Sábado, 20 may (RV).- ¿Por qué Chipre? es el título del editorial de Octava Dies,
del informativo del Centro Televisivo Vaticano. El padre Federico Lombardi reflexiona
sobre la próxima peregrinación de Benedicto XIV.
Muchos se preguntan por
qué el Papa deba ir justamente a Chipre para encontrar a los obispos de Oriente Medio
y entregarles el documento de trabajo del próximo Sínodo, el gran encuentro eclesial
del mes de octubre. La respuesta es fácil. Basta leer los Hechos de los Apóstoles,
el relato de los primeros pasos del anuncio del Evangelio en el mundo después de la
Resurrección de Jesús. Chipre es mencionada al menos seis veces. Es de Chipre de donde
proviene Bernabé, uno de los primeros a unirse a la comunidad de los apóstoles en
Jerusalén. Chipre es la primera etapa – al mismo tiempo sufrida y fecunda - del primer
viaje misionero de Pablo, Bernabé y del futuro evangelista Marcos. Bernabé regresa
a evangelizar Chipre después de separarse de Pablo. En sus viajes sucesivos Pablo
pasa una y otra vez a lo largo de las costas de Chipre, también en el viaje final
que lo lleva a Malta y a Roma. Por lo demás, basta una mirada al mapa para entender
que en la región Chipre es un cruce estratégico, y por tanto también cultural y espiritual,
con una historia para nosotros estrechamente unida a aquella de la Tierra Santa. Por
allí pasaban las rutas de los peregrinos judíos y cristianos hacia y desde Jerusalén,
las rutas de los navegantes entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa. Si por
un lado nos sorprende que Juan Pablo II no haya jamás puesto pie, no nos puede sorprender
que Benedicto XVI haya aceptado con gusto la invitación a llegar hasta allí, visitante
y peregrino, con un viaje que idealmente continua aquel de Malta, subiendo por el
Mediterráneo hacia Oriente, y que se relaciona también a aquel viaje fundamental del
año pasado a la Tierra Santa. Por lo tanto desde Chipre, no se puede dejar de mirar
alrededor, no se puede dejar de orar y esperar por un anuncio y un servicio del Evangelio
que sea fuente de diálogo, de comunión eclesial, de crecimiento humano y de paz para
todos, en una región inmensamente querida a todos los creyentes, pero aun atravesada
por tantos sufrimientos y divisiones.