“Dios ha venido al mundo para despertar en nosotros la sed de las “cosas grandes”,
palabras del Papa a los participantes en el encuentro para la amistad entre los pueblos
Domingo, 22 ago (RV).- El Santo Padre ha enviado un mensaje a los participantes en
la trigésimo primera edición de Rimini y que se ha leído al final de la Santa Misa.
Hoy ha dado comienzo en esta localidad italiana el “Encuentro para la amistad entre
los pueblos”. Es la cita anual de la fundación Comunión y Liberación que de este modo
prosigue sus reflexiones sobre el hombre y su destino, interrogándose sobre la esencia
de la naturaleza humana, el origen de la tendencia hacia lo trascendente, el tema
de este encuentro es “Aquella naturaleza que nos impulsa a desear cosas grandes pertenece
al corazón”.
En el Mensaje del Santo Padre, firmado por el Card. Secretario
de Estado Tarcisio Bertone y enviado a Mons. Francesco Lambiasi, Obispo de Rimini
tras manifestar el placer de transmitir el saludo de Benedicto XVI, ha aludido al
título de esta manifestación, que nos recuerda que en el fondo de la naturaleza de
todos hombre se encuentra la irreprimible inquietud que le empuja a la búsqueda de
alguna cosa que pueda satisfacer este su anhelo. “El hombre sabe que no puede responder
por si solo a sus propias necesidades”. Necesita abrirse al otro, a cualquier cosa
o a alguien, que pueda darle aquello que le falta. Debe salir de si mismo hacia aquello
que esté a la altura de colmar la amplitud de su deseo.
Como bien subraya el
título del Meeting, cualquier cosa no es la meta última del corazón del hombre, solamente
las “cosas grandes”. Y el Santo Padre tras advertir que el hombre se ve tentado por
las cosas que satisface la inmediatez pero al mismo tiempo tan limitadamente ilusorias,
ha aludido al evangelio de las tentaciones de Jesús cuando el diablo insinúa que “el
pan” como satisfacción material, puede llenar al hombre. Esta es una mentira peligrosa,
dice el Papa en su mensaje, porque contiene solamente una parte de verdad y Jesús
desvela con su respuesta la falsedad de esta posición: “Sólo Dios basta”. Él solamente
sacia el hambre profunda del hombre, quien ha encontrado a Dios, ha encontrado todo
y, citando a San Agustín, ha recordado que “nuestro corazón está inquieto hasta que
no descansa en Ti” (S. Agustín, Las confesiones, I, 1).
Dios, ha venido al
mundo, manifiesta Benedicto XVI a los participantes en este encuentro de Rimini, para
despertar en nosotros la sed de las “cosas grandes”. Esto se ve en la página evangélica
de inagotable riqueza que narra el encuentro de Jesús con la samaritana del que san
Agustín nos ha dejado un comentario luminoso. Aquella mujer como hacia habitualmente
fue a sacar agua del pozo de Jacob y se encontró a Jesús sentado, “cansado del viaje”,
en el calor del mediodía y después de haberle pedido beber, es Jesús mismo el que
le ofrece el agua, no una cualquiera sino una “agua viva” capaz de aplacar la sed.
Dios tiene sed de nuestra sed de él, el Espíritu Santo, simbolizado por el “agua
viva” de la que habla Jesús es precisamente aquel poder vital que aplaca la sed más
profunda del hombre y le da la vida total, aquella vida que él busca y espera sin
conocerla. Benedicto XVI también se refiere en su mensaje a los participantes en el
encuentro Comunión y Liberación a los discípulos de Emaús que viven ante Jesús la
misma experiencia y es también el Señor el que hace “arder el corazón” a los dos discípulos
mientras caminaban “con el rostro triste”. Los discípulos de Emaús al retomar vida
al llegar a casa “insistieron” para que permaneciese con ellos: “Permanece con nosotros
Señor”. Es la expresión del deseo que palpita en el corazón de todo ser humano. Este
deseo de “cosas grandes” debe transformarse en oración. Los Padres sostenían que rezar
no es otra cosa que cambiarse en deseo vehemente del Señor. En un bellísimo texto
-continua aludiendo Benedicto XVI a San Agustín- define la oración como expresión
de deseo y afirma que Dios responde ensanchando nuestro corazón. A este punto el
Santo Padre en el mensaje subraya que a Dios se lo podemos pedir todo, todo aquello
que es bueno. La bondad y la potencia de Dios no conocen límite entre cosas grandes
y pequeñas, materiales y espirituales, terrenales y celestiales. En el dialogo con
Él -llevando nuestra vida ante sus ojos, aprendemos a desear las cosas buenas, en
definitiva, a Dios mismo. También el Santo Padre hablando de la oración ha aludido
en su mensaje a Santo Tomás de Aquino.
A cinco años del fallecimiento de Mon.
Luigi Giussani, el Sumo Pontífice se une espiritualmente a los que se adhieren al
movimiento de Comunión y Liberación y -como recordó durante la audiencia del 24 de
marzo de 2007 en la plaza de San Pedro- “Don Giussiani se comprometió a despertar
en los jóvenes el amor a Cristo, camino, verdad y vida, repitiendo que solo Él es
el camino hacia la realización de los deseos más profundos del corazón del hombre“.
Al encomendar a los participantes en el meeting estas reflexiones deseando que
sirvan de ayuda para conocer, encontrar y amar cada vez más al Señor y testimoniar
en nuestro tiempo que “las grandes cosas” a las que anhela el corazón humano se encuentran
en Dios. Benedicto XVI asegura su oración y envía tanto al obispo como a los responsables
y organizadores y a todos los presentes, la bendición apostólica.