Benedicto XVI invita a los jóvenes a proclamar el evangelio en un mundo que promueve,
con gran poder de persuasión y presión social, valores e ideas hostiles a la fe cristiana
Domingo, 18 abr (RV).- La última cita de Benedicto XVI en este breve viaje a Malta
fue con los jóvenes a quienes recordó que el encuentro personal con Jesús es una experiencia
sobrecogedora de un amor que reconoce nuestras capacidades y errores que no rechaza
a nadie, que reta al cambio y da la fuerza de oponerse a las presiones de un mundo
hostil al mensaje evangélico.
Con la invitación a no tener miedo, el Papa narró
la experiencia de San Pablo quien habiendo “perseguido con saña a la iglesia” tuvo
un encuentro con el Señor en el camino de Damasco que trasformó su vida, “se convirtió
en un discípulo y llegó a ser un gran apóstol y misionero.
“Dios ama a cada
uno de nosotros con una profundidad y una intensidad que no podemos ni siquiera imaginar.
Él nos conoce íntimamente, conoce cada una de nuestras capacidades y cada uno de nuestros
errores. Puesto que nos ama tanto, desea purificarnos de nuestros errores y fortalecer
nuestras virtudes de manera que podamos tener vida en abundancia. Aunque nos llame
la atención cuando hay algo en nuestra vida que le desagrada, no nos rechaza, sino
que nos pide cambiar y ser más perfectos. Esto es lo que le pidió a san Pablo en el
camino de Damasco. Dios no rechaza a nadie, y la Iglesia tampoco rechaza a nadie.
Más aún, en su gran amor, Dios nos reta a cada uno para que cambiemos y seamos mejores”.
El
Santo Padre recordó que la llamada a no tener miedo y que se repite tantas veces en
las Escrituras, en el anuncio del Ángel a María, en la invitación de Jesús a Pedro
para que sea su discípulo, a Pablo en vísperas de su naufragio, es el mismo para todos
aquellos que quieren seguir a Cristo como esposos, padres, sacerdotes, religiosos
o fieles laicos
“No tengáis miedo. Encontrareis ciertamente oposición al
mensaje del Evangelio. La cultura de hoy, como cualquier cultura, promueve ideas y
valores que contrastan en ocasiones con las que vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo.
A veces, estas ideas son presentadas con un gran poder de persuasión, reforzadas por
los medios y por las presiones sociales de grupos hostiles a la fe cristiana. Cuando
se es joven e impresionable, es fácil sufrir el influjo de otros para que aceptemos
ideas y valores que sabemos que no son los que el Señor quiere de verdad para nosotros”.
En
este contexto, al reiterar su llamamiento a confiar en Dios, sin temores, el Papa
pidió a los jóvenes, en especial en este Año Sacerdotal, que estén abiertos a recibir
la llamada del Señor y entregarse totalmente al servicio de su pueblo en el sacerdocio
o en la vida consagrada.
Benedicto XVI no dejó de enaltecer la marcada fe y
los valores cristianos de la sociedad maltesa, que defiende tanto al niño por nacer
como la estabilidad familiar, que valora y cuida a sus ancianos y enfermos, un ejemplo
significativo para “la sociedad europea donde los valores evangélicos están llegando
a ser de nuevo una contracultura, como ocurría en tiempos de san Pablo”.
“Como
cristianos, estamos llamados a manifestar el amor de Dios que incluye a todos. Por
eso, hemos de socorrer al pobre, al débil, al marginado; tenemos que ocuparnos especialmente
por los que pasan por momentos de dificultad, por los que padecen depresión o ansiedad;
debemos atender a los discapacitados y hacer todo lo que esté en nuestra mano por
promover su dignidad y calidad de vida; tendremos que prestar atención a las necesidades
de los inmigrantes y de aquellos que buscan asilo en nuestra tierra; tenemos que tender
una mano amiga a los creyentes y a los no creyentes. Esta es la noble vocación de
amor y servicio que todos nosotros hemos recibido. Que esto os impulse a dedicar vuestra
vida a seguir a Cristo”.
Crónica del encuentro
DISCURSO
COMPLETO Żgħażagħ Maltin u Għawdxin, jien kuntent ħafna li ninsab maghkom
[Queridos jóvenes de Malta y Gozo, estoy muy feliz de estar entre vosotros], qué alegría
poder encontraros en vuestra tierra. En este significativo aniversario damos
gracias a Dios por haber enviado al Apóstol Pablo a estas islas, que son uno de los
primeros lugares que recibieron la Buena Noticia de Nuestro Señor Jesucristo.
Saludo
cordialmente al Señor Arzobispo Cremona y al Obispo Grech, a los que agradezco sus
amables palabras, y a todos los obispos, sacerdotes y religiosos aquí presentes. En
particular os saludo a vosotros, jóvenes de Malta y Gozo, y os agradezco la confianza
con la que me habéis hablado de los problemas que más os interesan. Aprecio vuestro
deseo de buscar y encontrar la verdad, así como de saber lo que debéis hacer para
alcanzar una vida plena.
San Pablo tuvo de joven una experiencia que
transformó para siempre su vida. Como sabéis, él fue antes enemigo de la Iglesia e
hizo todo lo posible por destruirla. Mientras iba camino de Damasco con la intención
de apresar a todo cristiano que allí encontrara, se le apareció el Señor en una visión.
Una luz cegadora lo envolvió y oyó una voz que le decía: “¿Por qué me persigues?...
Soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch 9,4-5). Pablo se vio totalmente embargado por
este encuentro con el Señor y toda su vida cambió. Se convirtió en un discípulo y
llegó a ser un gran apóstol y misionero. Aquí, en Malta, tenéis un motivo particular
para agradecer los esfuerzos misioneros de Pablo, que divulgó el Evangelio en el Mediterráneo.
Cada encuentro personal con Jesús es una experiencia sobrecogedora
de amor. Como el mismo Pablo admite, antes había “perseguido con saña a la Iglesia
de Dios y la asolaba” (cf. Ga 1,13). Pero el odio y la rabia expresadas en esas palabras
se desvanecieron completamente por el poder del amor de Cristo. Durante el resto de
su vida, Pablo tuvo el deseo ardiente de llevar el anuncio de este amor hasta los
confines de la tierra.
Quizás alguno de vosotros me dirá que, a veces,
san Pablo era severo en sus escritos. ¿Cómo se puede afirmar entonces que ha difundido
un mensaje de amor? Mi respuesta es ésta: Dios ama a cada uno de nosotros con una
profundidad y una intensidad que no podemos ni siquiera imaginar. Él nos conoce íntimamente,
conoce cada una de nuestras capacidades y cada uno de nuestros errores. Puesto que
nos ama tanto, desea purificarnos de nuestros errores y fortalecer nuestras virtudes
de manera que podamos tener vida en abundancia. Aunque nos llame la atención cuando
hay algo en nuestra vida que le desagrada, no nos rechaza, sino que nos pide cambiar
y ser más perfectos. Esto es lo que le pidió a san Pablo en el camino de Damasco.
Dios no rechaza a nadie, y la Iglesia tampoco rechaza a nadie. Más aún, en su gran
amor, Dios nos reta a cada uno para que cambiemos y seamos mejores.
San
Juan nos dice que este amor perfecto aleja todo temor (cf. 1 Jn 4,18). Por eso os
digo a todos vosotros: “No tengáis miedo”. Cuántas veces escuchamos estas palabras
en las Escrituras. El ángel se las dice a María en la Anunciación, Jesús a Pedro,
cuando lo llama a ser su discípulo, y el ángel a Pablo en vísperas de su naufragio.
A los que deseáis seguir a Cristo, como esposos, padres, sacerdotes, religiosos o
fieles laicos que llevan el mensaje del Evangelio al mundo, os digo: No tengáis miedo.
Encontrareis ciertamente oposición al mensaje del Evangelio. La cultura de hoy, como
cualquier cultura, promueve ideas y valores que contrastan en ocasiones con las que
vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo. A veces, estas ideas son presentadas con
un gran poder de persuasión, reforzadas por los medios y por las presiones sociales
de grupos hostiles a la fe cristiana. Cuando se es joven e impresionable, es fácil
sufrir el influjo de otros para que a aceptemos ideas y valores que sabemos que no
son los que el Señor quiere de verdad para nosotros. Por eso, os repito: No tengáis
miedo, sino alegraos del amor que os tiene; fiaos de él, responded a su invitación
a ser sus discípulos, encontrad alimento y ayuda espiritual en los sacramentos de
la Iglesia.
Aquí, en Malta, vivís en una sociedad marcada por la fe
y los valores cristianos. Deberíais estar orgullosos de que vuestro País defienda
tanto al niño por nacer como la estabilidad de la vida familiar para una sociedad
sana. En Malta y en Gozo, las familias saben valorar y cuidar de sus miembros ancianos
y enfermos, y acogen a los hijos como un don de Dios. Otras naciones pueden aprender
de vuestro ejemplo cristiano. En el contexto de la sociedad europea, los valores evangélicos
están llegando a ser de nuevo una contracultura, como ocurría en tiempos de san Pablo.
En
este Año Sacerdotal, os pido que estéis abiertos a la posibilidad de que el Señor
pueda llamar a algunos de vosotros a entregarse totalmente al servicio de su pueblo
en el sacerdocio o en la vida consagrada. Vuestro País ha dado muchos y excelentes
sacerdotes y religiosos a la Iglesia. Inspiraros en su ejemplo y reconoced la profunda
alegría que proviene de dedicar la propia vida al anuncio del mensaje del amor de
Dios por todos, sin excepción.
Os he hablado ya de la necesidad de atender
a los más jóvenes, a los ancianos y enfermos. Pero el cristiano está llamado a llevar
el mensaje del Evangelio a todos. Dios ama a cada persona de este mundo, más aún,
ama a cada persona de todas las épocas de la historia del mundo. En la muerte y resurrección
de Jesús, que se hace presente cada vez que celebramos la Misa, Él ofrece a todos
la vida en abundancia. Como cristianos, estamos llamados a manifestar el amor de Dios
que incluye a todos. Por eso, hemos de socorrer al pobre, al débil, al marginado;
tenemos que ocuparnos especialmente por los que pasan por momentos de dificultad,
por los que padecen depresión o ansiedad; debemos atender a los discapacitados y hacer
todo lo que esté en nuestra mano por promover su dignidad y calidad de vida; tendremos
que prestar atención a las necesidades de los inmigrantes y de aquellos que buscan
asilo en nuestra tierra; tenemos que tender una mano amiga a los creyentes y a los
no creyentes. Esta es la noble vocación de amor y servicio que todos nosotros hemos
recibido. Que esto os impulse a dedicar vuestra vida a seguir a Cristo. La
tibżgħux tkunu ħbieb intimi ta’ Kristu [No tengáis miedo de ser amigos íntimos
de Cristo].
Queridos jóvenes, llegado el momento de dejaros, deseo manifestaros
mi cercanía y el recuerdo constante en mis oraciones por vosotros, vuestros familiares
y amigos. Selluli għaż-żgħażagħ Maltin u Għawdxin kollha [Saludad de
mi parte a todos los jóvenes de Malta y Gozo].