El Papa recuerda a los prelados de Brasil que los obispos, como guías del pueblo cristiano,
tienen que promover la participación de todos los fieles en la edificación de la Iglesia
Sábado, 19 jun (RV).- Los obispos, sucesores de los Apóstoles, tienen la triple función
de enseñar la alegría de la fe auténtica, de santificar y de gobernar al pueblo de
Dios, en comunión con el obispo de Roma y la Iglesia universal. Lo ha reiterado Benedicto
XVI, en su cordial saludo a los miembros de la Conferencia Episcopal de Brasil, pertenecientes
a la segunda región Este – en los estados de Espíritu Santo y Minas Gerais - que
esta mañana han concluido su visita ad Limina Apostolorum. Visita quinquenal, que
da siempre la oportunidad al Santo Padre de reflexionar sobre los desafíos y esperanzas
de las diócesis respectivas de los obispos que la cumplen.
«Llamados
a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor
nuestro, de nosotros y de ellos, gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro
y del Señor Jesucristo», Con estas palabras del apóstol Pablo, en la primera carta
a los Corintios (1 Cor 1,2-3), el Santo Padre ha acogido con gran afecto a los hermanos
en el episcopado de la Iglesia que peregrina en Brasil.
Recordando,
hoy una vez más, que los obispos - «como maestros y doctores de la fe – tienen la
misión de enseñar con audacia la verdad, que se debe creer y vivir, presentándola
de forma auténtica», Benedicto XVI ha evocado sus palabras del discurso inaugural
de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida.
Haciendo hincapié en que la Iglesia tiene la gran tarea de conservar y alimentar la
fe del pueblo de Dios y de recordar también a los fieles que, en virtud de su bautismo,
están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, el Papa ha alentado así
a los prelados brasileños:
«Ayudad pues a los fieles confiados a vuestros
cuidados pastorales a descubrir la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente
por Dios, que entregó a su Hijo para nuestra salvación. Como bien sabéis, creer consiste
sobre todo en abandonarse a este Dios que nos conoce y ama personalmente, aceptando
la Verdad que Él reveló en Jesucristo, con la actitud que nos lleva a tener confianza
en Él como revelador del Padre. Queridos hermanos, tened gran confianza en la gracia
y sabed infundir esta confianza en vuestro pueblo, para que la fe sea siempre guardada,
defendida y transmitida en su pureza e integridad».
«Como administradores
del supremo sacerdocio, tenéis que procurar que la liturgia sea verdaderamente una
epifanía del misterio. Es decir, expresión de naturaleza genuina de la Iglesia, que
activamente presta culto a Dios, por Cristo en el Espíritu Santo», ha señalado también
el Papa: «De todos los deberes de vuestro ministerio, ‘el más imperioso e importante
es la responsabilidad en lo que concierne a la celebración de la Eucaristía’».
Y
tras reiterar en este contexto, lo que establece la Exhortación Apostólica posinodal,
Pastores gregis, de su predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II, ‘sobre el obispo
servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo’, Benedicto XVI ha
animado nuevamente a los obispos a impulsar el encuentro personal con Cristo: «El
‘munus’ de santificar que recibisteis os impone asimismo ser promotores y animadores
de la oración en la ciudad humana, a menudo agitada, ruidosa y que se olvida de Dios:
debéis crear lugares y ocasiones de oración, donde en silencio, escuchando a Dios
en oración personal y comunitaria, el hombre pueda encontrar y hacer la experiencia
viva de Jesucristo, que revela el rostro auténtico del Padre. Es preciso que las parroquias
y los santuarios, los ambientes de educación y de sufrimiento, así como las familias
se vuelvan lugares de comunión con el Señor».
Asimismo, los obispos
como guías del pueblo cristiano, tienen que promover la participación de todos los
fieles en la edificación de la Iglesia, gobernando con corazón de siervo humilde y
de pastor afectuoso, teniendo como meta la gloria de Dios y la salvación de las almas.
Es un derecho y un deber: «En virtud del munus de gobernar, el obispo está llamado
también a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a sus cuidados
pastorales, a través de leyes, directivas y sugerencias, como está previsto en la
disciplina universal de la Iglesia. Este derecho y deber es muy importante para que
la comunidad diocesana permanezca unida en su interior y camine en sincera comunión
de fe, de amor y de disciplina con el obispo de Roma y con toda la Iglesia. Por ello,
no os canséis de alimentar en los fieles el sentido de pertenencia a la Iglesia y
la alegría de la comunión fraterna».
Antes de terminar su denso discurso
a los queridos hermanos en el episcopado de Brasil, Benedicto XVI se ha referido a
la importancia de la santidad: «El gobierno del obispo sólo será pastoralmente provechoso
‘si goza del apoyo de una buena credibilidad moral, que deriva de su santidad de vida.
Esta credibilidad predispondrá las mentes para acoger el Evangelio anunciado por él
en su Iglesia y también las normas que establece para el pueblo de Dios. Por ello,
plasmado interiormente por el Espíritu Santo, cada uno de vosotros hágase todo para
todos, proponiendo la verdad de la fe, celebrando los sacramentos de nuestra santificación
y testimoniando la caridad del Señor. Acoged con el corazón abierto a cuantos llaman
a vuestra puerta: aconsejad, consolad y sostened en el camino de Dios, procurando
guiar a todos por aquella unidad en la fe y en el amor del cual, por voluntad del
Señor, debéis ser principio y fundamento visible de vuestras diócesis»