Benedicto XVI agradece el concierto ofrecido en su honor en el Vaticano y subraya
que la obra de arte más bella del ser humano es cada acto de amor auténtico
Sábado, 2 oct (RV).- El Papa participó, en la tarde de ayer, en el Aula Pablo VI del
Vaticano, en el concierto que fue ofrecido en su honor por el Ente de Energía Eléctrica
de Italia, ENI, en concomitancia con los trabajos de restauración que está realizando
en la Basílica de San Pedro, después de haber realizado la memorable limpieza de la
fachada, admirada por millones de peregrinos durante el Jubileo del Año 2000, el Santo
Padre destacó la nueva obra que están llevando a cabo, «con maestría y fatiga». Luego,
sonriendo, el Santo Padre dijo que quizá este concierto era «para compensar los ruidos
que estos trabajos producen inevitablemente».
Poniendo de relieve la magnifica
ejecución y la belleza del programa del concierto y felicitando a los miembros de
la Orquesta y del Coro de la Academia Nacional de Santa Cecilia - dirigidos respectivamente
por el maestro Neeme Järvi y por el maestro Ciro Visco con Andrea Lucchesini al piano
– el Papa reflexionó sobre la música escuchada. La Sinfonía denominada La sorpresa”
de Haydn; el himno: “Cecilia, Virgen romana” de Arvo Pärt y la Fantasía coral en do
menor Opus 80 de Ludwig van Beethoven.
Obras – dijo Benedicto XVI - que hicieron
«resonar toda la riqueza y la potencia de la música sinfónica del periodo clásico
y romántico: con ella el genio humano compite con creatividad con la naturaleza, da
vida a armonías variadas y multiformes, donde también la voz humana es participe de
este lenguaje, que es como un reflejo de la gran sinfonía cósmica.... Forma que representa
una dimensión universal del arte, una manera de concebir al hombre y su lugar en el
mundo».
En lo que respecta a la obra de Pärt, el Papa señaló que «quiere dar
voz a otra realidad, que no pertenece al mundo natural: da voz al testimonio de la
fe en Cristo, que, en una palabra, se dice ‘martirio’. Por lo que es interesante que
este testimonio sea el que vivió santa Cecilia: una mártir que es también la patrona
de la música y del ‘bel canto’». Haciendo hincapié en que «el texto del martirio de
esta Santa y el estilo particular que lo interpreta en clave musical, parecen representar
el lugar y la misión de la fe en el universo», el Santo Padre destacó que «en medio
a las fuerzas vitales de la naturaleza, que están alrededor del hombre y también dentro
de él, la fe es una fuerza distinta, que responde a una palabra profunda, ‘que mana
del silencio’, como diría san Ignacio de Antioquía»:
«La palabra de la fe
tiene necesidad de un gran silencio interior, para escuchar y obedecer a una voz que
está ‘más allá’ de lo visible y lo tangible. Esta voz habla también ‘a través’ de
los fenómenos de la naturaleza, porque es la potencia que ha creado y gobierna el
universo; pero, para reconocerla se necesita un corazón humilde y obediente – como
nos enseña también la Santa de quien hoy hacemos memoria: santa Teresa del Niño Jesús.
La fe sigue esta voz profunda, allí donde el arte mismo no puede llegar por sí solo:
la sigue en el camino del testimonio, de la oferta de sí mismo por amor, como hizo
Cecilia. Entonces, la obra de arte más bella, la obra maestra del ser humano es cada
acto de amor auténtico, desde el más pequeño – en el martirio cotidiano – hasta el
sacrificio extremo. Aquí, la vida misma se hace canto: una anticipación de aquella
sinfonía que cantaremos juntos en el Paraíso».