Benedicto XVI pide a los nuevos obispos insertar su ministerio en una profunda perspectiva
de fe, porque no son meros burócratas o simples organizadores de la vida diocesana
Lunes, 13 sep (RV).- ‘Autoridad y caridad por el bien de la diócesis y de la sociedad,
afianzados en Cristo Maestro y Pastor, en fidelidad a la Iglesia y a la pureza de
la fe’. Benedicto XVI ha reflexionado, una vez más, sobre las responsabilidades episcopales,
recibiendo al final de esta mañana, en Castelgandolfo, a los pastores, nombrados recientemente
y provenientes de varios países del mundo, reunidos en Roma para el encuentro anual
promovido por las Congregaciones para los Obispos y para las Iglesias Orientales.
Destacando
la importancia de la peregrinación que han cumplido ante la tumba del Apóstol Pedro,
que se conformó en Cristo hasta la muerte y muerte de cruz, el Papa ha evocado las
expresiones iluminadoras de Santo Tomás de Aquino, que pueden constituir un verdadero
programa de vida para cada obispo. Pues comentando las palabras de Jesús sobre el
Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, este santo señala que el Señor les consagra
su persona, en el ejercicio de la autoridad y de la caridad. Se exigen ambas cosas,
que le obedezcan y que las ame. En efecto, la primera sin la segunda no es suficiente:
«La Constitución
dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, especifica que ‘El obispo, enviado por
el padre de familia a gobernar su familia, tenga siempre ante los ojos el ejemplo
del Buen Pastor, que vino no a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20,28; Mc 10,45)
y a dar la vida por sus ovejas (cf. Jn 10,11). Tomado de entre los hombres y rodeado
él mismo de flaquezas, puede apiadarse de los ignorantes y equivocados (Hb 5,1-2).
No se niegue a oír a sus súbditos, a los que, como a verdaderos hijos suyos, alimenta
y a quienes exhorta a cooperar animosamente con él. Consciente de que ha de dar cuenta
a Dios de sus almas (cf. Hb 13,17), trabaje con la oración, con la predicación y con
todas las obras de caridad tanto por ellos como por los que todavía no son de la única
grey, a los cuales tenga como encomendados en el Señor. Él mismo, siendo, como San
Pablo, deudor para con todos, esté dispuesto a evangelizar a todos’» (n.27)
Haciendo
hincapié en que la Iglesia es ‘esposa de Cristo y el Obispo – episkopos – es el ‘custodio’
de este misterio, Benedicto XVI ha señalado que ‘custodiar’ no quiere decir sólo conservar
lo que ya se estableció, aunque ese elemento nunca debe faltar, sino que incluye,
en su esencia, también el aspecto dinámico. Es decir, una perpetua y concreta tendencia
al perfeccionamiento, en plena armonía y continua adecuación a las exigencias nuevas,
manadas del desarrollo y del progreso de aquel organismo vivo que es la comunidad».
«Grandes son las
responsabilidades de un obispo por el bien de la diócesis pero también de la sociedad.
Está llamado a ser ‘fuerte y decidido, justo y sereno, para un discernimiento sapiencial
de las personas, de la realidad y de los acontecimientos, requerido por su tarea de
ser ‘padre, hermano y amigo’ en el camino cristiano y humano. El ministerio del obispo
se inserta en una profunda perspectiva de fe y no simplemente humana, administrativa
o de cariz sociológico. El obispo no es un mero gobernante, un burócrata o un simple
moderador y organizador de la vida diocesana. Son la paternidad y la fraternidad en
Cristo las que dan al superior la capacidad de crear un clima de confianza, de acogida,
de afecto, pero también de franqueza y de justicia».
Acogiendo con gran
alegría a los nuevos obispos, el Santo Padre había dirigido un agradecimiento y saludo
especial al cardenal Marc Ouellet, que comienza su servicio como prefecto de la Congregación
para los obispos con esta bella experiencia de comunión eclesial, entre los nuevos
pastores de la varias Iglesias particulares. El Papa ha dirigido también un saludo
cordial al cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la congregación para las Iglesias
Orientales y a cuantos han colaborado en la organización de este encuentro.