Sábado, 23 oct (RV).- ¿Para qué los santos? Así titula el padre Federico Lombardi,
director de nuestra emisora, su editorial Octava Dies para el Centro Televisivo Vaticano,
dedicado a las canonizaciones del pasado domingo: Las
canonizaciones del 17 de octubre fueron un tanto particulares. Sobretodo dos de estos
nuevos Santos han movilizado un interés muy especial en sus países. Hablamos de Mary
MacKillop y el hermano André Bessette. Los otros Santos y Santas eran italianos, españoles
y polacos, y por lo tanto- a pesar de su grandeza- no eran una absoluta novedad… Pero
Australia no había tenido todavía a una santa y Canadá tenía una menor familiaridad
con las canonizaciones. Grupos de millares de peregrinos afrontaron
viajes larguísimos y costosos para estar presentes en la Plaza de San Pedro; muchos
periodistas y equipos televisivos vinieron a Roma para escribir artículos, hacer reportajes,
entrevistas, transmisiones en vivo sobre la ceremonia y las otras celebraciones. Normalmente
los medios de comunicación se mueven cuando entienden que hay un interés popular amplio
y difundido. En fin, la iglesia propone solemnemente en los
Santos modelos de vida cristiana, pero lo hace reconociendo aquello que el pueblo
ha ya entendido: que ciertas personas encarnan el Evangelio con una ejemplaridad
extraordinaria, y así se convierten para quienes los encuentran amigos espirituales,
fantásticas guías para llegar al amor de Dios, a la fe, a la esperanza. Las
canonizaciones son el reconocimiento que el espíritu de Dios sopla en personas comunes
como Mary y el hermano André, y produce frutos de virtud que son fuente de consuelo
y luz para muchísimos otros. Algunos santos son reconocidos solemnemente; la gran
mayoría no se hacen universalmente famosos pero difunden igualmente entorno a ellos
esperanza y amor. Esta es la cara más bella de la Iglesia. En la Iglesia todo lo demás
está al servicio de los hombres y mujeres de cada país y condición para que puedan
caminar hacia Dios sobre los caminos de la santidad. Aprendamos a ver a la Iglesia
en esta perspectiva y a renovarla continuamente comenzando por nosotros mismos.