III Predicación de Adviento: la respuesta cristiana al racionalismo
Viernes, 17 dic (RV).- El Santo Padre asistió esta mañana a las 9.00, en la capilla
Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano a la tercera y última predicación
de Adviento, junto a los demás miembros de la familia pontificia. “En el mundo tendréis
tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Para una reevangelización
del mundo secularizado”: es el tema general propuesto para el tiempo de Adviento de
este año por el P. Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, quien hoy
se refirió a la respuesta cristiana al racionalismo.
En esta última predicación,
aludiendo a la “razón usurpadora”, el Padre Cantalamessa afirmó que uno de los obstáculos
que hace que buena parte de la cultura moderna sea “refractaria” al Evangelio es,
precisamente, el racionalismo. Al respecto, el predicador se refirió a un discurso
memorable del beato cardenal John Henry Newman –pronunciado el 11 de diciembre de
1831 en la Universidad de Oxford– titulado: “La usurpación, o la prevaricación, de
la razón”.
Y explicó que este título contiene la definición de lo que entendemos
por racionalismo. En efecto –dijo– como escribe el mismo autor en una nota de comentario
a este discurso, por usurpación de la razón se entiende “ese difundido abuso de tal
facultad, que se verifica cada vez que se ocupa de religión sin un adecuado conocimiento
íntimo, o sin el debido respeto por los primeros principios que le son propios. “Esta
‘pretendida’ razón –agregó el predicador de la Casa Pontificia– es llamada por la
Escritura ‘la sabiduría del mundo’; es el hecho de razonar acerca de la religión de
quien tiene una mentalidad secularista, y se basa en máximas mundanas, que le son
intrínsecamente extrañas”.
Al concluir su meditación de Adviento, el Padre
Cantalamessa afirmó que ayuda mucho a hacer de la Navidad la ocasión para un “estremecimiento
de la fe” el hecho de encontrar “espacios de silencio”. Porque –como explicó– en Navidad
deberíamos sentir como dirigido personalmente a nosotros la invitación del Salmo:
“¡Basta ya; sabed que yo soy Dios!” (Sal 46,10). Y añadió que la Madre de Dios es
el modelo insuperable de este silencio natalicio: “María –está escrito– por su parte,
conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19). El silencio
de María en Navidad es más que un sencillo callar; es maravilla y adoración; es un
“religioso silencio”, un sentirse arrollada por la realidad. María es la primera que
elevó a Dios lo que san Gregorio Nacianceno llama un “himno de silencio”. “Festeja
verdaderamente la Navidad quien es capaz de hacer hoy, a distancia de siglos, lo que
habría hecho, si hubiera estado presente aquel día. Quien hace lo que nos ha enseñado
a hacer María: ¡arrodillarse, adorar y callar!”