La Santa Sede denuncia la alarmante cifra de mortalidad materna en el mundo
Miércoles, 16 jun (RV).- La experiencia y el compromiso de la Iglesia en la ayuda
de las madres y de los recién nacidos especialmente a través de sus hospitales, maternidades
y clínicas pediátricas, son lo suficientemente datadas y conocidas como para que la
Santa Sede exprese su urgente preocupación ante el alarmante número de muertes maternas
que se siguen produciendo en el mundo -más de 350 mil al año- especialmente entre
los más pobres, marginados y desprotegidos de la población.
Así lo expresó
el arzobispo Silvano Tomasi, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, en
Ginebra en su intervención durante la décima cuarta sesión del Consejo de Derechos
Humanos de Naciones Unidas. El enfoque planteado por la Santa Sede sobre la mortalidad
materna es integral, ya que da prioridad a los derechos de la madre y el niño, tanto
de los nacidos como de los que están por nacer.
Monseñor Tomasi explicó que
existe una relación sorprendente, entre las estadísticas relacionadas a la mortalidad
materna y a la mortalidad neonatal, las cuales indican que muchas de las medidas encaminadas
a combatir la mortalidad materna, de hecho, también contribuyen a una ulterior reducción
de la mortalidad infantil.
Teniendo en cuenta que cada año tres millones nacen
muertos, otros tres millones mueren durante su primera semana de vida y casi 2 millones
y medio durante su primer año de vida, el prelado vaticano apuntó que sin embargo,
la reducción de la mortalidad materna en las últimas décadas ha sido posible debido
a la mayor renta per cápita, la mejoría de la educación para las mujeres y la creciente
disponibilidad de atención médica básica, incluyendo a las "parteras".
En
particular, el observador permanente ante la Santa Sede puso de relieve que un estudio
reciente sobre la mortalidad materna en África ha sugerido que la mortalidad podría
reducirse considerablemente si las madres seropositivas tuvieran acceso a medicamentos
antirretrovirales.
En otra palabras, la disponibilidad de atención obstétrica
de emergencia, incluyendo la asistencia pre y postnatal, el transporte adecuado a
las estructuras médicas, la preparación de parteras, el suministro de sangre limpia
y de agua potable, antibióticos apropiados y la introducción de una edad mínima de
18 años para contraer matrimonio, son todas las medidas que se podrían beneficiar
tanto a las madres y a sus hijos.
Tras hacer un llamado a la comunidad internacional
para una efectiva promoción del derecho a la salud y del acceso a los medicamentos,
Monseñor Tomasi recalcó que las políticas encaminadas a combatir la mortalidad materna
y la mortalidad infantil necesitan sobre todo un delicado equilibrio entre los derechos
de la madre y del niño, ambos portadores de derechos, de los cuales el primero de
todos, el derecho a la vida.