2010-10-22 16:10:58

El Papa elogia “el esfuerzo de las autoridades ecuatorianas para redescubrir los cimientos de la propia convivencia democrática, fortaleciendo el Estado de derecho, la solidaridad y la fraternidad”


Viernes, 22 oct (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana, en el palacio apostólico del Vaticano, al nuevo embajador de Ecuador ante la Santa Sede, Luis Dositeo Latorre Tapia, quien presentó al Pontífice sus cartas credenciales. Benedicto XVI en su discurso ha recordado que tuvo la dicha de visitar Ecuador en 1978, cuando viajó como Enviado Extraordinario al III Congreso Mariano Nacional. Y dijo que en aquella oportunidad la Palabra de Cristo fue esparcida con generosidad y floreció esplendorosamente.

El Papa ha destacado asimismo que la comunidad eclesial -que ha visto su alegría multiplicada con la reciente erección canónica de la diócesis de San Jacinto de Yaguachi- goza también cuando se ve favorecida con la concordia social. El Pontífice ha elogiado en este sentido “el esfuerzo que las autoridades ecuatorianas vienen llevando a cabo en estos últimos años para redescubrir los cimientos de la propia convivencia democrática, fortaleciendo el Estado de derecho, la solidaridad y la fraternidad. El Pontífice espera que este luminoso horizonte de esperanza se dilate cada vez más con nuevos proyectos y atinadas decisiones, de modo que el bien común prevalezca sobre los intereses de partido o de clase y los sacrificios se compartan por igual y no graven únicamente sobre los más menesterosos”.

El Papa dijo que no hay progreso justo ni bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo. En efecto, agregó el Santo Padre, “sin esta exigencia irrenunciable, la vida pública se debilita en sus motivaciones y se corre también el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal”, tal como él mismo ha escrito en su encíclica Caritas in veritate.

Benedicto XVI afirmó que las autoridades ecuatorianas prestarán un gran servicio al país acrecentando ese insigne patrimonio humano y espiritual, del que podrán extraerse energías e inspiración para proseguir construyendo los pilares portantes de toda comunidad humana que se precie de esa denominación, como la defensa de la vida desde su concepción hasta su declive natural, la libertad religiosa, la libre expresión del pensamiento, así como las demás libertades civiles, por ser éstas la auténtica condición para una real justicia social.

En cuanto a la justicia social, el Papa añadió que sólo podrá afirmarse a partir del apoyo y tutela, también en términos jurídicos y económicos, de la célula original de la sociedad, que no es otra que la familia establecida sobre la unión matrimonial de un hombre con una mujer. Mientras definió de “fundamental trascendencia” los programas destinados a erradicar el desempleo, la violencia, la impunidad, el analfabetismo y la corrupción.

Al destacar que una de las grandes metas que sus conciudadanos se han propuesto es la de lograr una amplia reforma del sistema educativo, el Papa destacó que la Iglesia en Ecuador tiene una fructífera historia en el área de la instrucción de la niñez y juventud, habiendo ejercido su obra docente con particular abnegación en regiones lejanas, incomunicadas y depauperadas. E hizo hincapié en que “es de justicia que no se ignore esta ardua tarea eclesial, ejemplo de sana colaboración con el Estado”.

El último punto que abordó el Santo Padre fue el de la escuela y educación afirmando que “la autoridad pública ha de garantizar el derecho que asiste a los padres, tanto de formar a sus hijos según sus propias convicciones religiosas y criterios éticos, como de fundar y sostener instituciones docentes”; mientras en virtud de sus derechos educativos, “los padres tienen que contar con que la libertad de educación sea promovida también en las instituciones docentes estatales”.





DISCURSO COMPLETO

Señor Embajador:

l. Me complace recibir de sus manos las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República del Ecuador ante la Santa Sede y, al manifestarle la más cordial bienvenida, tenga la bondad de acoger las expresiones di mi afecto por todos los hijos de esa dilecta Nación. Le agradezco asimismo las gentiles palabras que me ha dirigido de parte del Señor Presidente Constitucional de la República, Economista Rafael Correa Delgado, a las que correspondo gustoso, rogándole al mismo tiempo que le transmita mis férvidos votos de paz y bienestar para su Persona y el noble pueblo del Ecuador.

2. En Vuestra Patria, que tuve la dicha de visitar, en 1978, como Enviado Extraordinario de mi venerado Predecesor, el Papa Juan Pablo I, al III Congreso Mariano Nacional del Ecuador, la Palabra de Cristo fue esparcida con generosidad y floreció esplendorosamente. En ella se alcanzaron cimas de santidad muy preclaras, que se suman a otras no tan conocidas, pero no por eso menos significativas, y que son timbre de gloria para esa amada República, a la vez que ponen de relieve cuántos beneficios puede aportar la fe católica a la promoción de todas aquellas iniciativas que dignifican a la persona y perfeccionan la sociedad. Tal ha sido el norte al que ha mirado y mira en todo momento la Iglesia en vuestro País. Ella, en el cumplimiento de su misión específica, no busca privilegio alguno; sólo quiere incrementar cuanto contribuya al desarrollo integral de las personas. En este sentido, la comunidad eclesial, que ha visto su alegría multiplicada con la reciente erección canónica de la Diócesis de San Jacinto de Yaguachi, goza también cuando se ve favorecida la concordia social, por lo que secunda el esfuerzo que las Autoridades ecuatorianas vienen llevando a cabo en estos últimos años para redescubrir los cimientos de la propia convivencia democrática, fortalecer el Estado de derecho y dar nueva pujanza a la solidaridad y la fraternidad. Pido al Altísimo que este luminoso horizonte de esperanza se dilate cada vez más con nuevos proyectos y atinadas decisiones, de modo que el bien común prevalezca sobre los intereses de partido o de clase, el imperativo ético sea punto de referencia obligatorio de todo ciudadano, la riqueza sea equitativamente distribuida, y los sacrificios se compartan por igual y no graven únicamente sobre los más menesterosos.

3. La presencia de Vuestra Excelencia en este solemne acto me permite dirigir mi pensamiento a vuestra Patria, a la que el Creador dotó de formidables recursos naturales, en un suelo fértil y surcado de una alternancia incomparable de mesetas andinas, níveas cumbres y ríos majestuosos, que han de ser preservados con esmero y probidad, pues son reflejo del amor y la grandeza de Dios. Esa filigrana de raras bellezas paisajísticas está en conformidad con el rosario de cualidades que adornan a los ecuatorianos, gente hospitalaria y emprendedora, que reconoce que no hay progreso justo ni bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo. Sin esta exigencia irrenunciable, la vida pública se debilita en sus motivaciones y se corre también «el riesgo de que no se respeten los derechos humanos, bien porque se les priva de su fundamento trascendente, bien porque no se reconoce la libertad personal» (Caritas in veritate, 56). Dichos valores esenciales arraigan hondamente en la verdad del ser humano que, creado a imagen y semejanza de Dios, constituye de por sí el límite de todo poder político y, a la vez, la razón de su servicio. A este respecto, la historia enseña que el desconocimiento o tergiversación de esta verdad sobre el hombre es a menudo el pórtico de injusticias y totalitarismos. En cambio, cuando el Estado se dota de los instrumentos legislativos y jurídicos adecuados para que sea pródigamente salvaguardada y favorecida, el régimen de libertad y auténtica participación ciudadana se consolida, el tejido social se afianza y la asistencia a los más desprotegidos se fortalece.

4. Señor Embajador, si en el pasado de vuestra querida Nación, tan cercana al corazón del Papa, ha habido momentos de dificultad y zozobra, no han sido menores las virtudes humanas y cristianas de sus gentes, así como sus anhelos de superación, con sacrificios que evocan proficuas enseñanzas, cuyo cultivo ulterior se confía a los hombres de hoy, con vistas a la proyección de un futuro sereno y alentador. Las Autoridades ecuatorianas prestarán un gran servicio al País acrecentando ese insigne patrimonio humano y espiritual, del que podrán extraerse energías e inspiración para proseguir construyendo los pilares portantes de toda comunidad humana que se precie de esa denominación, como la defensa de la vida desde su concepción hasta su declive natural, la libertad religiosa, la libre expresión del pensamiento, así como las demás libertades civiles, por ser éstas la auténtica condición para una real justicia social. Ésta, a su vez, no podrá afirmarse sino a partir del apoyo y tutela, también en términos jurídicos y económicos, de la célula original de la sociedad, que no es otra que la familia establecida sobre la unión matrimonial de un hombre con una mujer. De fundamental trascendencia también serán aquellos programas destinados a erradicar el desempleo, la violencia, la impunidad, el analfabetismo y la corrupción. En la consecución de estos loables objetivos, los Pastores de la Iglesia son conscientes de que no han de entrar en el debate político, proponiendo soluciones concretas o imponiendo el propio comportamiento. Pero tampoco pueden ni deben permanecer neutrales ante los grandes problemas o aspiraciones del ser humano, ni ser indolentes a la hora de luchar por la justicia. Con el debido respeto a la pluralidad de opciones legítimas, su papel consiste más bien en iluminar con el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia las mentes y las voluntades de los fieles, para que escojan con responsabilidad las decisiones encaminadas a la edificación de una sociedad más armónica y ordenada.

5. Excelencia, una de las grandes metas que vuestros conciudadanos se han propuesto es la de lograr una amplia reforma del sistema educativo, desde los niveles primarios a los universitarios. La Iglesia en Ecuador tiene una fructífera historia en el área de la instrucción de la niñez y juventud, habiendo ejercido su obra docente con particular abnegación en regiones lejanas, incomunicadas y depauperadas de la Nación. Es de justicia que no se ignore esta ardua tarea eclesial, ejemplo de sana colaboración con el Estado. Antes bien, la comunidad cristiana desea seguir poniendo su larga experiencia en este campo al servicio de todos. Por ello, tiene su mano abierta para concurrir a la elevación del nivel cultural, que constituye un desafío prioritario para el recto progreso humano, lo cual reclama al mismo tiempo aquella libertad sin la cual la educación dejaría de ser tal. En efecto, la identidad más profunda de la escuela y la universidad no se agota en la mera transmisión de datos o informaciones útiles, sino que responde a la voluntad de infundir en los alumnos el amor a la verdad, que los conduzca hacia aquella madurez personal con que habrán de ejercer su papel de protagonistas del desarrollo social, económico y cultural del País. Al aceptar este reto, la Autoridad pública ha de garantizar el derecho que asiste a los padres, tanto de formar a sus hijos según sus propias convicciones religiosas y criterios éticos, como de fundar y sostener instituciones docentes. En esta perspectiva, es también importante que la Autoridad pública respete la identidad específica y la autonomía de las instituciones educativas y de la universidad católica, en consonancia con el modus vivendi, suscrito hace más de setenta años entre la República del Ecuador y la Santa Sede. Por otra parte, en virtud de sus derechos educativos, los padres tienen que contar con que la libertad de educación sea promovida también en las instituciones docentes estatales, donde la legislación seguirá asegurando la enseñanza religiosa escolar en el marco curricular correspondiente a los fines propios de la escuela en cuanto tal.

6. Señor Embajador, al concluir este encuentro que da inicio a vuestra misión de estrechar más todavía las ya fecundas relaciones entre la República del Ecuador y la Santa Sede, confío a Vuestra Excelencia, a su distinguida familia y al personal de esa Misión Diplomática a la amorosa intercesión de María Santísima, en su advocación de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche, celestial Patrona del Ecuador. A la Madre de Dios le suplico que acompañe a todos los hijos de esa hermosa tierra, para que se avive en ellos aquel pensamiento de vuestro egregio compatriota, el Dr. Eugenio de Santacruz y Espejo, que en los días de la independencia de la Nación, hace ahora doscientos años, exhortaba a todos los ecuatorianos a ser libres al amparo de la Cruz. Con estos sentimientos, imploro de Aquel que estuvo clavado en ella que proteja y bendiga a todos vuestros conciudadanos.

Vaticano, 22 de octubre de 2010





Discurso del embajador del Ecuador ante la Santa Sede, S. E. el Sr. Luis Dositeo LATORRE TAPIA

Santísimo Padre,

Tengo el altísimo honor de presentar a Su Santidad las Cartas Credenciales que me acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Ecuador ante la Santa Sede, en virtud del nombramiento que me otorgó el señor Presidente del Republica, Economista Rafael Correa Delgado.

De la misma manera, deseo hacerle llegar un saludo emocionado de mi Presidente y de todo el pueblo ecuatoriano, que ora diariamente por su salud y por el cumplimiento de las altas funciones que le ha correspondido desempeñar tan acertadamente.

Mi presencia ante Su Santidad solo tiene sentido por una gracia extraordinaria de nuestro Padre Dios, de una deferencia especial del Presidente, a quien conozco desde su infancia, y a la intercesión indiscutible de más de cuarenta familiares que dedicaron su vida al servicio de la comunidad, desde el Obispado, el sacerdocio y la vida religiosa.

Deseo resaltar, Santísimo Padre, el trabajo que viene realizando mi Gobierno en coordinación permanente con los pastores de la Iglesia, para promover y defender la dignidad humana de todos los ecuatorianos dentro y fuera del país, en el ámbito de su propia competencia.

La Iglesia desempeña un papel fundamental a través de la educación integral en los centros de enseñanza primaria, secundaria y universitaria y en la evangelización parroquial, con la participación, cada vez más numerosa, de los seglares comprometidos.

El Gobierno ecuatoriano está empeñado en la consecución de los mismos objetivos, a través de sus políticas de estado en los más amplios frentes, como son: la educación; la salud; la infraestructura educativa, hospitalaria, vial, portuaria, etc.

En el sector educativo, se ha ampliado la cobertura hacia los sectores más abandonados de la sociedad, no solo debido a la gratuidad de la enseñanza, sino también a la entrega de textos, uniformes y tecnología de punta en los centros existentes y en las Escuelas del Milenio, que se construyen en las diversas regiones del país.

En el campo de la salud, existe un esfuerzo notable dirigido a cubrir las necesidades tanto preventiva como curativa en los hospitales públicos, dotándoles de tecnología avanzada y de un mayor número de médicos en las distintas especialidades, además de mejorar la infraestructura y de construir nuevos centros de salud en los distintos poblados y en las zonas fronterizas, sobretodo colindantes con Colombia.

En lo referente a la infraestructura de comunicación, es de extraordinario el esfuerzo que se ha realizado para construir vías de larga duración y puentes como aquellos sobre el río Esmeraldas y de Bahía de Caráquez, el más largo del país, obras que en épocas recientes habrían parecido un sueño difícil de realizar. Adicionalmente, he de resaltar el interés especial que ha puesto el Presidente en las intercomunicaciones nacionales e internacionales, mediante la construcción de aeropuertos y el mejoramiento de los puertos marítimos existentes.

Es de especial interés para mi país, Santísimo Padre, lograr el respaldo moral de la Iglesia Universal a la Iniciativa Yasuní ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini), que pretende dejar bajo tierra más de ochocientos millones de barriles de petróleo, cuya extracción generaría un rendimiento de alrededor de siete mil doscientos millones de dólares, que buena falta le hace al país. Conscientes de que la vida humana es tanto o más importante que toda la riqueza que podamos generar, mi Gobierno está dispuesto a renunciar a tal beneficio, a cambio de una compensación, por parte de la comunidad internacional, de al menos el cincuenta por ciento del rendimiento calculado que producirían tales reservas. Tal sacrifico evitaría, asimismo, la contaminación del planeta con más de cuatrocientos millones de toneladas métricas de Dióxido de Carbono (CO2).

Santísimo Padre, su apoyo moral a tal Iniciativa será decisivo para que muchos Estados, organizaciones y personas particulares estén dispuestos a apoyar financieramente tal proyecto, que està en concordancia con la doctrina social de la Iglesia que, a imitación de Cristo, vino a darnos vida y vida en abundancia.

Santísimo Padre, recordemos que mi país fue el primero en el mundo en consagrarse a los corazones de Jesús y de María, de igual forma, es el primer país en plantear una propuesta sin precedentes, que significa el respeto incondicional a la vida del planeta, a través de la protección del ser humano, representado por las comunidades no contactadas de los Tagaeri y Taromenane, que habitan en e! Parque Yasuní; y la conservación de un área, reconocida como la más biodiversa del mundo.

Santísimo Padre, finalmente, deseo pedir su bendición para mi familia y mi comunidad ecuatoriana, que se encuentra dentro y fuera del país y que le ama profundamente. 








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