Benedicto XVI reitera la importancia y significativa labor de la Biblioteca Apostólica
Vaticana para la Iglesia universal
Sábado, 18 dic. (RV).- El Santo Padre XVI ha visitado esta mañana la Biblioteca Apostólica
Vaticana, que luego de un largo período de restauración fue reinaugurada el pasado
mes de septiembre ofreciendo nuevos espacios y nuevos servicios, sobre todo en el
área informática, que facilitan la consulta y la investigación de los usuarios, además
de sistemas de seguridad para los grandes archivos y tesoros que allí se conservan.
Esta no es la primera vez que Benedicto XVI visita esta estructura, precisamente lo
hizo poco antes del comienzo de los trabajos, en junio de 2007.
El Santo Padre
ha iniciado su recorrido hacia las 11 de la mañana siendo acogido por los miembros
del Consejo de la Biblioteca, encabezados por el cardenal Raffaele Farina. Ya en la
entrada del edificio, tras una oración inicial le han sido presentados los distintos
trabajos que se realizaron en toda la estructura, para luego iniciar a recorrer cada
una de las áreas y grandes salones donde el Papa ha podido compartir con los numerosos
empleados de la biblioteca. Al concluir su visita Benedicto XVI ha reiterado la importancia
y la significativa labor de esta institución para la Sede Apostólica y la Iglesia
universal y ha impartido su bendición apostólica.
El origen de la Biblioteca
Apostólica Vaticana se remonta al siglo IV, período en el cual el archivo de documentos
y textos se conservaban en el llamado Scrinium de la Iglesia Romana. No fue sino hasta
el siglo VIII, durante el pontificado de Adriano I que se instituyó la figura del
Bibliotecario de la Iglesia Romana. Para el siglo XIII muchos volúmenes de la biblioteca
estaban dispersos entre las distintas sedes pontificias de Perugia, Asís y Aviñon
por lo que el Papa Juan XXII la reconstituyó y se enriqueció aún más con el regreso
de los Papas a la sede de Roma.
El inicio de la historia moderna de la Biblioteca
se coloca con el pontificado de Nicoló V quien hacia el año1450 decidió abrir, a la
consulta de los estudiosos, los códigos latinos, griegos y hebreos, cuya colección
había sido ampliada notablemente. Hoy por hoy los investigadores pueden consultar
un patrimonio de más de 150 mil manuscritos, un millón de libros, 300 mil monedas
y medallas y más de 100 mil estampas e incisiones.