El Papa se despide de Portugal señalando que en Fátima ha rezado por el mundo, pidiendo
un porvenir más fraterno y solidario
Viernes, 14 may (RV).- Benedicto XVI se ha despedido de Portugal, desde el aeropuerto
internacional de Oporto, dando las gracias por “la cordialidad y la acogida afectuosa,
el calor y la espontaneidad que han consolidado los vínculos de comunión en los encuentros
con los distintos grupos que ha podido encontrar”. “A todos los portugueses, católicos
o no, a los hombres y mujeres que viven aquí, aunque no hayan nacido aquí”, el Papa
le ha pedido que no deje de crecer entre vosotros “la concordia, que es esencial
para una sólida cohesión, y camino obligado para afrontar con responsabilidad común
los desafíos que tenéis por delante”.
“Que esta gloriosa Nación -ha proseguido
el Papa- siga manifestando su grandeza de alma, su profundo sentido de Dios, su apertura
solidaria, guiada por principios y valores impregnados por el humanismo cristiano”.
El Pontífice ha recordado que en Fátima, ha rezado “por el mundo entero, pidiendo
que el porvenir nos depare una mayor fraternidad y solidaridad, un mayor respeto recíproco
y una renovada confianza y familiaridad con Dios, nuestro Padre que está en los cielos”.
“Deseo que mi visita sea un incentivo para un renovado ardor espiritual y apostólico.
Que el Evangelio sea acogido en su integridad y testimoniado con pasión por cada discípulo
de Cristo, para que sea fermento de auténtica renovación de toda la sociedad”.
Dicurso
completo
Señor Presidente de la República,
Ilustrísimas
Autoridades,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Queridos
amigos
Llegado el final de mi visita, vuelvo a sentir en mi espíritu
la intensidad de tantos momentos vividos en esta peregrinación a Portugal. Conservo
en el alma la cordialidad de vuestra acogida afectuosa, el calor y la espontaneidad
que han consolidado los vínculos de comunión en los encuentros con los grupos, el
esfuerzo que ha supuesto la preparación y realización del programa pastoral previsto.
En
este momento de despedida, expreso a todos mi más sincera gratitud: al Señor Presidente
de la República, que desde que he llegado me ha honrado con su presencia, a mis hermanos
Obispos con los que he renovado la profunda unión en el servicio al Reino de Cristo,
al Gobierno y a todas las autoridades civiles y militares, que se han prodigado durante
todo el viaje con manifiesta dedicación. Os deseo toda clase de bienes. Los medios
de comunicación social me han permitido acercarme a muchas personas, a las que no
me era posible ver de cerca. También a ellos les estoy muy agradecido.
En
el momento de despedirme de vosotros, saludo a todos los portugueses, católicos o
no, a los hombres y mujeres que viven aquí, aunque no hayan nacido aquí. Que no deje
de crecer entre vosotros la concordia, que es esencial para una sólida cohesión, y
camino obligado para afrontar con responsabilidad común los desafíos que tenéis por
delante. Que esta gloriosa Nación siga manifestando su grandeza de alma, su profundo
sentido de Dios, su apertura solidaria, guiada por principios y valores impregnados
por el humanismo cristiano. En Fátima, he rezado por el mundo entero, pidiendo que
el porvenir nos depare una mayor fraternidad y solidaridad, un mayor respeto recíproco
y una renovada confianza y familiaridad con Dios, nuestro Padre que está en los cielos.
Con
gozo he sido testigo de la fe y devoción de la comunidad eclesial portuguesa. He podido
ver el entusiasmo de los niños y los jóvenes, la fiel adhesión de los presbíteros,
diáconos y religiosos, la dedicación pastoral de los Obispos, el deseo expreso de
buscar la verdad y la belleza en el mundo de la cultura, la creatividad de los trabajadores
de la pastoral social, la fe vibrante de los fieles en las diócesis que he visitado.
Deseo que mi visita sea un incentivo para un renovado ardor espiritual y apostólico.
Que el Evangelio sea acogido en su integridad y testimoniado con pasión por cada discípulo
de Cristo, para que sea fermento de auténtica renovación de toda la sociedad.
Por
la intercesión de Nuestra Señora de Fátima, a la que invocáis con tanta confianza
y firme amor, imploro de Dios que mi Bendición Apostólica, portadora de esperanza,
paz y ánimo, descienda sobre Portugal y sobre todos sus hijos e hijas. Sigamos caminando
en la esperanza. Adiós.