2010-05-08 17:02:48

En las exequias del cardenal Poggi, Benedicto XVI subraya la esperanza en la resurrección, porque “frente al misterio de la muerte, para el hombre sin fe todo parece irremediablemente acabado”


Sábado, 8 may (RV).- “Testigos de esa fe valerosa que sabe confiar en Dios”: de esta forma recordó el Papa al cardenal Luigi Poggi- fallecido el martes pasado a los 92 años de edad- al final de las exequias celebradas el viernes por la tarde en la Basílica Vaticana. En su homilía, Benedicto XVI recordó la larga vida del purpurado, fiel servidor del Evangelio y de la Iglesia y subrayó la esperanza en la resurrección. Frente al misterio de la muerte, dijo el Papa, para el hombre sin fe todo parece irremediablemente acabado. Para quien tiene fe, sin embargo, la muerte de un hermano en Cristo es siempre un motivo de asombro íntimo y agradecido por el proyecto de la paternidad divina que nos libera de las tinieblas y nos transporta al diseño de su Hijo predilecto.



“Podríamos decir que toda la misión sacerdotal del cardenal Luigi Poggi estuvo dedicada al servicio directo de la Santa Sede”, afirmó el Pontífice recordando a continuación las diversas etapas que jalonaron la existencia del purpurado, comenzando por su ingreso en 1945 en la entonces I sección de la Secretaría de Estado. “Años difíciles –observó- en los que se entregó con dedicación al servicio de la Iglesia”.



En 1963, el cardenal se desplaza a Túnez para llegar a un “modus vivendi” entre la Santa Sede y el gobierno del país acerca de la situación jurídica de la Iglesia Católica y, en 1965 es nombrado delegado apostólico para África Central con dignidad de arzobispo. En 1969 es designado nuncio apostólico en Perú y regresa a Roma en 1973 para desempeñar la función de nuncio apostólico con encargos especiales, sobre todo “para establecer contactos con los gobiernos de Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria, con el fin de mejorar la situación de la Iglesia Católica en esos países”, rememoró Benedicto XVI.



Cuando en 1974 se institucionalizan las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno polaco, el entonces arzobispo Poggi es nombrado jefe de la Delegación de la Santa Sede para los contactos permanentes con el gobierno de Polonia. “En esa época –dijo el Papa- viajó numerosas veces a Polonia, encontrando a muchas personalidades tanto políticas como eclesiásticas y convirtiéndose, siguiendo la escuela de su superior el cardenal Agostino Casaroli, en un protagonista de la “ostpolitik” vaticana en los países del bloque comunista”.



En 1986 es nombrado nuncio apostólico en Italia y desde aquel momento “esa nunciatura asume el encargo de estudiar los informes relativos a la designación de obispos en el país. Siempre en ese período, en calidad de representante pontificio, gestionó una delicada fase de reordenación de las diócesis italianas”.



Juan Pablo II lo crea cardenal en el consistorio de noviembre de 1994 nombrándolo además archivero y bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, encargo que conserva hasta 1998.



“Si morimos con Cristo, creemos que viviremos con Él (...) Pensemos en estas palabras iluminantes de San Pablo mientras damos al cardenal Luigi Poggi nuestro último y emocionado saludo (...) La unión sacramental, pero real, con el misterio pascual de Cristo abre al bautizado la perspectiva de participar en su misma gloria. (...) Por eso la muerte de un hermano en Cristo, todavía más si está marcado por el carácter sacerdotal, es siempre un motivo de estupor, recóndito y agradecido, por el designio de la divina paternidad que nos libra del poder de las tinieblas y nos lleva al reino de su Hijo predilecto”








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