Carta del Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos a los
obispos y sacerdotes de China Continental.
Jueves, 29 jul (RV).- Se ha dado a conocer el contenido de la carta que el cardenal
Ivan Dias, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, dirigió
el pasado 5 de julio a los obispos y a los sacerdotes de China Continental, firmada
también por el secretario del dicasterio, Mons. Robert Sarah.
En la misiva,
el purpurado manifiesta el afecto hacia esta Iglesia que puede gloriarse de un testimonio
heroico en medio de muchas tribulaciones y sufrimientos en los últimos cincuenta años.
Del documento cabe destacar tres motivos:
El primero es “una palabra de aliento
en el fatigoso compromiso pastoral” que llevan adelante los ministros. Se trata de
un reconocimiento de los desafíos sociales, materiales y espirituales que los ministros
ordenados tienen que afrontar en el desarrollo de su misión pastoral. También se señala
como un modelo a San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, que supo identificarse
e imitar a Cristo, Supremo Pastor de nuestras almas, en la falta de estructuras, en
medio de las dificultades de su tiempo y en la pobreza de su persona. El sacerdote
–escribe el cardenal Ivan Dias– debe ser un hombre de Dios y un hombre para los demás
hombres. E indica que ambas dimensiones están íntimamente relacionadas y son indispensables.
El segundo motivo no es tanto la “recuperación”, sino más bien la “consolidación
de la unidad de la Iglesia en China”. En efecto, el Prefecto de la Congregación para
la Evangelización de los Pueblos recuerda en su carta a cuantos han trabajado en estos
años “con delicadeza y pasión” por esta causa que está ya mostrando sus frutos. Y
reconoce con satisfacción “los esfuerzos realizados y los que se están realizando”.
Al mismo tiempo, recordando algunas frases de la homilía que el Santo Padre Benedicto
XVI pronunció en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el pasado 29
de junio, afirma que cualquier división de la Comunidad eclesial es un pecado, y que
la unidad tiene necesidad del seguimiento radical de Cristo, que ha rezado y reza
con nosotros al Padre para que todos seamos uno.
El tercer motivo es una mirada
serena al futuro de esta historia, que ciertamente es guiada por el amor providencial
de Dios. Así como las generaciones pasadas han sabido dar un valeroso testimonio de
Cristo y de la unidad de la Iglesia, del mismo modo las comunidades cristianas de
hoy –escribe el purpurado- deben dar testimonio y anunciar el Evangelio de Jesucristo
a las multitudes que tienen “hambre y sed de Dios”. Y concluye afirmando que en el
corazón de María Santísima, Auxilio de los cristianos, encontraremos la fuerza y el
modelo para realizar esta misión; mientras formula su deseo de que en esta importante
y ardua tarea los asista el ejemplo luminoso del padre Matteo Ricci, inolvidable misionero
en China, que hace cuatro siglos regresó “al Reino del Señor del cielo”.