En su visita a la comunidad luterana de Roma, el Papa señala que el primer punto de
encuentro entre luteranos y católicos "debe ser la esperanza de que la unidad pueda
ser más profunda”
Lunes, 15 mar (RV).- Ayer por la tarde, en el Cuarto Domingo de Cuaresma, Benedicto
XVI visitó la comunidad Evangélica Luterana de Roma en la Christuskirche (“Iglesia
de Cristo”), acompañado por los cardenales Tarcisio Bertone, secretario de Estado
de Su Santidad; Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la promoción
de la unidad de los cristianos; Agostino Valini, vicario de Benedicto XVI para la
diócesis de Roma y el abad de San Pablo extra Muros, Edmund Power. Con la participación
de párrocos de algunas parroquias de la zona.
Acogieron al Santo Padre el pastor
Dr. Jean-Martin Kruse y ocho miembros del Consejo de la Iglesia evangélica luterana,
entre ellos el decano en Italia, Holger Milkau, así como dos exponentes de la Iglesia
evangélica luterana de Alemania y el representante para Europa del sur, pastor Michael
Riedel-Schneider. El Papa participó en la liturgia de culto evangélico luterano que,
como quiere la tradición, se celebra en alemán, y tras la homilía del pastor Kruse,
también el Santo Padre pronunció su homilía.
“Con mucho afecto - dijo Benedicto
XVI - me dirijo a toda la comunidad, y a los responsables quiero agradecer por celebrar
este domingo, este día de la esperanza que mira hacia la luz de la Resurrección que
ilumina nuestra vida cotidiana”.
Aludiendo a la homilía pronunciada por el
pastor Kruse, dedicada a la esperanza y la consolación de Dios, tomando inspiración
del primer capítulo de la Segunda Carta de san Pablo a los Corintios, Benedicto XVI
apreció el modo con el que el pastor luterano permitió a la asamblea comprender el
mensaje de esperanza y de Cruz, dimensiones que van siempre juntas.
Su Santidad
se detuvo a contemplar el Evangelio de Juan, en la parte en que se narra que Jesús
iba a camino a Jerusalén, para celebrar la Pascua diciéndoles que había entre ellos
algunos gentiles, un grupo que yendo más allá del politeísmo griego y a la búsqueda
del Único Dios, el Dios de todos los hombres, había encontrado en lo íntimo del corazón
aquello que cada ser humano busca. En efecto, ellos lo encontraron en el Dios de Israel.
Este Dios – subrayó el Papa - que es universal pero al mismo tiempo ha elegido un
pueblo y un lugar específico: Israel.
“Son buscadores de Dios que llegan a
Jerusalén para adorar a este Dios único y san Juan nos narra en su Evangelio que también
iban a ver y a buscar a Jesús. Así dirigiéndose a Felipe el de Betsaida de Galilea
le dicen: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”. Su deseo de buscar a Dios los lleva a
esto: a buscar también a Jesús”, explicó el Papa ayer, ante la Comunidad Evangélica
Luterana de Roma.
“También nosotros queremos ver y reconocer a Jesús cada
vez más. Estos gentiles estaban en la misma situación que nosotros que también somos
peregrinos, y queremos reconocer cada vez más a Jesús y verlo”. Tras estas palabras,
el Santo Padre puntualizó que, al mismo tiempo, es válido que nosotros ya seamos amigos
de Jesús, capaces de mostrar a los demás el camino hacia Él”.
Benedicto XVI
oró ante la Comunidad Evangélica Luterana de Roma con las siguientes palabras: “Ayúdanos
a ser tus amigos, ayúdanos a ver cada vez más. Pero también, ayúdanos a conducir a
otras personas hacia ti”. Y añadió: “San Juan, no dice expresamente si se realiza
el encuentro entre los gentiles y Jesús. La respuesta que da va más allá del momento
actual porque dice: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.
Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero
si muere, da mucho fruto”.
Benedicto XVI explicó que con la parábola del grano
de trigo, que si no cae en tierra no puede dar fruto en abundancia, y por lo tanto
debe caer y debe ser destruido, el Señor la pronuncia comparándola con su ministerio.
El grano de trigo es Él, cae en nuestra tierra, se expone a nuestra realidad, y se
deja destruir, para que pueda dar tantos frutos”.
“De este modo – añadió -
puede crecer la fe, la comunidad de la Iglesia que será el Cuerpo vivo de Cristo,
fruto del grano de trigo que ha caído. De esta manera, y con este evento, también
la Santa Eucaristía se convierte en fruto que se desarrolla a partir de este hecho”.
El
Papa evocó en su homilía a la Comunidad Evangélica luterana de Roma que la persona
que ama su vida la perderá, pero que aquel que toma su cruz y pierde su vida, la ganará.
Si escuchamos esto – observó - no nos gusta. Queremos decirle al Señor: “¡Pero Señor!
¿Debemos odiar nuestra vida? y acto seguido explicó: “las palabras del Señor tienen
otra dimensión. Si el Señor nos dice: ‘Debemos odiar, en cierto modo, nuestra vida’,
Él se refiere al hecho de que no podemos pensar que la vida que vivimos es nuestra
vida, que es sólo para nosotros, que podemos tener tantas cosas exclusivamente para
nosotros, porque quien hace esto, quien tiene ojos sólo para sí mismo, no se encuentra,
sino que por el contrario se pierde”.
“La vida, reiteró el Papa, no es recibir
sino darse. No podemos recibir la vida solo tomándola, sino que, con humildad, debemos
darnos al otro, confiar nuestra vida a los demás. Este darse es lo mismo que amar
en una profunda realidad, y lo mismo que la Cruz. Ésta es la ley fundamental del amor:
Somos nosotros mismos únicamente cuando nos damos a los demás, cuando nos confiamos
a los demás. Este donarse, este aceptar la Cruz, este aceptar ser grano de trigo y
el camino del grano de trigo, es el camino del amor y el camino de la salvación”.
En
el marco de este encuentro ecuménico con la Iglesia Evangélica Luterana de Roma el
Papa en su homilía y participando en la celebración del culto eucarístico luterano
observó que esta idea ya está contenida en el concepto del “nosotros”, pero que se
debe hacer juntos. “Lo debemos aprender, en esto nosotros debemos darnos, darnos al
“ser cristiano”. El ser cristiano – añadió - no se puede vivir y realizar sin ser
la comunidad.
Tenemos que ver también – añadió Benedicto XVI - que “hemos
destruido este ‘nosotros’, que hemos dividido el único camino en tantos caminos, que
descuidamos el testimonio”. Y se preguntó el Papa llegado a este punto de su homilía:
¿Qué podemos decir frente a esto? Escuchamos tantas lamentaciones relacionadas al
hecho de que no hay nuevos desarrollos en el ecumenismo. Sin embargo, debemos decir
– y podemos decirlo con tanta gratitud - que ya hay tantas cosas en la unidad: y
que este domingo de “laetare” (alabanza), hemos cantado juntos, escuchando la misma
Palabra de Dios, rindiendo testimonio del único Cristo, y que no es la división nuestro
primer punto, sino el gozo y la esperanza – que ya vivimos.
Concretamente sobre
el ecumenismo, a los hermanos evangélicos luteranos el Papa dijo: No debemos estar
contentos por los resultados del ecumenismo en los últimos años, porque no podemos
beber del mismo y único cáliz y no podemos estar juntos ante el altar. Esto nos debe
entristecer, porque es una situación de pecado, pero la unidad no puede ser realizada
por los hombres: debemos confiarnos al Señor porque solamente él nos puede dar la
unidad. Esperamos que Él nos traiga la unidad.