El Papa expresa su anhelo de que Europa «nunca olvide las raíces cristianas y siga
afianzando en el Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la
concordia»
Miércoles, 24 nov (RV).- Benedicto XVI ha dedicado su catequesis de su audiencia general
a Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia. «Una mujer que tuvo un
papel eminente en la historia de la Iglesia», que viajó mucho para impulsar la reforma
interior de la misma Iglesia y para favorecer la paz entre los estados», ha recordado
el Papa, destacando luego que «también por este motivo, el venerable Juan Pablo II
la quiso declarar compatrona de Europa», con el anhelo de que «el Viejo Continente
nunca olvide las raíces cristianas que son la base de su camino y siga afianzando
en el Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia».
Tras
destacar que el siglo XIV, en el que vivió santa Catalina de Siena, fue una época
atormentada para la vida de la Iglesia y para todo el tejido social en Italia y en
Europa, Benedicto XVI ha reiterado que «el Señor no cesa de bendecir a su Pueblo,
suscitando Santos y Santas que sacudan las mentes y los corazones, provocando conversión
y renovación. Catalina es precisamente una de éstas, que aún hoy nos habla y nos impulsa
a caminar con valentía hacia la santidad para ser discípulos del Señor, de forma cada
vez más plena». El Santo Padre ha puesto de relieve la autoridad moral de esta santa,
que experimentó también fenómenos místicos, y ofreció con generosidad una importante
maternidad espiritual.
Maternidad espiritual, tan importante para la Iglesia
también hoy, y que sigue inspirando en la actualidad a tantas mujeres, consagradas
y laicas, que alimentan en las almas el amor y la fe en Dios, orientando la vida cristiana
hacia cumbres cada vez más elevadas, ha reiterado Benedicto XVI, refiriéndose luego
a otro rasgo de la espiritualidad de santa Catalina, ligado al don de las lágrimas,
que expresan una sensibilidad exquisita y profunda y capacidad de conmoción y de ternura.
Como otros santos, Catalina sufrió mucho. Alguien pensó incluso que se hubiese
de desconfiar de ella, hasta el punto que en 1374, seis años antes de morir, el Capítulo
General de los dominicos, la convocó en Florencia para interrogarla. Le pusieron a
su lado un fraile docto y humilde, Raimundo de Capua, futuro maestro general de la
Orden, que se convirtió en su confesor e hijo espiritual suyo, y que escribió la primera
biografía completa sobre la santa, que fue canonizada en 1461. La doctrina de Catalina,
que aprendió a leer con dificultad y a escribir cuando era ya adulta, está contenida
en el Diálogo de la Divina Providencia, una obra maestra de la literatura espiritual,
en su epistolario y en la antología de su libro de oraciones.
Después de evocar
el profundo respeto de esta misma santa hacia los sacerdotes, aún teniendo conciencia
de las faltas humanas de los presbíteros y señalando que de ella aprendemos la ciencia
más sublime, la de «conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia», el Santo Padre ha
invitado a seguir el ejemplo de Santa Catalina de Siena.
Este ha sido el resumen
que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra
lengua, reunidos en el aula Pablo VI.
Queridos hermanos
y hermanas: La vida espiritual de santa Catalina de Siena tenía como centro
el amor a Cristo, y destacaba por una profunda oración, penitencia y caridad. Realizó
una intensa actividad de consejo espiritual entre personas de toda clase, promoviendo
la reforma interior de la Iglesia y la paz entre los Estados. Gracias a la riqueza
de su enseñanza, fue declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI. Movida
de un gran amor hacia la Iglesia, exhortaba a los ministros sagrados, también al Papa
al que llamaba el “dulce Cristo en la tierra”, a que fueran siempre fieles a su ministerio. Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de Chile,
España, México, República Dominicana y otros países latinoamericanos. Siguiendo el
ejemplo y la enseñanza de Santa Catalina de Siena, os invito a todos a amar a Cristo
y a la Iglesia con un amor cada vez más intenso y sincero. Muchas gracias.
Por
último, al dirigir su tradicional saludo a los jóvenes, a los enfermos y recién casados
que participaron en esta audiencia, Benedicto XVI, recordando la memoria litúrgica
de San Andrés Dung-Lac y compañeros, mártires vietnamitas, invitó a los jóvenes “a
ser intrépidos al testimoniar los valores cristianos, permaneciendo siempre fieles
al Señor”; exhortó a los enfermos a saber acoger “con sereno abandono cuanto el Señor
dona en cada situación de la vida”; y deseó a los recién casados que “formen una familia
verdaderamente cristiana, tomando la fuerza necesaria para realizar este proyecto
de la Palabra de Dios y de la Eucaristía”.