llama en causa y se opone
a nuestra pereza, abriéndonos de este modo el camino hacia la verdadera alegría, el
Papa ha concluido su discurso alentando a la esperanza:
«¡Mueve, Señor,
tu poder, y ven! Empezamos invocando la presencia del poder de Dios en nuestro tiempo
y con la experiencia de su aparente ausencia. Si abrimos nuestros ojos, precisamente
en la retrospectiva del año que termina, puede percibirse que el poder y la bondad
de Dios están presentes de manera múltiple también hoy. Por ello, todos tenemos motivos
para agradecerle. Con gratitud al Señor renuevo mi agradecimiento a todos mis colaboradores.
Quiera Dios donar a todos nosotros una Santa Navidad y acompañarnos con su bondad
el próximo año. Encomiendo estos anhelos a la intercesión de la Virgen Santa, Madre
del Redentor, y a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana imparto de
corazón la Bendición apostólica ¡Feliz Navidad!»
Durante esta audiencia,
el cardenal Angelo Sodano ha anunciado al Papa que los purpurados han recolectado
200 mil dólares para los pobres y enfermos de Haití y de Irak. Esta colecta había
sido propuesta por el mismo decano del Colegio Cardenalicio, en ocasión del último
Consistorio, del pasado 20 de noviembre. Los donativos personales de los cardenales,
serán entregados en Navidad a los obispos de estos países, por medio de los Nuncios
Apostólicos.