2010-10-14 19:25:53

Benedicto XVI renueva su llamamiento a que surja una nueva generación de católicos que se comprometan en la actividad política sin complejos de inferioridad


Jueves, 14 oct (RV).- Benedicto XVI afirma en su mensaje con motivo del inicio este jueves de la Semana Social de los Católicos Italianos que “el bien común es aquello que construye y cualifica a la ciudad de los hombres, el criterio fundamental de la vida social y política”.

Partiendo del tema escogido para la Semana Social de este año “Católicos en la Italia de hoy. Una agenda de esperanza para el futuro del país”, el mensaje del Papa, dirigido al presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, cardenal Angelo Bagnasco, centra sus principales aspectos, no sólo en los problemas acarreados por la crisis económica, sino también las transformaciones culturales que afectan al mundo entero, la necesidad de una formación en los valores a las nuevas generaciones de católicos y la toma de conciencia frente a las causas del masivo fenómeno migratorio.

Sobre la coyuntura socioeconómica que atraviesa Italia tras la reciente crisis financiera, y que ha tenido como consecuencia la propagación del desempleo y la precariedad, sobretodo, entre los jóvenes, el Pontífice afirma que sin duda tales dificultades -que constituyen un obstáculo para la realización de los propios ideales-, pueden favorecer la desorientación, la desconfianza y, por ende, la resignación, la insensibilidad y la falta de compromiso en detrimento de una legítima inversión para el futuro.

Pero además, el Santo Padre reconoce que “no se trata sólo de un problema económico, sino sobretodo cultural que se revela en particular en la crisis demográfica, en las dificultades para valorizar plenamente el rol de las mujeres y en la debilidad de tantos adultos para concebirse y proponerse como educadores. En este contexto, el Papa reafirma la necesidad de reconocer y sostener con fuerza y hechos la insustituible función social de la familia en el corazón de la vida afectiva y de relaciones, además de lugar donde se asegura, más y mejor que en otros, el cuidado y la capacidad de transmisión del patrimonio de valores a las nuevas generaciones.

“Enfrentar los problemas actuales- escribe Benedicto XVI en su mensaje- tutelando al mismo tiempo la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, defendiendo la dignidad de la persona, salvaguardando el ambiente y promoviendo la paz, no es una tarea fácil, pero tampoco imposible si se mantiene firme la confianza en las capacidades del hombre, si se amplia el concepto de razón y de su uso, y si cada quien asume las propias responsabilidades.

Tras aclarar que esta responsabilidad no corresponde sólo a las autoridades publicas, es decir, político empresarios, organizaciones sindicales, sino a cada ciudadano de manera individual y asociada, el Papa recuerda que la Iglesia cuando se refiere al horizonte del bien común, que es la idea central de su doctrina social se refiere al bien de todos, no el buscado para sí mismos, en otras palabras explica que “el bien común es aquello que construye y cualifica a la comunidad de los hombres, el criterio fundamental de la vida social y política y el fin del actuar humano, es la exigencia de justicia y de caridad.

Por ello, Benedicto XVI renueva su llamamiento a que surja una nueva generación de católicos, personas interiormente renovadas que se comprometan en la actividad política sin complejos de inferioridad. Una presencia, que como afirma el Papa, no se improvisa, pero que debe tener como objetivo un camino de formación intelectual y moral que partiendo de las grandes verdades en torno a Dios, al hombre y al mundo, ofrezca criterios de juicio y principios éticos para interpretar el bien individual y de todos.

En particular, el Papa se refiriere al desafío educativo que ha asumido la iglesia italiana como una prioridad para formar conciencia cristianas maduras, es decir lejanas del egoísmo, de la avidez de bienes y el delirio por la carrera, y en su lugar, conciencias coherentes con la fe profesada, conocedoras de las dinámicas sociales y culturales de este tiempo y capaces de asumir responsabilidades públicas con profesionalidad y espíritu de servicio.

Volviendo a los temas que se tratarán durante la Semana Social de los católicos italianos, Benedicto XVI se refiere al fenómeno migratorio y la búsqueda de estrategias y reglas que favorezcan la inclusión de nuevos ciudadanos. Ante este fenómeno de proporciones imponentes, el Santo Padre recuerda que tras la fase de emergencia y acogida, es necesario pasar a una segunda fase que en el respeto de la legalidad tenga como fin la integración. En este sentido, el Pontífice observa también que todos, creyentes o no, deben hacer lo posible por erradicar aquellas situaciones de injusticia, de miseria y de conflicto que obligan a tantos hombres a emprender el camino del éxodo, y al mismo tiempo promover condiciones de inserción en nuestras tierras en el respeto de su dignidad y tradiciones culturales.

Benedicto XVI concluye su mensaje refiriéndose al tema de la Semana Social, una agenda de esperanza para el futuro del país, recordando que ésta nace de la convicción de que la historia está guiada por la Providencia divina y se abre a un amanecer que trasciende los horizontes del obrar humano.

La Semana Social de los católicos italianos, iniciativa de la Conferencia Episcopal, inició este jueves 14, en la ciudad italiana de Reggio Calabria, y concluirá el domingo 17 de octubre, con la celebración de la Santa Misa en la catedral, presidida por Mons. Vittorio Luigi Mondello, arzobispo de Reggio Calabria- Bova.

Unos 1200 delegados de 184 diócesis, entre ellos 300 jóvenes, 177 representantes de asociaciones y movimientos laicales, 66 obispos, 204 sacerdotes y más de treinta religiosos y religiosas, participaron en la apertura de esta Semana que lleva como tema “Católicos en la Italia de hoy. Una agenda de esperanza para el futuro del país”. Hoy, a las cuatro de la tarde la Asamblea Plenaria se abrió con el saludo del arzobispo de Reggio Calabria, Mons. Mondello, a quien siguieron las palabras del cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana.







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