2010-05-03 16:24:13

Exequias del cardenal Mayer: el Papa resalta que en una época en la que el miedo a la muerte conduce a la búsqueda de consuelos ilusorios, el cristiano se distingue por creer en un Amor tan grande que puede renovar el mundo


Lunes, 3 may (RV).- «El amor de Cristo nos ha recogido en la unidad». En la Basílica de San Pedro, en sus palabras al final de las exequias del cardenal. Paul Augustin Mayer, Benedicto XVI ha hecho hincapié en éste que era el lema episcopal del purpurado alemán - prefecto emérito de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos y presidente emérito de la Pontificia Comisión ‘Ecclesia Dei’ - que falleció el pasado viernes, en Roma.

Tras recordar que había nacido hace casi un siglo, en su misma tierra natal, Altötting, donde surge el célebre Santuario mariano, tan entrañable para los bávaros, el Papa ha evocado la vida ejemplar de este hijo espiritual de san Benito.

«En una época como la nuestra, en la que el miedo de la muerte arroja a muchas personas a la desesperación y a la búsqueda de consuelos ilusorios, el cristiano se distingue porque deposita su seguridad en Dios, en un Amor tan grande que puede renovar el mundo entero», ha reiterado el Santo Padre, que luego ha concluido sus palabras recordando que «cada instante de nuestra vida está en las manos del Señor, sobre todo en el momento de la muerte»:

«Por ello, con la confiada invocación de Jesús en la cruz: ‘Padre en tus manos encomiendo mi espíritu’, queremos acompañar a nuestro hermano Paul Augustin, mientras cumple su paso de este mundo al Padre. En este momento mi pensamiento no puede dejar de dirigirse al Santuario de la Madre de las Gracias de Altötting. Y dirigiéndonos espiritualmente a aquel lugar de peregrinación, encomendamos a la Virgen Santa nuestra oración de sufragio por el llorado cardenal Mayer. Él nació cerca de ese Santuario, conformó su vida en Cristo según la regla benedictina y murió a la sombra de esta Basílica Vaticana. Que la Virgen, san Pedro y san Benito acompañen a este fiel discípulo del Señor a su Reino de luz y de paz. Amén».







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