2010-08-22 13:11:39

“Dios ha venido al mundo para despertar en nosotros la sed de las “cosas grandes”, palabras del Papa a los participantes en el encuentro para la amistad entre los pueblos


Domingo, 22 ago (RV).- El Santo Padre ha enviado un mensaje a los participantes en la trigésimo primera edición de Rimini y que se ha leído al final de la Santa Misa. Hoy ha dado comienzo en esta localidad italiana el “Encuentro para la amistad entre los pueblos”. Es la cita anual de la fundación Comunión y Liberación que de este modo prosigue sus reflexiones sobre el hombre y su destino, interrogándose sobre la esencia de la naturaleza humana, el origen de la tendencia hacia lo trascendente, el tema de este encuentro es “Aquella naturaleza que nos impulsa a desear cosas grandes pertenece al corazón”.

En el Mensaje del Santo Padre, firmado por el Card. Secretario de Estado Tarcisio Bertone y enviado a Mons. Francesco Lambiasi, Obispo de Rimini tras manifestar el placer de transmitir el saludo de Benedicto XVI, ha aludido al título de esta manifestación, que nos recuerda que en el fondo de la naturaleza de todos hombre se encuentra la irreprimible inquietud que le empuja a la búsqueda de alguna cosa que pueda satisfacer este su anhelo. “El hombre sabe que no puede responder por si solo a sus propias necesidades”. Necesita abrirse al otro, a cualquier cosa o a alguien, que pueda darle aquello que le falta. Debe salir de si mismo hacia aquello que esté a la altura de colmar la amplitud de su deseo.

Como bien subraya el título del Meeting, cualquier cosa no es la meta última del corazón del hombre, solamente las “cosas grandes”. Y el Santo Padre tras advertir que el hombre se ve tentado por las cosas que satisface la inmediatez pero al mismo tiempo tan limitadamente ilusorias, ha aludido al evangelio de las tentaciones de Jesús cuando el diablo insinúa que “el pan” como satisfacción material, puede llenar al hombre. Esta es una mentira peligrosa, dice el Papa en su mensaje, porque contiene solamente una parte de verdad y Jesús desvela con su respuesta la falsedad de esta posición: “Sólo Dios basta”. Él solamente sacia el hambre profunda del hombre, quien ha encontrado a Dios, ha encontrado todo y, citando a San Agustín, ha recordado que “nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en Ti” (S. Agustín, Las confesiones, I, 1).

Dios, ha venido al mundo, manifiesta Benedicto XVI a los participantes en este encuentro de Rimini, para despertar en nosotros la sed de las “cosas grandes”. Esto se ve en la página evangélica de inagotable riqueza que narra el encuentro de Jesús con la samaritana del que san Agustín nos ha dejado un comentario luminoso. Aquella mujer como hacia habitualmente fue a sacar agua del pozo de Jacob y se encontró a Jesús sentado, “cansado del viaje”, en el calor del mediodía y después de haberle pedido beber, es Jesús mismo el que le ofrece el agua, no una cualquiera sino una “agua viva” capaz de aplacar la sed.  Dios tiene sed de nuestra sed de él, el Espíritu Santo, simbolizado por el “agua viva” de la que habla Jesús es precisamente aquel poder vital que aplaca la sed más profunda del hombre y le da la vida total, aquella vida que él busca y espera sin conocerla. Benedicto XVI también se refiere en su mensaje a los participantes en el encuentro Comunión y Liberación a los discípulos de Emaús que viven ante Jesús la misma experiencia y es también el Señor el que hace “arder el corazón” a los dos discípulos mientras caminaban “con el rostro triste”. Los discípulos de Emaús al retomar vida al llegar a casa “insistieron” para que permaneciese con ellos: “Permanece con nosotros Señor”. Es la expresión del deseo que palpita en el corazón de todo ser humano. Este deseo de “cosas grandes” debe transformarse en oración. Los Padres sostenían que rezar no es otra cosa que cambiarse en deseo vehemente del Señor. En un bellísimo texto -continua aludiendo Benedicto XVI a San Agustín- define la oración como expresión de deseo y afirma que Dios responde ensanchando nuestro corazón.  A este punto el Santo Padre en el mensaje subraya que a Dios se lo podemos pedir todo, todo aquello que es bueno. La bondad y la potencia de Dios no conocen límite entre cosas grandes y pequeñas, materiales y espirituales, terrenales y celestiales. En el dialogo con Él -llevando nuestra vida ante sus ojos, aprendemos a desear las cosas buenas, en definitiva, a Dios mismo. También el Santo Padre hablando de la oración ha aludido en su mensaje a Santo Tomás de Aquino.

A cinco años del fallecimiento de Mon. Luigi Giussani, el Sumo Pontífice se une espiritualmente a los que se adhieren al movimiento de Comunión y Liberación y -como recordó durante la audiencia del 24 de marzo de 2007 en la plaza de San Pedro- “Don Giussiani se comprometió a despertar en los jóvenes el amor a Cristo, camino, verdad y vida, repitiendo que solo Él es el camino hacia la realización de los deseos más profundos del corazón del hombre“.
 Al encomendar a los participantes en el meeting estas reflexiones deseando que sirvan de ayuda para conocer, encontrar y amar cada vez más al Señor y testimoniar en nuestro tiempo que “las grandes cosas” a las que anhela el corazón humano se encuentran en Dios. Benedicto XVI asegura su oración y envía tanto al obispo como a los responsables y organizadores y a todos los presentes, la bendición apostólica.







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