Mensaje final del 8º Congreso de Migraciones de Conferencias Episcopales Europeas
Sábado, 1 may (RV).- Se ha hecho público hoy el mensaje final del VIII Congreso europeo
de Migraciones de las Conferencias Episcopales Europeas celebrado en Málaga (España),
del 27 de abril al 1 de mayo. Obispos, delegados de las Conferencias Episcopales de
Europa, directores nacionales de la pastoral de los Emigrantes, el presidente del
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, organizaciones
católicas de una veintena de países de Europa, han reflexionado sobre el tema: “Europa
y las personas en movimiento, Superar los miedos. Diseñar perspectivas”.
El
mensaje toma el pulso a la realidad y señala que hoy se cuentan en Europa 34 millones
de inmigrantes, de los cuales 12 millones son inmigrantes internos, procedentes de
los países de la Unión Europea. En muchos de estos países, los inmigrantes dan una
contribución positiva -y no solo económica- a las sociedades que saben acogerlos.
Se constata, sin embargo, que el peso del sufrimiento, de la miseria y del desaliento
que llevan los inmigrantes es muy alto. Su presencia despierta miedos en la opinión
pública, que conduce con frecuencia a actitudes de cerrazón y de xenofobia, incrementadas
por la crisis económica. Y ante el miedo se elaboran políticas restrictivas.
¿Cómo
afrontar esta situación? Los congresistas están convencidos que la pluralidad cultural
de nuestras sociedades no conduce a un relativismo que niegue nuestra identidad o
a una asimilación que genere relaciones de fuerzas entre los grupos humanos. Es posible
gestionar positivamente esta situación de pluralismo a través del encuentro y del
diálogo intercultural. En este sentido la Iglesia Católica da su contribución para
servir la unidad de la familia humana en Europa y más allá de ella. “Creemos que el
Evangelio de Cristo conserva hoy toda su fuerza como llamada a los hombres para superar
cualquier miedo y cerrazón, como lo proponen la doctrina social de la Iglesia y los
magisterios de los Papas”.
La Iglesia está convencida que se pueden superar
las barreras de las diferencias para construir una fraternidad abierta y formas
de solidaridad siempre más amplias. Los congresistas identifican tres áreas en las
cuales es posible construir la fraternidad: la “familia”, porque para los inmigrantes
desempeña un papel esencial en la integración, asegura un clima de seguridad y una
estabilidad afectiva a sus miembros. Las “comunidades eclesiales” que están invitadas
a potenciar la acogida de los hermanos llegados de fuera. Y la “sociedad” que está
obligada a gestionar la migración, que es una realidad compleja porque incluye aspectos
culturales, económicos, jurídicos, políticos, sociales y religiosos.