Visita de Benedicto XVI a la catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias, como
una peregrinación simbólica a cada iglesia de Chipre
Domingo, 6 jun (RV).- La primera actividad de la tarde de Benedicto XVI ha sido la
visita a la catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias, con cuya visita el
Papa ha querido peregrinar simbólicamente a cada iglesia maronita de la isla, como
manifestación de su cercanía “a todos los fieles de estas comunidades tan antiguas”.
Una iglesia catedral que, como ha subrayado el Santo Padre “representa por diversos
aspectos la verdadera historia, larga y rica, a veces turbulenta, de la comunidad
maronita en Chipre”.
“Los maronitas llegaron a estas orillas en diversos períodos
a lo largo de los siglos y a menudo sufrieron duras pruebas por permanecer fieles
a su específica herencia cristiana. Sin embargo, y auque su fe ha sido acrisolada
como el oro por el fuego (cf. 1 P 1, 7), han perseverado en la fe de sus padres, una
fe que en este momento ha pasado a vosotros, Maronitas Chipriotas de hoy. Os exhorto
a valorar como un tesoro esta gran herencia, este regalo precioso”.
Un edificio,
el de la Catedral, que también recuerda una importante verdad espiritual: que somos
piedras vivas que entramos “en la construcción del templo del Espíritu formando un
sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo”
(1 P 2,5).
“Junto con todos los cristianos del mundo, somos parte de este gran
templo que es el Cuerpo Místico de Cristo. Nuestro culto espiritual, ofrecido en muchas
lenguas, en tantos lugares y en una hermosa variedad de liturgias, es una expresión
de la única voz del Pueblo de Dios, unido en oración y en agradecimiento a él, en
una comunión permanente de unos con otros”.
Crónica de la visita
SALUDO
COMPLETO
Queridos hermanos y hermanas en Cristo
Me
es muy grato realizar esta visita a la Catedral de Nuestra Señora de las Gracias.
Agradezco al Arzobispo Youssef Soueif las amables palabras de bienvenida que me ha
dirigido en nombre de la comunidad Maronita de Chipre y os saludo a todos cordialmente
con las palabras del Apóstol: “La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre,
y del Señor Jesucristo sean con vosotros” ( 1 Co 1,3).
Con la visita
a este edificio, peregrino espiritualmente a cada iglesia maronita de la isla. Os
aseguro que, con el afecto de un padre, me siento cercano a todos los fieles de estas
comunidades tan antiguas.
Esta Iglesia Catedral representa por diversos
aspectos la verdadera historia, larga y rica, a veces turbulenta, de la comunidad
maronita en Chipre. Los maronitas llegaron a estas orillas en diversos períodos a
lo largo de los siglos y a menudo sufrieron duras pruebas por permanecer fieles a
su específica herencia cristiana. Sin embargo, y auque su fe ha sido acrisolada como
el oro por el fuego (cf. 1 P 1, 7), han perseverado en la fe de sus padres, una fe
que en este momento ha pasado a vosotros, Maronitas Chipriotas de hoy. Os exhorto
a valorar como un tesoro esta gran herencia, este regalo precioso.
El
edificio de esta Catedral nos recuerda también una importante verdad espiritual. San
Pedro afirma que los cristianos somos piedras vivas que entramos “en la construcción
del templo del Espíritu formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales
que Dios acepta por Jesucristo” (1 P 2,5). Junto con todos los cristianos del mundo,
somos parte de este gran templo que es el Cuerpo Místico de Cristo. Nuestro culto
espiritual, ofrecido en muchas lenguas, en tantos lugares y en una hermosa variedad
de liturgias, es una expresión de la única voz del Pueblo de Dios, unido en oración
y en agradecimiento a él, en una comunión permanente de unos con otros. Esta comunión,
que tanto apreciamos, nos impulsa a llevar la Buena Noticia de nuestra nueva vida
en Cristo a toda la humanidad.
Ésta es la tarea que comparto hoy con
vosotros: suplico para que vuestra Iglesia, en unión con todos vuestros pastores y
con el Obispo de Roma, crezca en santidad, en fidelidad al Evangelio y en amor por
el Señor y por todos.
A la vez que os encomiendo a vosotros y a vuestras
familias, especialmente a vuestros queridos niños, a la intercesión de San Marón,
imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.