En la conclusión del mes de mayo, el Papa invita a seguir el ejemplo de María recordando
que Europa y el mundo entero tienen necesidad de Jesús
Martes, 1 jun (RV).- Benedicto XVI cerró el mes mariano asegurando que la Visitación
de María es un autentico viaje misionero, al que estamos llamados como cristianos
en un mundo que tiene nostalgia de Jesús, aunque parezca ignóralo y rechazarlo.
La
responsabilidad de la misión evangelizadora, que se nos ha confiado como cristianos,
centró las palabras de Benedicto XVI al concluir el tradicional Rezo del Rosario,
en los Jardines Vaticano, con el que concluye el mes mariano. Hacia las ocho de la
noche, tuvo lugar la procesión que partió desde la iglesia de San Esteban de los Abisinios
hasta la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes. Tras la Liturgia de la Palabra presidida
por el cardenal Angelo Comastri, vicario general de Su Santidad para la Ciudad del
Vaticano, el Pontífice dirigió sus palabras a los fieles presentes e impartió su
Bendición Apostólica.
Partiendo de la fiesta litúrgica de ayer de la Visitación
de María a su prima Isabel, el Papa reflexionó sobre su ejemplo y significado para
nuestro camino como creyentes y para el camino de la misma Iglesia, que es por naturaleza
misionera y está llamada a anunciar siempre el Evangelio y transmitir la fe a cada
hombre y mujer, en cada cultura y dondequiera. “El de María es un auténtico
viaje misionero. Es un viaje que la conduce lejos de casa, la arroja en el mundo,
en lugares extraños a sus costumbres cotidianas, la hace llegar, en cierto modo, hasta
fronteras inalcanzables para ella. Precisamente, es éste, también para nosotros, el
secreto de nuestra vida de hombres y de cristianos. Nuestra existencia- como individuos
y como Iglesia, está proyectada fuera de nosotros. Como había ocurrido para Abraham,
se nos pide salir de nosotros mismos, de nuestras seguridades, para ir hacia los otros,
en lugares y ambientes diferentes”.
El Santo Padre explicó que es el Señor
quien en este camino nos coloca a María como compañera de viaje y madre protectora,
que nos apoya y nos recuerda siempre que con nosotros está su Hijo, su Jesús, tal
como lo había prometido: “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Refiriéndose
a la segunda parte del pasaje evangélico que ve a María junto a Isabel por tres meses,
asistiéndola con afecto y dedicación en su debilidad de mujer anciana y embarazada,
el Papa recuerda nuestro compromiso de ponernos al servicio de los más necesitados,
con ayuda concreta y cotidiana. “Isabel se convierte
así, en el símbolo de tantas personas ancianas y enfermas, es más, de todas las personas
que necesitan ayuda y amor. ¡Y cuántas hay hoy por hoy, incluso en nuestras familias,
en nuestras comunidades, en nuestras ciudades¡ María- que se había definido ‘la sierva
de Dios’- se hace sierva de los hombres. Más precisamente, sirve al Señor que encuentra
en sus hermanos”.
Una caridad la de María, que para Benedicto XVI va más allá
de la ayuda concreta, puesto que alcanza su ápice en la donación del mismo Jesús para
que puedan encontrarlo. “Estamos así en el corazón y el culmen de la misión evangelizadora”-
afirmó el Papa- “en el significado más verdadero y en el objetivo más genuino de cada
camino misionero: donar a los hombres el Evangelio viviente y personal, que es el
mismo Señor Jesús”.
“Jesús es el verdadero y único tesoro que nosotros tenemos
que dar a la humanidad”, continuó diciendo el Santo Padre, porque “es Él de quien
los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen una profunda nostalgia, incluso cuando
parecen ignorarlo o rechazarlo. Es de Él que necesita la sociedad en la que vivimos,
Europa y el mundo entero”. “A nosotros nos es confiada
esta extraordinaria responsabilidad. Vivámosla con alegría y con empeño, para que
la nuestra sea verdaderamente una civilización en la que reine la verdad, la justicia
y el amor, pilares fundamentales e insustituibles de una verdadera convivencia ordenada
y pacífica. Vivamos esta responsabilidad permaneciendo fieles a la escucha de la palabra
de Dios, en la unión fraterna, en la partición del pan y en las oraciones. Sea ésta
la gracia que esta tarde pidamos a la Virgen Santísima. (a todos ustedes mi bendición)”.