El Papa evidencia el anhelo de la Iglesia de servir al bien común y muestra su convencimiento
de que el cristianismo es aún una base importante en Bélgica
Sábado, 24 abr (RV).- La Iglesia anhela ponerse al servicio del bien de todos los
miembros de la sociedad, sin distinción alguna, y así como respeta la libertad de
opinión de los demás, pide que se respete también su derecho de expresión, con la
finalidad de proclamar y testimoniar, con Cristo, que Dios es Amor. Lo ha reiterado
Benedicto XVI esta mañana, en el acto de presentación de las Cartas Credenciales del
nuevo embajador de Bélgica. Junto con su cordial bienvenida, el Papa ha recordado
que la nación belga conoció a principios de este año dos tragedias dolorosas, refiriéndose
a las de Lieja, con una explosión de gas en un edificio de viviendas, y de Buizingen,
con un choque entre dos trenes.
Y renovando su cercanía a las familias enlutadas
y a todas las víctimas, el Santo Padre ha destacado que «estas catástrofes nos hacen
medir la fragilidad de la existencia humana y la necesidad, para protegerla, de una
auténtica cohesión social que no debilita la legítima diversidad de las opiniones».
Haciendo hincapié en que «la vida y la dignidad humana constituyen un bien precioso
que es necesario defender y promover con resolución, basándose en el derecho natural»,
el Papa ha señalado que desde hace tiempo, la Iglesia se inscribe plenamente en la
historia y en el tejido social de Bélgica. Con una contribución muy activa, en particular,
con sus numerosas instituciones de educación, obras de carácter social y el compromiso
de numerosos fieles.
Tras destacar que la Iglesia es depositaria de una enseñanza
y de un mensaje religioso - que recibió de Jesucristo y que puede resumirse con las
palabras de la Escritura Santa: “Dios es amor” (1 Jn 4,16) - y proyecta su luz sobre
el sentido de la vida personal, familiar y social del hombre, Benedicto XVI ha recordado
una vez más que «la Iglesia, teniendo por objetivo el bien común, no pide otra cosa
que la libertad de poder proponer este mensaje, sin imponerlo a nadie, en el cumplimiento
de la libertad de conciencia».
Citando luego al padre Damián de Veuster, apóstol
de los leprosos - que el mismo Benedicto XVI proclamó santo en octubre de 2009 – el
Papa ha afirmado que el destino excepcional de este hombre muestra hasta qué punto
«el Evangelio suscita una ética amiga de la persona, sobre todo si está en la necesidad
o es rechazada».
En lo que respecta a la vocación europea de Bélgica, desde
la fundación de la misma Unión, el Santo Padre ha puesto de relieve que el consenso
que se debe impulsar no se limita a lo dialéctico, sino que debe buscar la verdad
y el bien. Y en este contexto ha reiterado lo que escribió en su Encíclia Caritas
in veritate (n. 5). Es decir que «sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero,
no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced
de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad,
tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los
actuales».
Tras reiterar la importancia de las raíces cristianas de esta nación,
alentando a impulsarlas aun en medio de los cambios que se presentan, y saludando
con afecto a la comunidad católica belga, a sus obispos, sacerdotes, diáconos y a
todos los fieles, Benedicto XVI ha exhortado a testimoniar la fe con audacia. Con
el anhelo de que en sus compromisos por el bien de la sociedad, «hagan valer plenamente
su derecho a proponer valores que respetan la naturaleza humana y que corresponden
a las aspiraciones espirituales más profundas y más auténticas de la persona».