Benedicto XVI señala durante el Ángelus que el ateismo esconde la exigencia de descubrir
el verdadero rostro de Cristo y recuerda que el perdón permite una relación libre
con Dios
Domingo, 14 mar (RV).- La parábola del hijo pródigo del Evangelio de este cuarto domingo
de Cuaresma, ha centrado la alocución de Benedicto XVI previa al rezo mariano del
Ángelus. Ante cientos de fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro
del Vaticano, el Papa ha evidenciado cómo esta página de san Lucas constituye un vértice
de la espiritualidad y de la literatura de todos los tiempos. "De hecho, ¿qué sería
de nuestra cultura, arte, y más en general de nuestra civilización, sin esta revelación
de un Dios Padre lleno de misericordia?”. Ante esta pregunta el Santo Padre ha señalado
que el texto evangélico de hoy “tiene el poder de hablarnos de Dios, de hacernos conocer
su rostro, y sobre todo su corazón”. Y por este motivo Dios aparece “como un Padre
que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia”, un Padre que “sufre si
nos perdemos y celebra nuestro regreso”.
"Por eso, la relación
con Él se construye a través de una historia, del mismo modo que ocurre a cada hijo
con sus propios padres: al inicio depende de ellos; después reivindica la propia autonomía;
y al final –y éste es el desarrollo positivo- se alcanza una relación madura, basada
en el reconocimiento y en el amor auténtico”. Precisamente estas mismas etapas son
las que marcan la relación del hombre con Dios. Primero, ha enumerado el Papa, se
vive una etapa que es como la infancia, “una religión movida por la necesidad, por
la dependencia”. Después, ha proseguido el Santo Padre, el hombre crece, se emancipa,
y quiere ser libre, adulto, capaz de realizar sus propias elecciones de forma autónoma,
“pensando incluso poder prescindir de Dios”.
Esta fase, ha dicho Benedicto
XVI, “es delicada, porque puede llevar al ateismo, pero también por este motivo, a
menudo esconde la exigencia de descubrir el verdadero rostro de Dios”. “Por suerte, Dios sigue
siendo fiel e incluso si nosotros nos alejamos y nos perdemos continua a seguirnos
con su amor, perdonando nuestros errores y hablando interiormente a nuestra conciencia
para llamarnos hacia Él”.
En la parábola del hijo pródigo, los dos hijos se
comportan de manera opuesta. El menor se va y cae siempre más bajo, mientras que el
mayor se queda en casa, pero él también tiene una relación inmadura con el padre.
De hecho, cuando el hermano regresa, el mayor no está contento como el padre, sino
que se enfada y no quiere entrar en casa. “Los dos hijos representan
los dos modos inmaduros de relacionarse con Dios: la rebelión y una obediencia infantil.
Ambos modos se superan a través de la experiencia de la misericordia. Sólo experimentando
el perdón, reconociendo que hay un amor gratuito que nos ama, más grande de nuestra
miseria y también de nuestra justicia, conseguiremos una relación realmente filial
y libre con Dios”.
“Queridos amigos –ha concluido el Papa- meditemos sobre
esta parábola. Reflejándonos en los dos hijos, y sobre todo contemplando el corazón
del Padre. Caigamos entre sus brazos y dejémonos regenerar por su amor misericordioso.
Que la Virgen María, Mater misericordiae, nos ayude”.
Y tras el rezo mariano
del Ángelus y el responso por los fieles difuntos Benedicto XVI ha saludado, como
es tradicional, en varios idiomas. En particular en polaco, el Santo Padre ha recordado
que hoy finaliza en Gniezno, el VIII Congreso dedicado a “La familia, esperanza de
Europa”. “Espero que este congreso –ha matizado el Papa- contribuya a la renovación
de la familia como comunidad instituida por Dios y fundada en Su ley. Que Dios bendiga
a todas las familias”.
En español, éstas han sido las palabras del Papa: “Saludo cordialmente
a los peregrinos de lengua española, en particular los grupos de las parroquias de
Nuestra Señora del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora del Tránsito, de Madrid, de
San Isidro, San Francisco y Santa María, de Almería, y de la Inmaculada Concepción
y de Santiago, de Sevilla. En este cuarto domingo de Cuaresma, la liturgia nos propone
la parábola del hijo pródigo y, con ella, una invitación la conversión para todos,
que saben haberse alejado de Dios por el pecado, y toman con humildad y valentía la
decisión de volver a Él, experimentando la misericordia y la ternura insospechada
del Padre, que los recibe con los brazos abiertos. Que la Santísima Virgen María nos
acompañe en este camino hacia la Pascua. Feliz domingo”.