Audiencia general: nuevo llamamiento del Papa para impulsar un desarme progresivo
que consiga eliminar las armas nucleares en todo el mundo
Miércoles, 5 may (RV).- Benedicto XVI ha culminado su audiencia general de hoy con
un nuevo llamamiento para que se impulse un desarme progresivo que lleve a la eliminación
de las armas nucleares en todo el mundo. El Papa se ha referido concretamente a los
trabajos de la octava Conferencia que está revisando en Nueva York el Tratado de No
Proliferación de las armas nucleares:
«El proceso hacia
un desarme nuclear concertado y seguro se enlaza estrechamente con el cumplimiento
pleno y solícito de los compromisos internacionales relativos. La paz, en efecto,
reposa sobre la confianza y sobre le respeto de las obligaciones asumidas. Y no solamente
sobre el equilibrio de las fuerzas. Con tal espíritu, aliento las iniciativas que
persiguen un desarme progresivo y la creación de zonas libres de armas nucleares,
en perspectiva de su completa eliminación en todo el planeta. Exhorto asimismo a todos
los participantes en la reunión de Nueva York a superar los condicionamientos de la
historia y a tejer pacientemente el entramado político y económico de la paz, para
ayudar el desarrollo humano integral y las auténticas aspiraciones de los Pueblos».
Benedicto
XVI, en su catequesis de la Audiencia General de esta mañana en la plaza de san Pedro,
ha vuelto a insistir, por segundo miércoles consecutivo, sobre el tema de la misión
sacerdotal. Si en la pasada audiencia pidió a los fieles que recen para que los sacerdotes
"continúen entregándose con alegría y fidelidad" a la misión "que se les ha confiado",
hoy ha hablado de “la gracia del sacramento del sacerdocio.
Aludiendo a su
visita al Santo Sudario en Turín, el Papa ha explicado que la Sábana Santa delante
de la cual estuvo rezando el pasado domingo, nos ayuda a contemplar al Resucitado
en la misión redentora, que hoy prosigue en el ministerio sacerdotal. El sacerdote
ha recibido la misión de santificar a los hombres, sobre todo con los sacramentos
y a través del culto de la Iglesia.
Santificar a una persona significa ponerla
en contacto con Dios, con su ser de luz, de verdad y de puro amor. Y este contacto
transforma a las personas, ha afirmado el Pontífice. Los sacerdotes deben de ser como
puentes que favorezcan el encuentro con Dios. Deben ser disponibles, generosos y atentos
en ofrecer a sus hermanos los tesoros de la gracia de Dios, de los que ellos no son
los propietarios, sino los guardianes y los administradores.
El Papa ha recordado
que el anuncio misionero y el culto son inseparables, y que el sacerdote, como el
Cura de Ars, debe tener el primado del munus sanctificandi. “Que vosotros, queridos
sacerdotes podáis vivir con alegría y con amor la liturgia y el culto. Podáis hacer
también del confesionario el lugar de la Reconciliación y estar más presentes. Podáis
finalmente celebrar y vivir con intensidad la Eucaristía, que es el centro de la misión
de santificación. Y en cuanto a vosotros queridos fieles, rezad -ha pedido el Santo
Padre- para que los sacerdotes sean siempre pastores, según el corazón de Dios.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho en español Benedicto
XVI para los fieles de nuestra lengua presentes en la Plaza de San Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas: Quisiera hablar hoy de la misión de santificar de
los sacerdotes. Santificar una persona significa ponerla en contacto con Dios, con
el ser de Dios que es verdad absoluta, bondad, amor y belleza. Esto no puede venir
como fruto del esfuerzo del hombre, sino que es Dios mismo quien lo realiza. Parte
esencial de la gracia del sacerdocio es el don y la misión de crear este contacto,
que se realiza en el anuncio de la palabra de Dios y, de un modo particularmente denso,
en los sacramentos. En efecto, la salvación sólo la podemos recibir de Dios, que nos
atrae y obra en nosotros por medio de realidades materiales, que Él mismo ha escogido.
Es preciso, pues, que los sacerdotes se dediquen con generosidad a la administración
de los sacramentos, a dar a sus hermanos el tesoro de gracia que Dios ha puesto en
sus manos, no como dueños, sino como servidores. Y, junto a esto, ayudar a los fieles
a vivir plenamente la liturgia, el culto y los sacramentos como don divino gratuito
y eficaz para la salvación. Saludo cordialmente a los peregrinos
de lengua española, en particular a los venidos de España, República Dominicana, Costa
Rica, Argentina, México, Ecuador y otros países latinoamericanos. Invito a todos a
acompañar con vuestra plegaria y afecto a los sacerdotes, por medio de los cuales
Cristo se hace verdaderamente presente y nos salva. Muchas gracias.
Faltando
ya pocos días para emprender el XV viaje apostólico internacional de su Pontificado
- del 11 al 14 de mayo - a Portugal, Benedicto XVI ha saludado a todos los portugueses,
destacando su alegría por la peregrinación que le llevará al Santuario de la Virgen
de Fátima:
«Aprovecho este
momento para enviar un saludo particular al querido pueblo de Portugal, país con una
historia muy ligada al Papa, obispo de Roma. Empezaré mi viaje el próximo martes,
aceptando la invitación del presidente de la República y de la Conferencia Episcopal
Portuguesa. Me siento muy feliz al poder visitar las ‘Tierras de Santa María’, en
el décimo aniversario de la beatificación de los pastorcillos de Fátima, Francisco
y Jacinta Marto. Saludo cordialmente a todos, sin excepción ¡Nos vemos pronto en Lisboa,
Fátima y Oporto!
En sus saludos en inglés, el Santo Padre se ha dirigido
de forma muy cordial a todos los que participarán en el Congreso sobre la Familia
en Jönköping, Suecia, a finales de este mes. El Papa ha destacado que «su mensaje
al mundo es realmente un mensaje de alegría, porque el don de Dios que nos de la vida
matrimonial y familiar nos permite experimentar algo del amor infinito que une a las
tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo».
Benedicto XVI ha recordado
que «los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, están hechos para el
amor, de hecho anhelamos amar y ser amados».
«Sólo el amor de Dios puede satisfacer
plenamente nuestras necesidades más profundas y, a través del amor de marido y mujer,
el amor de padres e hijos, el amor de los hermanos unos a otros, se nos ofrece un
anticipo del amor sin límites que nos espera en la vida futura», ha reiterado Benedicto
XVI, haciendo hincapié en la importancia del matrimonio para toda la familia humana:
«El matrimonio
es un verdadero instrumento de salvación, no sólo para los casados, sino para el conjunto
de la sociedad. Al igual que cualquier objetivo verdaderamente importante, nos plantea
requisitos, nos interpela, nos llama a estar dispuestos a sacrificar nuestros propios
intereses por el bien del otro. Nos obliga a la tolerancia a ejercitar y ofrecer el
perdón. Se nos invita a cuidar y proteger el don de la vida. Los que hemos tenido
la suerte de nacer en una familia estable, hemos podido descubrir en ella la primera
y fundamental escuela de la vida en la virtud y las cualidades de ser buenos ciudadanos.
Os animo a todos en vuestros esfuerzos para promover una adecuada comprensión y aprecio
del bien inestimable que el matrimonio y la vida familiar ofrecen a la sociedad humana.
Que Dios os bendiga a todos».
Finalmente, como ya es habitual, el Santo
Padre ha finalizado la audiencia general dirigiéndose a los jóvenes, a los enfermos
y a los recién casados. “Queridos jóvenes, especialmente vosotros estudiantes de Palermo,
con vuestra presencia testimoniáis la fe en Jesucristo que os llama a edificar junto
con vuestros pastores su Iglesia, cada uno con su propia responsabilidad. Corresponded
con generosidad a su invitación”.
“Queridos enfermos, también vosotros -ha
proseguido el Papa- estáis hoy aquí para cumplir un acto de fe y de comunión eclesial.
El peso cotidiano de vuestros sufrimientos, si lo ofrecéis a Jesucristo Crucificado,
os da la posibilidad de cooperar en vuestra salvación y la del mundo”. “Y también
vosotros, queridos recién casados, con vuestra unión estáis llamados a ser expresión
del amor que une Cristo a la Iglesia. Sed siempre conscientes de la alta misión a
la que os compromete el Sacramento que habéis recibido.