2010-10-18 17:08:30

Benedicto XVI reitera su gran dolor por los abusos sexuales con los que algunos sacerdotes han desfigurado su ministerio y subraya que sin Dios, “el hombre busca refugio en el alcohol o la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud”


Lunes, 18 oct (RV).- Con una Carta - como expresión de afecto y aliento - Benedicto XVI ha querido dirigirse en especial también a los seminaristas, con el reciente Año sacerdotal como telón de fondo. La densa misiva pontificia lleva la fecha de hoy, 18 de octubre de 2010, Fiesta de San Lucas, evangelista.

El Papa evoca cuando, en 1944, le llamaron al servicio militar y lo que él respondió al comandante de la compañía que preguntó a cada uno qué quería ser en el futuro. «Ser sacerdote católico», escribe Benedicto XVI y añade la réplica recibida: «En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas». Yo sabía - recuerda - que esta “nueva Alemania” estaba llegando a su fin y, que después de las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al país, habría más que nunca necesidad de sacerdotes».

Tras señalar que «hoy la situación es completamente distinta», pero hay mucha gente que piensa que el sacerdocio católico pertenece al pasado, el Papa destaca que «los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera».

«Donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente», reitera Benedicto XVI. «El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas. Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre».

«El seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal», asegura el Papa y señala algunos elementos importantes, que subdivide en siete puntos. En el primero escribe: «Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un “hombre de Dios”. Dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después del “Big Bang”». Dios se ha manifestado en Jesucristo, en cuyo rostro vemos el de Dios, que nos habla. El sacerdote no es el administrador de una asociación, que intenta mantener e incrementar. Es el mensajero de Dios entre los hombres.

Hay que «vivir en contacto permanente con Dios», gracias a la oración y a la escucha, explica Benedicto XVI. El punto dos lo dedica a los sacramentos. En particular, la Eucaristía. Y, el tres, al sacramento de la Penitencia.

«Sabed apreciar también la piedad popular, que es diferente en las diversas culturas, pero que a fin de cuentas es también muy parecida, pues el corazón del hombre después de todo es el mismo», alienta Benedicto XVI en el punto cuatro, y recuerda que «la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia». En el punto cinco, subraya la importancia del estudio. «La fe cristiana tiene una dimensión racional e intelectual esencial». Estudiar la Sagrada Escritura, a los Padres de la Iglesia, las cuestiones esenciales de la teología moral y de la doctrina social de la Iglesia, la teología ecuménica, las diversas comunidades cristianas, las grandes religiones y la filosofía. Sin olvidar el «derecho canónico». «Una sociedad sin derecho sería una sociedad carente de derechos. El derecho es una condición del amor». Y «sin la Iglesia que cree, la teología deja de ser ella misma y se convierte en un conjunto de disciplinas diversas sin unidad interior».

En el punto seis, el Papa subraya los años de seminario como periodo de maduración humana. Para el sacerdote, que deberá acompañar a otros en el camino de la vida y hasta el momento de la muerte, es importante un equilibrio justo entre corazón y mente, razón y sentimiento, cuerpo y alma, y que sea humanamente “íntegro”.

Refiriéndose a «la integración de la sexualidad en el conjunto de la personalidad», Benedicto XVI recuerda que «la sexualidad es un don del Creador, pero también una tarea que tiene que ver con el desarrollo del ser humano. Cuando no se integra en la persona, la sexualidad se convierte en algo banal y destructivo. En nuestra sociedad actual se ven muchos ejemplos de esto», reitera el Papa y añade: «recientemente, hemos constatado con gran dolor que algunos sacerdotes han desfigurado su ministerio al abusar sexualmente de niños y jóvenes. En lugar de llevar a las personas a una madurez humana y ser un ejemplo para ellos, han provocado con sus abusos un daño que nos causa profundo dolor y disgusto.

Debido a todo esto – escribe Benedicto XVI - «muchos podrán preguntarse, quizás también vosotros, si vale la pena ser sacerdote; si es sensato encaminar la vida por el celibato. Sin embargo, estos abusos, que son absolutamente reprobables, no pueden desacreditar la misión sacerdotal, que conserva toda su grandeza y dignidad. Gracias a Dios, todos conocemos sacerdotes convincentes, forjados por su fe, que dan testimonio de cómo en este estado, en la vida celibataria, se puede vivir una humanidad auténtica, pura y madura».

«Pero lo que ha ocurrido – asevera el Santo Padre - nos debe hacer más vigilantes y atentos, examinándonos cuidadosamente a nosotros mismos, delante de Dios, en el camino hacia el sacerdocio, para ver si es ésta su voluntad para mí. Es tarea de los confesores y de vuestros superiores acompañaros y ayudaros en este proceso de discernimiento. Un elemento esencial de vuestro camino es practicar las virtudes humanas fundamentales, con la mirada puesta en Dios manifestado en Cristo, dejándonos purificar por Él continuamente».

En el último punto de su carta - el siete - el Papa subraya que «el seminario es importante como comunidad en camino por encima de las diversas formas de espiritualidad». Y, renovando su gran aprecio por los movimientos, «don del Espíritu Santo a la Iglesia», añade que «sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva, una sola.

Benedicto XVI sella su carta reiterando su cercanía a los seminaristas especialmente en estos tiempos difíciles. Pide que recen por él, para que pueda desempeñar bien su servicio, hasta que el Señor quiera. Y confío el camino de preparación al sacerdocio a la maternal protección de María Santísima, cuya casa fue escuela de bien y de gracia.








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