“El primado de Pedro y sus sucesores está totalmente al servicio del Reino de Jesucristo,
para que llegue y se difunda, transforme la tierra y haga germinar en ella la paz
y la justicia”
Domingo, 21 nov (RV).- Benedicto XVI entregó esta mañana el anillo cardenalicio a
los nuevos 24 cardenales y subrayó que “el primado de Pedro y sus sucesores está totalmente
al servicio del primado de Jesucristo, al servicio de su Reino, de su Señorío de Amor,
para que llegue y se difunda, renueve los hombres y las cosas, transforme la tierra
y haga germinar en ella la paz y la justicia”.
En la Santa Misa de la Solemnidad
de Cristo Rey, el Pontífice centró su homilía en el ministerio del Obispo de Roma
y sobre el de los cardenales, directamente relacionado con él.
“Es difícil
este ministerio, porque no se alinea con el modo de pensar de los hombres – a aquella
lógica natural que por demás permanece siempre activa en nosotros mismos”
El
Santo Padre subrayó la necesidad de seguir el mismo camino de Jesús, “esforzándonos
en adoptar su misma lógica, la lógica de la humildad y del servicio, de la semilla
que muere para dar fruto. El Papa admitió que no es fácil ni descontado pensar y obrar
según la lógica de la Cruz, y por esta razón, dijo “debemos estar compactados y lo
estamos porque no nos une una idea, una estrategia, sino el amor de Cristo y su Santo
Espíritu. La eficacia de nuestro servicio a la Iglesia depende de nuestra fidelidad
a la majestad divina del Amor crucificado.
Por eso sobre el anillo que
hoy os consignaré, sello de vuestro pacto nupcial con la Iglesia, está representada
la imagen de la Crucifixión. Y por este mismo motivo el color de vuestro hábito hace
alusión a la sangre, símbolo de la vida y del amor. La Sangre de Cristo que, según
una antigua iconografía, María recoge del costado atravesado del Hijo muerto en la
cruz; y que el apóstol Juan contempla mientras brota junto con el agua, según las
Escrituras proféticas
El
Pontífice resaltó también la necesidad de permanecer con Jesús, como María, y no pedirle
que baje de la cruz. En este sentido Benedicto XVI señaló la cruz como el punto crítico
de la fe de Simón Pedro y de los otros apóstoles, porque “eran hombres y pensaban
como hombres”, y no podían tolerar la idea de un Mesías crucificado. De hecho la conversión
de Pedro se realiza plenamente cuando renuncia a querer salvar a Jesús y acepta ser
salvado por su cruz.
“El ministerio de Pedro -prosiguió el Papa- consiste todo
en su fe; una fe que debe pasar a través del escándalo de la cruz para devenir en
auténtica, de verdad cristiana, para convertirse en roca sobre la que Jesús pueda
construir su Iglesia”.
El drama que se desarrolla bajo la cruz de Jesús
es un drama universal; tiene que ver con todos los hombres frente a Dios que se revela
por aquello que es, es decir, Amor. En Jesús crucificado la divinidad es desfigurada,
despojada de toda gloria visible, pero está presente y real. Solo la fe sabe reconocerla