Entrevista con Mons. Marchetto sobre la pastoral de la movilidad en el contexto actual
Viernes, 21 may (RV).- Del 26 al 28 de mayo se celebra en Roma la XIX reunión plenaria
del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes que analizará
la pastoral de la movilidad hoy en el contexto de la corresponsabilidad de los Estados
y de los organismos internacionales. El secretario del dicasterio, Mons. Agostino
Marchetto, analiza en esta entrevista concedida a Radio Vaticano las nuevas perspectivas
y la función de los organismos oficiales en la pastoral de la movilidad social.
¿Qué
nuevas perspectivas se abren hoy a la pastoral de la movilidad?
En primer lugar
tengo que decir que hay una nueva toma de conciencia ante la magnitud del fenómeno
migratorio, que el Papa Benedicto XVI llama macro-fenómeno. Y, en ocasión del último
congreso mundial sobre la pastoral para migrantes y refugiados, el Papa afirmó, entre
otras cosas, que “dicho fenómeno no había asumido nunca tanta prominencia como la
que tiene en nuestros días, y esto por la consistencia y la complejidad de las problemáticas”
y que “atañe ahora todos los países del mundo”. El Papa observaba que millones de
mujeres, hombres, niños y niñas, jóvenes y ancianos se enfrentan a los dramas de la
emigración para sobrevivir, más que para mejorar sus condiciones de vida y las de
sus familiares.
Además, muchos migrantes que abandonan su propio país
para huir de condiciones de vida humanamente inaceptables no encuentran la acogida
que esperaban recibir en el país de acogida. El Papa recuerda que el valor de la acogida,
de la hospitalidad y del amor por el prójimo hay que traducirlo en gestos cotidianos
de compartir, de coparticipación y de solicitud hacia los demás, especialmente hacia
los más necesitados. El Santo Padre recuerda, asimismo, la necesidad de solidaridad
constatando la desigual repartición de los recursos de la tierra, una solidaridad
que tiene que unir a toda la familia humana.
En la citada circunstancia,
el Papa Benedicto XVI sigue diciendo que configurados con Cristo, cada hombre y cada
mujer se ven como hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre. Este tesoro de hermandad
tendría que hacerlos ‘solícitos en la hospitalidad’, hija primogénita del agapê.
Pienso
que estas palabras del Papa nos abren amplios horizontes para la pastoral de la movilidad
humana, que estamos a punto de analizar, en un clima orante, en esta próxima Asamblea
Plenaria.
La Iglesia católica colabora en varios niveles
con Estados y organismos internacionales en la gestión de los fenómenos de la movilidad
humana.
Hay el nivel internacional,
con la presencia de Observadores de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y sus Instituciones
especializadas. Y de este modo la Santa Sede tiene la posibilidad de intervenir sobre
temas que se discuten en dicho foro y, de hecho, ha intervenido de forma activa en
reuniones inter-ministeriales de alto nivel sobre temas de la movilidad humana, como
por ejemplo, en Berna en 2004, y en diversas reuniones de la Comisión Global “Migraciones
y Desarrollo” en la que hasta el presente he tenido el honor de participar. La Organización
Mundial para las Migraciones (IOM) tiene, además, contactos con nuestro Pontificio
Consejo y colabora en proyectos concretos con instituciones católicas internacionales,
y en particular con la Comisión Católica Internacional para las Migraciones (ICMC),
con Caritas Internationalis y con el “Catholic Relief Service” (CRS), y también con
la Soberana Orden de Malta. Es muy interesante, y a tener en cuenta, la colaboración
entre la IOM y la Unión Internacional de Superioras Mayores en el programa sobre el
“papel del personal religioso en la lucha contra la trata de personas” financiado,
entre otros, por el Departamento de Estados Unidos de America.
Además,
a nivel nacional y local se colabora mediante las Comisiones Episcopales para la movilidad
humana de las diversas Conferencias episcopales católicas y las correspondientes Comisiones
diocesanas, pasando por las estructuras nacionales y locales de los organismos católicos
internacionales, por las oficinas nacionales y locales de las Organizaciones internacionales
y de las ONG, con las correspondientes oficinas gubernamentales nacionales y locales,
allí donde es posible.
¿Qué formas de colaboración
se han ido realizando ya?.
Comienzo con
la forma de colaboración que apunta a respetar el derecho que la persona tiene de
vivir y crecer humanamente en la tierra donde ha nacido. Todos deberían tener la posibilidad
de vivir con dignidad en su propia patria y no verse obligados a buscar en otro lugar
una condición de vida que sea decente. En efecto, cada desplazamiento, por voluntario
que sea, conlleva siempre un cierto tipo de malestar y de sufrimiento. Al respecto,
la cooperación internacional es de capital importancia para una auténtico desarrollo
socio-económico, humano e integral en todos los Países y para la salvaguardia de la
dignidad y de todos los derechos de la persona humana, y de los miembros de la propia
familia.
Ya que la situación no es la misma en todas partes, es necesario,
de todos modos, colaborar para garantizar el derecho a dejar la propia patria y buscar
mejores oportunidades en otro País de acogida, creando las condiciones para que esto
sea posible. Recuerdo, como es natural, que los Gobiernos tienen el derecho de reglamentar
los flujos migratorios, digamos económicos, respetando siempre el bien común de la
Nación y al mismo tiempo los derechos humanos de los migrantes, sin olvidar el bien
común universal. Este último es un hilo rojo que recorre la “Caritas in Veritate”.
Nadie desconoce, asimismo, la importancia de la colaboración entre Gobiernos y organismos
religiosos en el proceso de integración. Es más fácil que en el País de llegada,
el migrante encuentre su comunidad de origen en los asociaciones religiosas. En la
pastoral específica para migrantes, se trata de crear puentes y mediaciones entre
migrantes y población local, y de promover tolerancia y sensibilidad en las comunidades
locales. Las congregaciones religiosas tienen a menudo un carácter internacional,
con estructuras en los Países de origen, de tránsito y de destinación de los migrantes
y de sus familias y, por consiguiente, realizan un papel importante en el apoyo y
mejora de las redes existentes entre diáspora, migrantes y comunidad de origen.
Otro campo de colaboración es la justa sensibilización de la opinión
pública sobre la cuestión migratoria, sobre la relación entre migración y desarrollo
y, por consiguiente, la necesidad de un nuevo orden económico internacional para una
más justa repartición de los bienes de la tierra.
4. Benedicto
XVI a su regreso de Malta recordó que todas las naciones que tienen raíces cristianas
en su Constitución tienen que afrontar los problemas relacionados con el fenómeno
migratorio con perseverancia. ¿Estamos cerca de cumplir este deseo?
No quisiera
ser pesimista. Sin embargo, el cristiano tiene que ser realista y al mismo tiempo
capaz de esperar y, quizás, hasta de soñar a ojos abiertos. Veo que se cumplen unos
esfuerzos notables para hacer frente a las cuestiones relativas al fenómeno migratorio.
¿Son eficaces? ¿Centran el problema? Ciertamente, mucho queda por hacer, porque en
ciertos Países se tiende a acoger menos y no más que antes. Pero a Dios gracias,
en todas las naciones hay personas comprometidas, agentes de diverso tipo, organizaciones,
grupos, comunidades que conocen la situación, porque están implicados de lleno en
ella, y no dudan en dar lo mejor de sí para acoger, recordando lo que dijo Nuestro
Señor: “Cuando lo hicisteis con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos,
conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).