Benedicto XVI felicita y agradece a los católicos españoles su generosidad con tantas
instituciones de caridad y de promoción humana, de modo especial en la actual crisis
económica y frente a las graves calamidades naturales en varios países
Sábado, 6 nov (RV).- Visitando la Catedral, Benedicto XVI - peregrino entre los peregrinos
- ha abrazado la imagen del Apóstol y ha destacado la importancia del Año Santo Xacobeo:
«En este Año Santo
Compostelano, como Sucesor de Pedro, he querido yo también peregrinar a la Casa del
Señor Santiago, que se apresta a celebrar el ochocientos aniversario de su consagración,
para confirmar vuestra fe y avivar vuestra esperanza, y para confiar a la intercesión
del Apóstol vuestros anhelos, fatigas y trabajos por el Evangelio. Al abrazar su venerada
imagen, he pedido también por todos los hijos de la Iglesia, que tiene su origen en
el misterio de comunión que es Dios. Mediante la fe, somos introducidos en el misterio
de amor que es la Santísima Trinidad. Somos, de alguna manera, abrazados por Dios,
transformados por su amor. La Iglesia es ese abrazo de Dios en el que los hombres
aprenden también a abrazar a sus hermanos, descubriendo en ellos la imagen y semejanza
divina, que constituye la verdad más profunda de su ser, y que es origen de la genuina
libertad».
Una vez más Benedicto XVI ha recordado que «entre verdad y
libertad hay una relación estrecha y necesaria»:
«La búsqueda honesta
de la verdad, la aspiración a ella, es la condición para una auténtica libertad. No
se puede vivir una sin otra. La Iglesia, que desea servir con todas sus fuerzas a
la persona humana y su dignidad, está al servicio de ambas, de la verdad y de la libertad.
No puede renunciar a ellas, porque está en juego el ser humano, porque le mueve el
amor al hombre, «que es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por
sí misma» (Gaudium et spes, 24), y porque sin esa aspiración a la verdad, a la justicia
y a la libertad, el hombre se perdería a sí mismo».
Desde Compostela,
el Papa se ha dirigido a los fieles de toda España:
«Dejadme que desde
Compostela, corazón espiritual de Galicia y, al mismo tiempo, escuela de universalidad
sin confines, exhorte a todos los fieles de esta querida archidiócesis, y a los de
la Iglesia en España, a vivir iluminados por la verdad de Cristo, confesando la fe
con alegría, coherencia y sencillez, en casa, en el trabajo y en el compromiso como
ciudadanos. Que la alegría de sentiros hijos queridos de Dios os lleve también a un
amor cada vez más entrañable a la Iglesia, cooperando con ella en su labor de llevar
a Cristo a todos los hombres. Orad al Dueño de la mies, para que muchos jóvenes se
consagren a esta misión en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada: hoy,
como siempre, merece la pena entregarse de por vida a proponer la novedad del Evangelio».
Al
concluir ha felicitado y agradecido a «los católicos españoles la generosidad con
que sostienen tantas instituciones de caridad y de promoción humana», con una nueva
exhortación, también en gallego, a ser testigos de Cristo Resucitado:
«No dejéis de mantener
esas obras, que benefician a toda la sociedad, y cuya eficacia se ha puesto de manifiesto
de modo especial en la actual crisis económica, así como con ocasión de las graves
calamidades naturales que han afectado a varios países». En gallego: «Con estes sentimentos,
pídolle ao Altísimo que vos conceda a todos a ousadía que tivo Santiago para ser testemuña
de Cristo Resucitado, e así permanezades fieis nos camiños da santidade e vos gastedes
pola gloria de Deus e polo ben dos irmáns máis desamparados. Moitas gracias».
Crónica
de la visita a la catedral del padre David Gutiérrez
DISCURSO
COMPLETO Señores Cardenales, Queridos Hermanos en el Episcopado, Distinguidas
Autoridades, Queridos sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, Queridos
hermanos y hermanas, Amigos todos Agradezo a Monseñor
Xulián Barrio Barrio, Arcebispo de Santiago de Compostela, as amables palabras que
agora me ten dirixido e ás que correspondo compracido, saudándovos a todos vós con
afecto no Señor e dándovo-las gracias pola vosa presencia neste lugar tan significativo. [Agradezco
a Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela, las amables
palabras que me acaba de dirigir y a las que correspondo complacido, saludando a todos
con afecto en el Señor y dándoos las gracias por vuestra presencia en este lugar tan
significativo.] Peregrinar no es simplemente visitar un lugar
cualquiera para admirar sus tesoros de naturaleza, arte o historia. Peregrinar significa,
más bien, salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios allí donde Él se ha
manifestado, allí donde la gracia divina se ha mostrado con particular esplendor y
ha producido abundantes frutos de conversión y santidad entre los creyentes. Los cristianos
peregrinaron, ante todo, a los lugares vinculados a la pasión, muerte y resurrección
del Señor, a Tierra Santa. Luego a Roma, ciudad del martirio de Pedro y Pablo, y también
a Compostela, que, unida a la memoria de Santiago, ha recibido peregrinos de todo
el mundo, deseosos de fortalecer su espíritu con el testimonio de fe y amor del Apóstol. En
este Año Santo Compostelano, como Sucesor de Pedro, he querido yo también peregrinar
a la Casa del Señor Santiago, que se apresta a celebrar el ochocientos aniversario
de su consagración, para confirmar vuestra fe y avivar vuestra esperanza, y para confiar
a la intercesión del Apóstol vuestros anhelos, fatigas y trabajos por el Evangelio.
Al abrazar su venerada imagen, he pedido también por todos los hijos de la Iglesia,
que tiene su origen en el misterio de comunión que es Dios. Mediante la fe, somos
introducidos en el misterio de amor que es la Santísima Trinidad. Somos,
de alguna manera, abrazados por Dios, transformados por su amor. La Iglesia es ese
abrazo de Dios en el que los hombres aprenden también a abrazar a sus hermanos, descubriendo
en ellos la imagen y semejanza divina, que constituye la verdad más profunda de su
ser, y que es origen de la genuina libertad. Entre verdad y
libertad hay una relación estrecha y necesaria. La búsqueda honesta de la verdad,
la aspiración a ella, es la condición para una auténtica libertad. No se puede vivir
una sin otra. La Iglesia, que desea servir con todas sus fuerzas a la persona humana
y su dignidad, está al servicio de ambas, de la verdad y de la libertad. No puede
renunciar a ellas, porque está en juego el ser humano, porque le mueve el amor al
hombre, «que es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma»
(Gaudium et spes, 24), y porque sin esa aspiración a la verdad, a la justicia y a
la libertad, el hombre se perdería a sí mismo. Dejadme que desde
Compostela, corazón espiritual de Galicia y, al mismo tiempo, escuela de universalidad
sin confines, exhorte a todos los fieles de esta querida Archidiócesis, y a los de
la Iglesia en España, a vivir iluminados por la verdad de Cristo, confesando la fe
con alegría, coherencia y sencillez, en casa, en el trabajo y en el compromiso como
ciudadanos. Que la alegría de sentiros hijos queridos de Dios
os lleve también a un amor cada vez más entrañable a la Iglesia, cooperando con ella
en su labor de llevar a Cristo a todos los hombres. Orad al Dueño de la mies, para
que muchos jóvenes se consagren a esta misión en el ministerio sacerdotal y en la
vida consagrada: hoy, como siempre, merece la pena entregarse de por vida a proponer
la novedad del Evangelio. No quiero concluir sin antes felicitar
y agradecer a los católicos españoles la generosidad con que sostienen tantas instituciones
de caridad y de promoción humana. No dejéis de mantener esas obras, que benefician
a toda la sociedad, y cuya eficacia se ha puesto de manifiesto de modo especial en
la actual crisis económica, así como con ocasión de las graves calamidades naturales
que han afectado a varios países. Con estes sentimentos, pídolle
ao Altísimo que vos conceda a todos a ousadía que tivo Santiago para ser testemuña
de Cristo Resucitado, e así permanezades fieis nos camiños da santidade e vos gastedes
pola gloria de Deus e polo ben dos irmáns máis desamparados. Moitas gracias. [Con
estos sentimientos, pido al Altísimo que conceda a todos la audacia que tuvo Santiago
para ser testigo de Cristo Resucitado, y así permanezcáis fieles en los caminos de
la santidad y os gastéis por la gloria de Dios y el bien de los hermanos más desamparados.
Muchas gracias.]