El Papa insta a los empresarios romanos a revisar las propias conductas e interrogarse
sobre la coherencia entre los fines perseguidos y los medios utilizados
Jueves, 18 mar (RV).- En la víspera de la fiesta de San José, que es «un ejemplo»
para todos aquellos que desempeñan cargos de responsabilidad en el mundo del trabajo,
Benedicto XVI ha dado su cordial bienvenida - al final de esta mañana - a los miembros
de la Unión de Industriales y de las Empresas de Roma, que, como ha afirmado el presidente
de esta asociación, han querido venir al Vaticano para testimoniar ante el Santo Padre
su compromiso, en estos tiempos difíciles y confusos – en varias ámbitos – en la búsqueda
de sincera coherencia con las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
Refiriéndose
a la crisis del contexto actual globalizado y a sus repercusiones negativas y alentando
a enfocar esta compleja situación, como una oportunidad para revisar los modelos de
desarrollo - impulsando un ‘tiempo nuevo’ en el mundo financiero - el Papa ha evocado,
una vez más, su Encíclica sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la
verdad: «En la Encíclica
social, Caritas in veritate, he señalado que venimos de una fase de desarrollo en
que se ha privilegiado lo que es material y técnico, con respecto a lo que es ético
y espiritual. Y he alentado a colocar, en el centro de la economía y de las finanzas,
a la persona (cfr n.25), que Cristo desvela en su dignidad más profunda. Proponiendo,
además, que la política no se subordine a los mecanismos financieros, he solicitado
la reforma y la creación de ordenamientos jurídicos y políticos internacionales (cfr
n. 67), proporcionados a las estructuras globales de la economía y de las finanzas,
para conseguir de forma más eficaz el bien común de la familia humana». En
este contexto, Benedicto XVI, ha reiterado el magisterio pontificio y de la Iglesia:
«Siguiendo las huellas
de mis predecesores, he reiterado que el aumento del desempleo, en especial de los
jóvenes, el empobrecimiento económico de muchos trabajadores y el surgimiento de nuevas
formas de esclavitud, exigen como objetivo prioritario el acceso a un trabajo digno
para todos (cfr n. 32 y 63). Lo que guía a la Iglesia en hacerse promotora de esta
meta es la convicción de que el trabajo es un bien para el hombre, para la familia
y para la sociedad y es fuente de libertad y de responsabilidad. En el logro de estos
objetivos están implicados, naturalmente, junto con otros sujetos sociales, los empresarios,
que deben ser alentados en su compromiso al servicio de la sociedad y del bien común». «El
empresario atento al bien común está llamado a ver su propia actividad siempre en
el marco de un ‘todo’ plural» ha hecho hincapié luego Benedicto XVI, recordando la
necesitad de impulsar la fraternidad concreta en las opciones económicas y financieras,
en un mercado competitivo y al mismo tiempo más civil, animado por el espíritu de
servicio y un humanismo afianzado en la caridad y guiado por la verdad: «Un humanismo abierto
a Dios y, justo por ello, abierto al hombre y a una vida entendida como tarea solidaria
y gozosa (cfr n. 78). El desarrollo, en cada sector de la existencia humana, implica
también una apertura a lo trascendente, a la dimensión espiritual de la vida, a la
confianza en Dios, al amor, a la fraternidad, a la acogida, a la justicia y a la paz
(cfr n. 79). Me complace subrayar todo esto mientras nos encontramos en Cuaresma,
tiempo propicio para la revisión de las propias conductas profundas y para interrogarnos
sobre la coherencia entre los fines a los cuales tendemos y los medios que utilizamos».