“Todo Pastor está llamado a transmitir, no verdades abstractas, sino el mensaje que
conjuga fe y vida”. Palabras de Benedicto XVI al presidir la misa en honor de León
XIII en Carpineto Romano
Domingo, 5 sept (RV). -Benedicto XVI se ha traslado esta mañana de Castelgandofo a
Carpineto Romano, pueblo natal del Papa León XIII. La visita apostólica a esta localidad
lacial en ocasión del bicentenario del nacimiento del Papa Vincenzo Gioacchino Pecci,
ha sido “muy breve y concentrada exclusivamente, -ha dicho el mismo Santo Padre- en
la celebración eucarística”, en la que encontramos todo: “la Palabra y el Pan de vida
eterna, que nutren la fe, la esperanza y la caridad”.
En su homilía, Benedicto
XVI ha puesto de relieve que llegaba a Carpineto Romano, siguiendo también las huellas
de sus amados predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, para conmemorar una circunstancia
especial: los 200 años del nacimiento del Papa Pecci, que nació en esta localidad,
el 2 de marzo 1810.
Pensando en la figura de León XIII y en la herencia que
nos ha legado, Benedicto XVI ha relacionado la memoria y magisterio de León XIII con
el tema general que emerge de las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy: “el primado
de Dios y de Cristo”. En los versículos del Evangelio de Lucas, Jesús declara tres
condiciones necesarias para ser sus discípulos: amarle a Él por encima de cualquier
otra persona y de la propia vida; llevar la propia cruz; y seguirle r enunciando
a todo.
En Jesucristo
encuentran respuesta las preguntas del hombre de cualquier tiempo que busca la verdad
sobre Dios y sobre sí mismo. Dios está fuera de nuestro alcance, y sus diseños son
inescrutables. Pero Él mismo ha querido revelarse, en la creación y sobre todo en
la historia de la salvación, hasta que en Cristo ha manifestado plenamente a Sí mismo
y su voluntad.
Esta llamada fundamental de la Palabra de Dios, hace pensar
en dos aspectos de la vida y del ministerio de vuestro venerado conciudadano que hoy
conmemoramos”, ha dicho el Papa a la población de Carpineto Romano. “Sobre todo fue
un hombre de gran fe y de profunda devoción”.
Sin la
oración, es decir, sin la unión interior con Dios, no podemos hacer nada, como dijo
claramente Jesús a sus discípulos durante la Última Cena. Las palabras y los actos
del Papa Pecci dejaban traslucir su íntima religiosidad; y esto encontró correspondencia
también en su propio Magisterio: entre sus numerosísimas Encíclicas y Cartas Apostólicas,
engastadas como en un collar, están aquellas propiamente espirituales, dedicadas sobre
todo al incremento de la devoción mariana, especialmente mediante el Santo Rosario.
Pero
encontramos también los Documentos sobre Cristo Redentor, sobre el Espíritu Santo,
sobre la consagración al Sagrado Corazón, sobre la devoción a San José, a San Francisco
de Asís, ha dicho el Papa de su predecesor. Todos elementos diversos que tienen una
única realidad común: el amor de Dios y de Cristo, sobre el que nada hay que anteponer.
Y esta fue la cualidad que Vincenzo Gioacchino Pecci asimiló aquí en su pueblo natal,
de sus padres y de su parroquia. Pero hay un segundo aspecto que deriva también del
primado de Dios y de Cristo: el concepto de “sapiencia cristiana”.
Todo Pastor
está llamado a transmitir al pueblo de Dios, no verdades abstractas, sino una sapiencia,
una sabiduría, es decir un mensaje que conjugue fe y vida, verdad y realidad concreta.
El Papa León XIII, con la asistencia del Espíritu Santo, fue capaz, de hacer esto
en un periodo histórico entre los más difíciles para la Iglesia, permaneciendo fiel
a la tradición y, al mismo tiempo, midiéndose en su época con las grandes cuestiones
abiertas.
Después de haber considerado el fundamento, es decir, la fe
y la vida espiritual y el cuadro general del mensaje de León XIII, Benedicto XVI ha
hecho hincapié en el magisterio social, hecho famoso por su celebérrima y siempre
actual encíclica Rerum novarum.
A este punto Benedicto XVI ha querido trazar
un cuadro del contexto histórico en el que le tocó vivir al Papa León XIII. Europa
en aquella época se resentía de la tempestad napoleónica, que siguió a la Revolución
francesa. La Iglesia y numerosas expresiones de la cultura cristiana fueron puestas
radicalmente en discusión. Por ejemplo, no se contaban los años a partir del nacimiento
de Cristo, sino a partir de la nueva era revolucionaria, se sacaron los nombres de
los santos de los calendarios, de las calles, de las ciudades.
Sin embargo,
las poblaciones rurales, que no eran favorables a estos cambios, quedaron sujetas
a la tradición religiosa. La vida cotidiana era dura y difícil. Las condiciones sanitarias
y alimentarias muy carentes. Mientras tanto iba desarrollándose la industria en las
grandes ciudades y con ella el movimiento obrero, cada vez más organizado políticamente.
El magisterio
de la Iglesia, a su nivel más alto, fue empujado y ayudado por las reflexiones y por
las experiencias locales a elaborar una lectura global y de perspectiva de la nueva
sociedad y de su bien común. Así en 1878, cuando León XIII fue elegido al solio pontificio,
se sintió llamado a llevarla a cumplimiento, a la luz de sus amplios conocimientos
de alcance internacional, pero también llevado por las muchas iniciativas realizadas
ya por parte de las comunidades cristianas y los hombres y mujeres de Iglesia.
De hecho como ha recordado Benedicto XVI fueron decenas y decenas los
santos y los beatos que fueron consagrados en aquel tiempo, a caballo entre el siglo
XIX y XX, y que intentaron experimentar con “la fantasía de la caridad”, abriendo
múltiples caminos para actuar el mensaje evangélico dentro de las nuevas realidades
sociales que nacían.
Fueron
sin duda estas iniciativas, con los sacrificios y las reflexiones de estos hombres
y mujeres los que prepararon el terreno de la encíclica Rerum novarum, y los otros
documentos sociales de Papa Pecci. Ya desde que había sido nuncio apostólico en Bélgica,
él había comprendido que la cuestión social se podía afrontar positivamente y eficazmente
con el dialogo y la mediación. En una época de áspero anticlericalismo y de encendidas
manifestaciones contra el Papa, León XIII supo guiar y sostener a los católicos en
el camino de una participación constructiva, rica de contenidos, firme sobre los principios
y capaz de apertura.
Al término de la misa en Carpineto Romano, Benedicto
XVI ha saludado a las autoridades civiles y religiosas y ha regresado de nuevo a su
residencia estiva en Castelgandolfo.