Formación pastoral y nuevas estructuras de acogida, conclusiones del congreso del
migrante
Viernes, 12 feb (RV).- El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e
Itinerantes ha hecho público hoy el documento final con las conclusiones del VI Congreso
Mundial de esta pastoral, celebrado en noviembre del pasado año en el Vaticano. En
dicho texto se invita a las iglesias locales a emprender actividades para disipar
el miedo al diferente, y se recuerda la importancia de estar al lado de los inmigrantes
más jóvenes.
De hecho el lema del congreso fue: “Una respuesta pastoral al
fenómeno migratorio en la era de la globalización. A los cinco años de la Instrucción
Erga migrantes caritas Christi”. Inicialmente el documento contextualiza la época
actual que ha producido progreso y al mismo tiempo regresión sobre todo como consecuencia
de la crisis económica mundial. En este sentido la coordinación entre las iglesias
de origen y la de acogida es fundamental, para promover la integración.
En
las catorce páginas el documento conclusivo se dedica amplio espacio a los jóvenes,
sobre todo a los niños que se quedan en el país de origen y que se ven afectados “por
un concepto materialista de emigrar para ganar más”, señala el documento. Por este
motivo se invita a las iglesias a que creen estructuras destinadas a los jóvenes para
que sirvan de punto de encuentro, donde se les acoja y se les de respuestas a “las
difíciles preguntas que a menudo plantean”.
Del mismo modo los 320 delegados
que participaron en el VI Congreso de Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes,
solicitan el refuerzo y desarrollo de las propias estructuras de acogida y ven como
una necesidad primordial, la formación de los sacerdotes, religiosos y religiosas
para que comprendan mejor el fenómeno de la migración y sus implicaciones pastorales.
Por
último el documento analiza la importancia de estrategias a largo placo e invita a
todas las diócesis a unirse, en este 2010, a las celebraciones del 20 aniversario
de la Convención de la ONU sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores
migrantes y de los miembros de sus familias. En este sentido, los medios católicos
de comunicación se convierten en un instrumento fundamental de enseñanza y aplicación
de la Instrucción Erga migrantes caristas Christi, concluye el documento.
Documento
Final
I. EL EVENTO
El VI Congreso Mundial de Pastoral
para los Emigrantes y Refugiados tuvo lugar del 9 al 12 de noviembre de 2009 en el
Aula Magna del Vaticano en Via della Conciliazione, n. 5. El tema del Congreso fue
"Una respuesta pastoral al fenómeno migratorio en la era de la globalización. A los
5 años de la Instrucción Erga migrantes caritas Christi".
Se reunieron 320
delegados de todos los continentes. Entre éstos se encontraban cardenales y un patriarca
de la Iglesia Católica Oriental, arzobispos, obispos, sacerdotes, hombres y mujeres
de congregaciones religiosas, agentes de pastoral, representantes de movimientos eclesiales
y asociaciones laicales, delegados fraternos del Patriarcado Ecuménico, de la Comunión
Anglicana, de la Federación Mundial Luterana y del Consejo Mundial de las Iglesias.
Además, estaban presentes embajadores y representantes de las misiones diplomáticas
acreditadas ante la Santa Sede, miembros de organizaciones internacionales y no gubernamentales,
expertos en el campo académico, y representantes de organizaciones directa o indirectamente
vinculadas con migrantes y refugiados.
El Congreso se inauguró el lunes 9 de
noviembre de 2009 con una concelebración eucarística en la Basílica de San Pedro presidida
por Su Emcia. el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado.
La sesión
inaugural comenzó con el canto del 'Veni Creator' seguido por el discurso inaugural
del Arzobispo Antonio Maria Vegliò, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral
de los Emigrantes e Itinerantes (PCPMI). Afirmó que la globalización ha traído beneficios,
pero también ha aumentado la necesidad de muchas personas a emigrar. Esto plantea
un desafío para la sociedad contemporánea, debido a la interrelación de los muchos
factores que caracterizan a la migración. Para el futuro próximo, serán necesarios
nuevos instrumentos y estrategias para afrontar las necesidades y las situaciones
ligadas al fenómeno migratorio, que está en continuo crecimiento y evolución.
Siguieron
las intervenciones de las autoridades y de los invitados de honor: del Dr. Renato
Giuseppe Schifani, Presidente del Senado de la República Italiana, del Sr. William
Lacy Swing, Director General de la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM), del Sr. Laurens Jolles, Representante Regional para Europa del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y del Rvdo. P. Pierre Martinot-Lagarde,
SJ, representante de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Sus intervenciones
pusieron de manifiesto, entre otras cosas, la importancia de que la Iglesia colabore
con los Estados, así como con las Organizaciones Internacionales y Nacionales, en
el esfuerzo para proteger los derechos de los migrantes, refugiados, solicitantes
de asilo y desplazados internos, con el fin de gestionar el fenómeno de forma responsable
y para mitigar los graves efectos de la actual crisis económica sobre los trabajadores
migrantes.
Un hito importante del Congreso fue la audiencia con el Papa Benedicto
XVI a las 12 horas en el Palacio Apostólico. El Santo Padre se refirió al antiguo
pueblo bíblico que, huyendo de la esclavitud de Egipto con el sueño de la tierra prometida
en su corazón, atravesó el Mar Rojo y, en vez de llegar inmediatamente a su objetivo
deseado, tuvo que afrontar la dureza del desierto. La migración, dijo, es una oportunidad
para destacar la unidad de la familia humana y por ello la Iglesia invita a los fieles
a abrir sus corazones a los migrantes y a sus familias, sabiendo que no son sólo un
‘problema’, sino que constituyen un ‘recurso’ que debe ser debidamente apreciado en
vista al auténtico progreso y desarrollo de la humanidad.
La sesión vespertina
fue abierta por la primera de las presentaciones culturales, ofrecida por un grupo
de América Latina, en representación de los continentes americano y europeo.
El
Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del PCPMI, pronunció a continuación su conferencia
titulada "Una respuesta pastoral al fenómeno migratorio en la era de la globalización.
A los 5 años de la Instrucción Erga migrantes caritas Christi". Señaló que la Instrucción
había sido ‘recibida’, teológicamente hablando, por el Papa Benedicto XVI, en su primera
encíclica social Caritas in veritate. A lo largo de su discurso, el Arzobispo Marchetto
resaltó las líneas fundamentales de esta Encíclica en relación con las cuestiones
relativas a la globalización y la migración.
"Globalización y migraciones"
fue el título de la segunda conferencia del primer día, desarrollada por el Prof.
Stefano Zamagni, del Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad de Bolonia
(Italia). Tomó en consideración las características distintivas de la cuestión de
la migración en la era de la globalización, prestando particular atención a tres de
ellas: la feminización de la migración que causa un inequívoco care drain (mujeres
que dejan sus propios hijos en su país para ir al extranjero a trabajar) además del
ya conocido fenómeno del brain drain (los países de llegada exigen cada vez más inmigrantes
altamente cualificados); la pérdida de significado de la distinción tradicional entre
países de origen, de tránsito y de destino, hasta el punto que hoy se habla de migraciones
circulares; y, finalmente, el paradójico caso de África. También criticó la propuesta
de basar las políticas migratorias en el “Principio de la Integración Económica Selectivamente
Aplazada” ("Principle of Selectively Delayed Economic Integration") y defendió la
posibilidad de crear una Organización Mundial para las Migraciones, como implícitamente
se sugiere en la reciente encíclica Caritas in veritate.
Una mesa redonda
sobre el tema "Una respuesta pastoral al fenómeno de la urbanización y de las migraciones
internas" desarrolló la cuestión más a fondo gracias a las presentaciones basadas
en las experiencias en tres continentes diferentes. Por África, Su Emcia. el Cardenal
John Njue, Arzobispo de Nairobi, examinó el caso de Kenya, donde los refugiados siguen
llegando al país como resultado de la actual intensificación de los combates en Somalia.
De Asia, Su Emcia. el Cardenal Jean-Baptiste Pham Minh Mân, Arzobispo de Thàn-Phô
Hô Chí Minh, Hôchiminhville (Vietnam), describió la situación de la migración en su
país, que ha cambiado debido a una nueva política de ‘puertas abiertas’. Su Emcia.
el Cardenal Odilo Pedro Scherer, Arzobispo de São Paulo (Brasil), habló del continente
latinoamericano, el cual ha sido testigo de una rápida y creciente urbanización durante
los últimos años.
La sesión matinal del martes 10 de noviembre de 2009 fue
presidida por el Eminentísimo Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación
para las Iglesias Orientales, quien introdujo el trabajo de la jornada con una breve
reflexión sobre el como el fenómeno migratorio afecta a las Iglesias católicas orientales.
Siguió
la tercera conferencia, que, con el título "Una pastoral específica para los jóvenes
y adolescentes migrantes y refugiados", fue ofrecida por el Rvdo. P. Gabriele Parolin,
Superior Regional de los Misioneros Scalabrinianos para Europa y África. Afirmó que
los jóvenes inmigrantes no son diferentes de los otros jóvenes de su edad. En la construcción
de su futuro, tienen que aprender a aceptar la diversidad y a encontrar un papel en
la sociedad. Es necesario, por ello, un replanteamiento de la pastoral juvenil, a
nivel diocesano y nacional, que tenga en cuenta la diversidad en una realidad multicultural.
"La
cooperación entre las Iglesias de origen y de acogida en la atención pastoral de los
migrantes y refugiados" fue el tema de la mesa redonda que siguió a esta intervención.
La primera presentación al respecto fue la de Su Excia. Paul Ruzoka, arzobispo de
Tabora (Tanzania), quien se aproximó al tema partiendo de su experiencia en el oeste
de su País, donde ha desarrollado su ministerio pastoral durante casi veinte años.
Su Excia. Renato Ascencio León, Obispo de Ciudad Juárez (México), habló del impulso
dado por la Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in America (1999), que ha
alentado a las Conferencias Episcopales y a los obispos de las fronteras de Estados
Unidos y México a continuar el entendimiento mutuo que siempre ha inspirado su ministerio
de acogida y de servicio a los migrantes. Por último, el Rvdo. Mons. Aldo Giordano,
Observador Permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa (Estrasburgo), ex
Secretario General del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas, afirmó que
en los últimos diez años los obispos de África y Europa han tenido una experiencia
de comunión y de solidaridad centrada en cuestiones relacionadas con la migración. La
sesión vespertina se inició con la segunda presentación cultural, ofrecida por inmigrantes
procedentes de África. A ello siguió la cuarta conferencia que, con el título "La
atención pastoral hacia una integración más estable de los migrantes y refugiados
en el contexto del dialogo ecuménico, interreligioso e intercultural", fue ofrecida
por el Excmo. Josef Voss, presidente de la Comisión Episcopal para los Migrantes de
Alemania. Afirmó que la Iglesia se considera promotora de una política de integración
que no sólo sirva a los intereses de la sociedad de acogida, sino también a las necesidades
de los migrantes y refugiados. Por su naturaleza, la Iglesia es una comunidad de creyentes
de toda lengua, raza y nación y, por lo tanto, ella misma es lugar de integración.
Trabajar en el ámbito de quienes migran y de quienes huyen significa tratar con personas
de convicciones cristianas y con personas de otras religiones y culturas. La perspectiva
ecuménica ayuda a considerar seriamente cada cultura en la que la vida de fe se expresa,
de manera que los inmigrantes puedan vivir su fe en su propia cultura y tradición.
La
respuesta cristiana fue ampliada gracias a las intervenciones de los delegados fraternos.
El representante del Patriarcado Ecuménico, Su Emcia. el Metropolita Stephanos de
Tallin y de toda la Estonia, recordó que la parábola del juicio final en el Evangelio
de San Mateo insiste en que el criterio para la entrada en el Reino será nuestra actitud
hacia los pobres y los extranjeros. Por lo tanto, las Iglesias deben movilizarse conjuntamente
y adoptar las actitudes y comportamientos que sean consecuentes con los preceptos
evangélicos.
En nombre de la Comunión Anglicana, el Rvdo. Canónigo Nicholas
Sagovsky afirmó que es sobre todo la Iglesia local quien acoge a los inmigrantes y
refugiados que llegan a la comunidad. Recientemente, este año, se tomó la decisión
de relanzar la Red Anglicana de Refugiados y Migrantes, que actualmente está preparando
una consulta internacional, con representantes de toda la Comunión Anglicana, junto
con invitados ecuménicos y otros colegas.
La Sra. Franca Di Lecce, Directora
del Servicio para los Refugiados y Migrantes de la Federación de Iglesias Evangélicas
en Italia, quien representaba a la Federación Mundial Luterana, manifestó que el tema
de las migraciones es central en las reflexiones actuales de las Iglesias protestantes,
con la dignidad de la persona humana y la centralidad de los derechos humanos en el
centro del debate. Las actuales políticas migratorias sólo han aumentado la irregularidad,
el tráfico de personas, la marginación, la tensión social, la desconfianza y el racismo.
La
Sra. Carla Khijoyan, del Programa Ejecutivo de Migración y Justicia Social del Consejo
Mundial de las Iglesias, habló de la migración como una de las consecuencias inevitables
de la globalización, que tiene un impacto enorme sobre la Iglesia y sobre el movimiento
ecuménico local. Recientemente, el Consejo Mundial de las Iglesias ha utilizado el
mandato bíblico de 'acoger al extranjero’ para desafiar a las Iglesias a desarrollar
una mayor acción en favor de los migrantes. El establecimiento, por parte del Consejo
Mundial de las Iglesias, de una Red Ecuménica Mundial sobre Migración ha reunido a
los asociados a nivel mundial.
La mañana del miércoles 11 de noviembre de 2009
se inició con la quinta conferencia, titulada "La urgencia y los desafíos de la cooperación
ecuménica e interreligiosa en la situación actual de los migrantes y refugiados (la
experiencia de los Movimientos Eclesiales)", a cargo de la Sra. Daniela Pompei, de
la Comunidad de Sant’Egidio (Italia). Afirmó que el diálogo y la cooperación entre
Iglesias y religiones se han convertido en una necesidad para millones de personas
que viven unos junto a otros y creen de formas diferentes. Los movimientos eclesiales
también han contribuido al esfuerzo de construcción de un marco cristiano de interacción
que esté abierto al diálogo y al encuentro con los otros.
"La cooperación
entre las instituciones eclesiales y civiles por una mejor vida de los emigrantes
y refugiados" fue el tema de la sexta conferencia, desarrollada por el Dr. John Klink,
Presidente de la Comisión Católica Internacional de Migración (CCIM). La relación
de la Iglesia con la sociedad civil y sus instituciones se ha caracterizado recientemente
por una responsabilidad compartida. Para la Iglesia, uno de los medios más eficaces
para continuar e intensificar su cooperación con las instituciones civiles en favor
de los migrantes y los refugiados es el apoyo de la Santa Sede al establecimiento
y fortalecimiento de estas instituciones civiles, incluida las Naciones Unidas. La
contribución realizada en los últimos años por la Santa Sede a las Naciones Unidas,
y el importante rol que a nivel mundial desempeña la CCIM en la defensa de la migración
muestran los ámbitos en los que la Iglesia puede efectuar, y realmente efectúa, cambios
positivos a favor de los refugiados y los migrantes.
La sesión vespertina fue
abierta por la tercera presentación cultural, realizada en esta ocasión por un grupo
de jóvenes migrantes de Filipinas, en representación de Asia y Oceanía. A ello siguió
una mesa redonda sobre "La atención pastoral de los migrantes y refugiados en la cárcel
y en los campos de detención". Su Excia. John Charles Wester, obispo de Salt Lake
City (EE.UU.), habló sobre la detención de los inmigrantes indocumentados en los Estados
Unidos y el desafío que supone para la Iglesia la atención pastoral a una población
creciente y de difícil acceso. Su Excia. Giovanni Innocenzo Martinelli, OFM, Vicario
Apostólico de Trípoli (Libia), afirmó que la Iglesia en Libia, al día de hoy, está
constituida íntegramente por extranjeros, todos inmigrantes. Gracias al permiso de
las autoridades penitenciarias, es posible visitar a los detenidos en las prisiones
repartidas en diferentes zonas de Trípoli y sus alrededores, así como los de un centro
en Misurata, donde son custodiados alrededor de 650 eritreos, en su mayoría cristianos.
El tema de los migrantes en detención, por lo que se refiere a Italia, fue presentado
por el Rvdo. Mons. Giorgio Caniato, Inspector General de Capellanes de Prisiones en
el país, quien señaló que en las cárceles italianas hay inmigrantes por haber violado
las leyes del país y habló del papel activo del Inspector y de los capellanes penitenciarios
en Italia para la atención pastoral de los migrantes en prisión.
El ‘Festival
de los Pueblos’ tuvo lugar después de las sesiones del día. Fue organizado por 'Migrantes',
una Fundación de la Conferencia Episcopal Italiana.
El jueves 12 de noviembre
de 2009, la sesión de clausura comenzó con una asamblea general y la presentación
de la propuesta de Documento Final, con conclusiones y sugerencias para el futuro.
Fue seguido por un animado debate, guiado por el Arzobispo Secretario Mons. Agostino
Marchetto.
Durante el Congreso, las sesiones fueron presididas respectivamente
por el arzobispo Antonio Maria Vegliò (Presidente del PCPMI), Su Emcia. el Cardenal
Gabriel Zubier Wako (Arzobispo de Jartum, Sudán), Su Emcia. el Cardenal Leonardo Sandri
(Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales), Su Emcia. el Cardenal
Pedro Rubiano Sáenz (Arzobispo de Bogotá, Colombia), Su Emcia. el Cardenal André Vingt-Trois
(Arzobispo de París, Francia) y Su Emcia. el Cardenal Ennio Antonelli (Presidente
del Pontificio Consejo para la Familia). Las sesiones matinales fueron moderadas por
el Arzobispo Agostino Marchetto (Secretario del PCPMI), y las vespertinas por Mons.
Novatus Rugambwa (Subsecretario del PCPMI).
Cada día se reunieron quince grupos
de estudio, constituidos de acuerdo con los idiomas utilizados en el Congreso, dando
así la oportunidad a los participantes de compartir sus experiencias, de ofrecer sugerencias
que ayudaran al pequeño grupo ad hoc a preparar conclusiones y recomendaciones para
el Documento Final, y de manifestar sus esperanzas e indicaciones para futuros planes
de acción.
El Congreso concluyó con los agradecimientos manifestados por el
Presidente del PCPMI, acompañados de una reflexión sobre los días pasados y, finalmente,
la oración del ‘Ángelus’.
II. CONCLUSIONES
La
migración, un fenómeno en la era de la globalización, un signo de los tiempos
Nos
encontramos en una época de cambios rápidos y sin precedentes. El alto nivel actual
de interacción entre personas y naciones, el rápido intercambio de ideas, dinero y
comercio hacen de ésta una era totalmente nueva, que ha traído tanto progreso como
regresión, beneficios y también pérdidas, nuevos desafíos y oportunidades como nuevos
sufrimientos. Las estructuras y componentes tradicionales de la sociedad ya no parecen
ofrecer las mismas seguridades que antes. Las guerras y la violencia han continuado
cosechando sus víctimas. Aumentarán los preocupantes signos del cambio climático,
que ha comenzado a desplazar a grandes grupos de personas, y la crisis económica,
una de las muchas facetas de nuestro mundo globalizado, ha intensificado la incertidumbre
y la conciencia de nuevas vulnerabilidades y de la aflicción humana.
La migración
es un signo de los tiempos, que afecta profundamente a nuestras sociedades. Su extensión
y sus dimensiones han aumentado dramáticamente y seguirá haciéndolo en el futuro próximo.
Su interconexión con los factores económicos, sociales, políticos, religiosos, culturales
y de seguridad, que definen nuestro mundo globalizado, refuerza la sensación de vulnerabilidad
y aumenta las cuestiones relativas a los modelos tradicionales de cohesión social.
Parece que estamos buscando mejores modelos de acompañamiento para los inmigrantes,
al tiempo que redefiniendo la sociedad en la que éstos se deberían integrar. En un
mundo tan marcado por nuevos signos de miedo y falta de hospitalidad, la centralidad
de la persona humana y de su dignidad, con sus correspondientes derechos y deberes,
adquieren una importancia cada vez mayor.
La migración, por lo tanto, es también
una invitación a imaginar un futuro diferente, que persiga el desarrollo del género
humano en su totalidad, incluyendo a cada ser humano con su potencial espiritual y
cultural y su contribución a un mundo más equitativo, marcado por la solidaridad mundial
y el pleno respeto de la dignidad humana y de la vida. El Papa Benedicto XVI ha definido
la migración como "un gran recurso para el desarrollo de la humanidad" y, en sus palabras
inaugurales de este Congreso, ha subrayado una vez más la importancia del macrofenómeno
de la migración como una llamada a señalar y destacar la unidad de la familia humana,
así como el valor cristiano de la acogida al extranjero.
Ciertamente, la migración
es un fenómeno de todos los tiempos. Es tanto una parte de nuestro presente como de
nuestro pasado y nuestro futuro. Se nutre de los desequilibrios demográficos y económicos,
los malos gobiernos, los conflictos, la falta de libertad, la pobreza y los desastres
ambientales, así como de la verdadera esperanza y de la creciente conciencia de la
presencia de nuevas y mejores perspectivas de vida. Las migraciones son frecuentemente
descritas como realidades dramáticas que, muy a menudo, podrían haberse evitado. "Todos
podemos ver el sufrimiento, el disgusto y las aspiraciones que conllevan los flujos
migratorios", escribió el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in veritate (n.
62) y, sin embargo, es evidente que las respuestas de la sociedad son a menudo insuficientes
ya que el mundo ha permanecido sordo al grito que pedía una solución a las diferentes
necesidades que están en el origen de la decisión de emigrar y de sus inevitables
consecuencias.
La migración es un desafío multidimensional: muestra cómo las
cuestiones de seguridad y el miedo social pueden fácilmente conducir a un incremento
de la discriminación, de la xenofobia y del racismo e incluso a la criminalización
del migrante, lo cual sólo agrava el problema sin dar ninguna respuesta a las necesidades
reales de la humanidad, ni ofrecer una alternativa válida a nuestro mundo en crisis.
Ésta pone a la sociedad del siglo XXI frente al tráfico de personas, el contrabando,
los secuestros, el trabajo forzoso, los apátridas, los falsos matrimonios, los matrimonios
por correspondencia y a las nuevas formas de esclavitud humana, que empujan especialmente
a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal.
El sufrimiento humano
se hace evidente en muchas situaciones dramáticas, como por ejemplo, las personas
que intentan cruzar un desierto o los balseros que mueren, o que son arrojados por
la borda, o que se les niega el rescate y el acceso al territorio nacional (refoulement),
siendo repatriados, o que, los más afortunados, llegan en unas condiciones miserables.
La detención arbitraria, incluso a veces la tortura en campos de detención, o simplemente
la deportación a sus países de origen, son sus probables destinos. Sin embargo, estas
tragedias no afectan sólo a los propios migrantes, sino también a los países de acogida,
que no necesariamente tienen la capacidad de soportar la carga de un creciente número
de llegadas. Es evidente, fundamentalmente, que una actitud defensiva y unas políticas
migratorias restrictivas dividen y destruyen familias, que la inquietud social entre
la población local es generada por el temor al desempleo debido a la presencia de
trabajadores migrantes y que la agitación social entre los inmigrantes es causada
por la injusticia social. No se han abordado suficientemente las cuestiones sobre
el bienestar, los sistemas de seguridad social y los modelos de integración, mientras
que el grado de integración en el mercado laboral del país de acogida no coincide
con el de la integración social. En clara contradicción con las actitudes restrictivas,
las economías globales necesitan y promocionan una mayor movilidad humana.
Al
tiempo que los medios de comunicación social informan de una cierta mejoría en nuestras
economías, los migrantes siguen teniéndose que enfrentar a la magnitud de los daños
causados por la crisis actual que, según la estimación de la Organización Internacional
del Trabajo, ha destruido unos 50 millones de puestos de trabajo. La oferta de mano
de obra y el derecho al trabajo son pacificadores sociales y ayudan a recuperar la
esperanza y la confianza en las sociedades, pero la crisis económica ha puesto de
manifiesto en qué medida los migrantes se ven afectados por los despidos y como esto
se traduce en una reducción de los flujos de remesas. La disminución del respeto de
los principios fundamentales del derecho internacional y de los derechos laborales
de los migrantes han afectado aún más la integración y la cohesión social. Además,
como muchos inmigrantes despedidos optan por permanecer en el país de acogida en espera
de tiempos económicamente mejores, es probable que se asista a un aumento de las permanencias
irregulares. Una vez más, la movilidad humana plantea cuestiones fundamentales relativas
a la fraternidad y la solidaridad mundiales, al desarrollo y a la interdependencia
global: "La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos"
(Caritas in veritate, 19).
Éstas y otras muchas facetas de la imagen caleidoscópica
de causas y consecuencias de la migración indican lo mucho que éstas sobrepasan los
mecanismos nacionales de respuesta. Hay una profunda necesidad de una visión universal
de las relaciones internacionales y de una renovada atención a la persona humana creada
a imagen de Dios. Teniendo en cuenta los numerosos cambios de la sociedad y los inmensos
desafíos generados por la movilidad humana, la Iglesia no tiene otra opción que actuar,
considerando sus esfuerzos directamente relacionados con la proclamación del Reino
de Dios (cf. Erga migrantes caritas Christi, 96-97, 101-103).
Para la Iglesia,
el macrofenómeno de la migración es un asunto pastoral prioritario. Aunque siempre
será necesario algún tipo de contextualización, la Iglesia puede ayudar a los inmigrantes
a mantener su fe y su cultura y, al mismo tiempo, a hacer que el país de acogida se
abra a la cultura del país de origen de los inmigrantes, reuniendo a las comunidades
migrantes y locales. La solidaridad es el primer paso hacia un compartir los valores
religiosos entre las comunidades locales y migrantes. Esto podría llevar a la evangelización
o al renacer de la fe de aquellos que se han secularizado. La migración es también
una oportunidad ecuménica importante.
La Instrucción Erga migrantes caritas
Christi es un paso reciente e importante en el más de un siglo de historia de la pastoral
específica de los migrantes, que ha dado un nuevo impulso y dirección a la elaboración
de respuestas adecuadas a este fenómeno mundial. Este documento presenta un lenguaje
teológico nuevo, y supone un hito especialmente en lo referido a la ‘categorización’
de los migrantes, al tiempo que contribuye a construir una nueva y mayor conciencia
de la necesidad de fomentar la pastoral de los migrantes a nivel local, nacional,
internacional, continental y universal. Motiva el diálogo y la corresponsabilidad
entre las Iglesias de origen, de tránsito y de destino. Además, la Instrucción contribuye
a reforzar los mecanismos nacionales y diocesanos de coordinación pastoral, y alienta
la formación de los agentes pastorales que tienen la tarea de desarrollar e implementar
servicios específicos de pastoral en favor de los migrantes. Cinco años después de
su publicación, se puede decir que el documento ha sido bien ‘recibido’, pero, aún
así, merece tener una difusión más generalizada, a fin de poder ser útil, incluso
en el plano político, influyendo en las políticas migratorias. Los participantes consideraron
que es muy útil la organización de Congresos, como este VI Congreso Mundial y los
dos continentales sobre la pastoral de migrantes y refugiados, celebrados en Bangkok
(6-8 de noviembre de 2008) y Nairobi (2-5 de junio de 2008). Estos esfuerzos deben
multiplicarse y continuar con el fin de convertirse en una oportunidad para el intercambio
de las mejores prácticas.
Hay también importantes signos de corresponsabilidad
y comunión entre las Iglesias de origen y las de acogida. Una continua relación entre
ellas ha permitido no sólo una mejor comprensión del fenómeno, sino que ha promovido
medidas muy concretas, tales como el envío de capellanes de inmigrantes para llevar
a cabo el aspecto fundamental de esta pastoral específica. Además, esta colaboración
ha demostrado ser útil en el logro de un mayor peso político en el ámbito internacional,
produciendo una mayor eficacia y autoridad. Se puede considerar que los numerosos
esfuerzos bilaterales y multilaterales por vincular la Iglesia local de origen con
las Iglesias de tránsito y de destino han contribuido en modo importante a generar
una nueva mentalidad, a reforzar la coordinación, a establecer formas concretas de
cooperación y a crear diversas comisiones ad hoc. Es evidente que esta colaboración
tiene un impacto diferente en los casos en donde el migrante está presente sólo por
un período limitado de tiempo, como en la migración temporal o en la circular. Este
modelo parece ser el preferido por los países de acogida, pero merece ser cuestionado.
Como estas formas de migración forjan identidades sociales dúplices, una en el país
de origen y otra en el país de acogida, sin garantizar la continuidad entre las dos
o en una de ellas, la colaboración entre las estructuras diocesanas en todos los países
implicados es aún más necesaria.
Asimismo se debe señalar que la Iglesia ha
asumido en numerosas ocasiones un papel de promoción de la defensa de los derechos
humanos y de la dignidad. Ha reforzado su compromiso en favor de los migrantes vulnerables,
especialmente mujeres y menores de edad. Ha actuado como mediador en situaciones de
conflicto y como promotor de un verdadero desarrollo. La Iglesia ha manifestado también
su inquietud por la situación en algunos campos de detención donde las condiciones
de vida son una cuestión humanitaria y el respeto de los derechos humanos fundamentales
de los detenidos debe ser reafirmado.
A través de sus muchas estructuras solidarias
especializadas y de sus organizaciones caritativas, la Iglesia ha desarrollado acciones
operativas concretas para responder a las numerosas necesidades, heridas y vulnerabilidades
de aquellos que han dejado atrás su familia y/o han llegado en situaciones precarias.
Se han abierto centros de atención para los migrantes más vulnerables, especialmente
mujeres y niños, para víctimas de la trata y para menores no acompañados. Se ha proporcionado
atención familiar y psicológica (sanación de la memoria) y se han desarrollado programas
de protección infantil. Se ha prestado asistencia a solicitantes de asilo, a refugiados
y a desplazados internos, mientras se buscaban soluciones duraderas. Se han organizado
encuentros transfronterizos, se han creado centros para sensibilizar a la comunidad
ante los recién llegados y se han instituido contactos interregionales. Los esfuerzos
de la Iglesia han contribuido en gran medida a promover medidas de integración (no
de asimilación) y han ofrecido una correcta orientación a los programas referidos
a la ciudadanía/nacionalización. Incluso las pequeñas comunidades eclesiales han demostrado
su utilidad en este proceso de integración. Es necesario subrayar el papel y el compromiso
de numerosas congregaciones religiosas, así como de diversos movimientos eclesiales,
grupos y asociaciones laicales, en la asistencia y el trabajo con y para los migrantes
y los refugiados. Los migrantes no son sólo sujeto de preocupación, sino que deben
tener la oportunidad de convertirse en los protagonistas de su propio futuro (cf.
Erga migrantes caritas Christi, 100). Tienen que integrarse gradualmente en la Iglesia
local de llegada, la cual podrá adquirir nuevas fuerzas mediante la asunción de responsabilidades
concretas por parte de los inmigrantes. De hecho, los migrantes pueden ser sacerdotes,
o asumir la función de lectores, catequistas o ministros extraordinarios de la Eucaristía.
Cuando los migrantes se encuentran dispersos en los países de acogida, es difícil
llegar a ellos, pero en los lugares donde la densidad de migrantes es alta, la acción
cristiana integra a los recién llegados, ampliando así el tejido social existente.
Puesto que a los inmigrantes se les anima a participar en los servicios sociales,
la Iglesia de acogida debe dar pruebas de su apertura a otras culturas y tradiciones.
La integración gradual será facilitada por pastores que procedan de sus países de
origen con el fin de atenderlos. Si esto no es posible por falta de sacerdotes, Erga
migrantes caritas Christi prevé la presencia de agentes de pastoral que hablen el
idioma de los migrantes y/o conozcan su cultura. En este sentido, son un buen recurso
quienes habiendo sido misioneros en los países de origen de los migrantes, y nacidos
en el país de acogida, han regresado a sus países de origen.
Se presta especial
atención a los migrantes y refugiados jóvenes, cuyas preguntas existenciales son a
menudo muy serias, en cuanto formulan su identidad en términos de cuestiones relacionadas
con el sentido de la vida, la justicia social, la salvaguardia de la creación y la
relación con Dios. Es frecuente encontrar jóvenes que estén buscando sinceramente
un sentido religioso de sus vidas. Esto pone de relieve el papel fundamental de la
Iglesia en el acompañamiento de su búsqueda de significado y en la construcción de
sus valores. Su presencia es una oportunidad privilegiada para establecer intercambios
culturales que podría abrir la posibilidad de trabajar hacia el logro de la tolerancia
y de la convivencia pacífica en la sociedad del mañana. A menudo los jóvenes viven
una situación que presenta un fuerte riesgo de doble marginalización, ya que al mismo
tiempo experimentan una creciente distancia de la cultura de sus padres y una brecha
no suficientemente colmada entre ellos y la sociedad de acogida. Las organizaciones
católicas juveniles ofrecen a los jóvenes migrantes un sentido de pertenencia y les
brindan una formación que les ayude a mantenerse fieles a su patrimonio religioso.
En varios países se han iniciado programas específicos para acercar las comunidades
católicas a los jóvenes migrantes, para modificar su percepción de la Iglesia como
algo demasiado lejano, encerrada en sus posiciones y despreocupada de la diversidad
cultural. Estos programas también ofrecen, cuando es necesario, un entorno seguro
que les permita mantenerse alejados de actividades delictivas, del tráfico de personas,
de las drogas, de la violencia armada o de las sectas, que muy a menudo ofrecen falsas
respuestas a sus necesidades existenciales.
Los niños que se quedan en el país
de origen pagan un precio muy elevado en comparación con las leves mejoras de las
condiciones materiales proporcionadas por sus padres que trabajan en el extranjero.
Su visión de la sociedad del mañana puede estar determinada por el concepto materialista
de emigrar para ganar más. Por lo tanto, las familias separadas y transnacionales,
cuya unidad es a menudo más virtual que real, pueden poner en peligro la educación
de los niños y la sociedad del mañana. La ausencia de los padres en el proceso educativo
del niño es una forma de ‘care drain’ de la que hay que ocuparse cuidadosa y plenamente.
Los
migrantes que pertenecen a las Iglesias católicas orientales pueden encontrar su camino
en las diócesis de llegada, pero necesitan mantener sus vínculos con la Iglesia de
su rito. Algunas diócesis han desarrollado una estrecha colaboración con estas Iglesias.
Se hacen esfuerzos para asegurar el contacto con sus eparquías de origen con el objeto
de salvaguardar su espiritualidad, sus valores religiosos y su liturgia. En algunos
casos, se organizan peregrinaciones a los países de origen con el fin de volver a
conectar a los migrantes con sus tradiciones, su patrimonio y sus costumbres.
III.
RECOMENDACIONES
A. Para promover la pastoral de migrantes y
refugiados en la Iglesia Católica
Que se refuercen y desarrollen las estructuras
eclesiales mediante una mayor colaboración e interconexión entre los obispos de los
países de acogida, de tránsito y de origen, por ejemplo a través de la organización
de encuentros inter-diocesanos centrados en la migración. Es importante valorar la
significativa contribución y la experiencia que ofrecen los institutos de vida consagrada,
las sociedades de vida apostólica, los movimientos eclesiales, los grupos vinculados
a la Iglesia, las asociaciones y organismos que operan en este campo, y sacar el máximo
de su compromiso.
Que en la formación de sacerdotes, religiosos y religiosas
y de los miembros de movimientos eclesiales y asociaciones y grupos laicales se incluyan
cursos específicos que ofrezcan un mejor conocimiento y comprensión del macrofenómeno
de la migración y de sus implicaciones pastorales. Estos cursos deberían incluir el
estudio de la Instrucción Erga migrantes caritas Christi y de la Doctrina Social de
la Iglesia. Debe desarrollarse una mejor articulación de la teología de la migración,
que ponga de relieve la universalidad de la Iglesia y su condición de peregrina y
migrante. También es importante ofrecer una formación específica a los sacerdotes
y agentes pastorales que atienden a las necesidades de los migrantes en determinadas
circunstancias.
Que se ofrezca una formación adecuada a los agentes de pastoral
y a los mediadores culturales, y que se revitalicen las capellanías, de modo que se
ofrezca un mejor apoyo a las comunidades de migrantes y se les ayude a preservar su
cultura y sus valores religiosos en vista a su integración.
Que se preste especial
atención a los migrantes y refugiados pertenecientes a las Iglesias católicas orientales
que, teniendo en cuenta los derechos y deberes de la diócesis de llegada, desean y
tienen derecho a mantener sus vínculos con la Iglesia de su rito.
Que constantemente
se desarrollen estrategias a largo plazo, que vayan más allá de las respuestas inmediatas
de acogida y solidaridad, a fin de inserir el valioso potencial de la catolicidad
en modelos concretos.
Que se creen las Comisiones Episcopales nacionales para
la pastoral de migrantes y refugiados o, al menos, se designe un Obispo Promotor.
B. En relación con los jóvenes migrantes
Que la Iglesia abra
sus brazos a todos los migrantes, cualquiera que sea su edad, credo o convicción.
Convirtiendo la Iglesia en un punto de encuentro, especialmente para los jóvenes inmigrantes,
se puede contrarrestar el efecto negativo de la secularización, contribuyendo así
a transformar la migración en una oportunidad para la evangelización, en el pleno
respeto de las opciones personales. Esto exige una visión clara, directrices pastorales
específicas, dedicación y amor fraternal para llegar a los jóvenes migrantes.
Que
la Iglesia cree nuevas estructuras que respondan a las necesidades específicas y tomen
en consideración los intereses de los jóvenes migrantes y refugiados, y en particular
de los menores no acompañados, quienes merecen una atención especial. Esto se puede
hacer, por ejemplo, promoviendo y desarrollando movimientos sociales de inspiración
cristiana dedicados a la integración de jóvenes migrantes y favoreciendo acciones
pastorales y sociales que incluyan iniciativas educativas.
Se anima a las Iglesias
particulares a incorporar en sus programas pastorales la fe y la formación en valores
de los niños que tienen al menos uno de sus progenitores extranjero, mientras que
se anima a las Iglesias de origen a elaborar programas que respondan a las necesidades
de las familias de los migrantes o a los niños que han permanecido en su patria.
C.
En relación con la vida comunitaria y con las diversas formas de colaboración
Que
las diócesis traten de emprender acciones concretas para reducir la creciente desconfianza
mutua entre los migrantes y los refugiados y las comunidades de acogida. De hecho,
la Iglesia puede alentar a todos a vivir juntos en paz y desarrollar en el mundo una
cultura de la reciprocidad. En este contexto, las asociaciones católicas de migrantes
y refugiados no deben centrarse únicamente en lo referente a su identidad y a sus
niveles de protección, sino que además deben ser promotoras de la participación activa
de los migrantes y refugiados en la vida de la sociedad, junto con los miembros de
las comunidades locales.
Que las Iglesias locales promuevan la colaboración
entre asociaciones católicas de migrantes y refugiados y los diferentes actores de
la sociedad local, tanto religiosos como civiles, para facilitar la integración mediante
la creación de espacios de encuentro, campañas de erradicación de la discriminación,
de la xenofobia y del racismo, y servicios concretos de integración sociocultural.
Las congregaciones religiosas, los movimientos eclesiales y las asociaciones y grupos
laicales son excelentes recursos que deben tenerse en cuenta para este propósito.
Se
debe desarrollar la colaboración entre la pastoral específica para los migrantes y
la atención pastoral de quienes, entre ellos, están privados de libertad (en prisión
o en campos de detención). Con este fin no deben descuidarse los contactos, cuando
sea oportuno, con las embajadas de los países de origen de los detenidos. Los capellanes
de prisión y de campos de detención mantendrán contactos con quienes se dedican a
la defensa legal y con los misioneros que han regresado, con el fin de tener una mayor
posibilidad de responder a las necesidades espirituales y jurídicas de los detenidos,
así como a las peticiones de contacto con la familia. Los capellanes podrían también
hacer de puente con las familias que han quedado en su país, a través de los servicios
de la Comisión Episcopal para los Emigrantes y Refugiados del país de origen.
D.
En relación con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales
Los migrantes
católicos y cristianos en general son una fuerza misionera importante para la Iglesia.
Por ello, se les insta a permanecer firmes en su fe y a mantenerse vinculados a la
Iglesia local, donde quiera que estén, para poder desarrollar eficazmente su rol misionero
en los países de acogida. De hecho, la fe cristiana fue "sembrada" en el mundo, y
en todos los tiempos, en gran parte a través de migrantes.
Que se promueva
una red ecuménica en el ámbito de la migración, lo que puede ser una importante contribución
a la paz y a la reconciliación, cuando la diversidad no se considera un motivo de
exclusión, sino una oportunidad para el enriquecimiento y el crecimiento. A largo
plazo, el ecumenismo puede ser un marco adecuado para la cooperación entre católicos
y representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales en los esfuerzos por la
defensa de los derechos, que debe mantenerse y fomentarse en todos los países y comunidades.
E.
En relación con los gobiernos, la sociedad civil y las autoridades locales
Que
la Iglesia desarrolle y aumente su cooperación con los gobiernos, la sociedad civil
y las autoridades locales para satisfacer las necesidades de los migrantes y defender
su dignidad y sus derechos. La Iglesia local debería trabajar más estrechamente con
quienes en los gobiernos locales y nacionales son responsables de las políticas referidas
a los migrantes y refugiados, aun sean de diferentes tradiciones cristianas o de otras
religiones. Sin embargo, la Iglesia necesita mantener su autonomía en su labor pastoral
y ningún acuerdo con las instituciones civiles debe menoscabar las obligaciones que
emergen de su misma naturaleza como Iglesia.
Que, al acompañar a migrantes,
refugiados, migrantes forzados y desplazados internos, la Iglesia asuma un papel de
mediación y de defensa legal entre ellos y las autoridades locales, proporcionándoles
también el acceso a los recursos legales, médicos y otros tipos de apoyo, luchando
contra la trata y la explotación, protegiendo a los más vulnerables, insistiendo en
un enfoque basado en derechos y promoviendo activamente la reunificación familiar.
Los obispos también deberían intensificar su compromiso denunciando las violaciones
de los derechos humanos de los migrantes y abogando por una actitud positiva hacia
los migrantes y refugiados en sus diócesis, así como alentando que edificios en desuso
sean puestos a disposición para satisfacer sus necesidades temporales de alojamiento.
Gracias a su estructura extremadamente capilar, la Iglesia podría establecer redes
de comunicación dirigidas a recopilar información, a encarar el deber de protección
y realizar actividades que pueden ser de gran beneficio para las comunidades local
y migrante.
Que los esfuerzos de la Iglesia también incluyan un diálogo internacional
con el fin de examinar y revisar las políticas de mayor control fronterizo, la detención
arbitraria y la ciudadanía. Además, se deben determinar las estrategias y contribuir
a una reforma internacional y global de la inmigración, que debería ser aplicada equitativamente.
Asimismo debería promover y defender el concepto de un estatus específico del migrante,
que implique derechos y obligaciones, ya sean de carácter temporal o destinados a
una integración a largo plazo. Por ello, debería hacer mejor uso de sus estructuras
internacionales y comisiones que ya interactúan con los órganos intergubernamentales.
Que
dirija su atención a una migración de retorno seguro y voluntario, y a que los repatriados
se reintegren en sus países de origen, prestando atención a sus competencias adquiridas
para que sean reconocidas y no desaprovechadas, para ser fructuosas en los procesos
de desarrollo local.
También se ha recordado que en el año 2010 se celebrará
el 20 aniversario de la Convención de las Naciones Unidas sobre la protección de los
derechos de todos los trabajadores migrantes y de los miembros de sus familias. Podría
ser un buen momento para que las Conferencias Episcopales alienten su ratificación
por parte de los países que aún no lo han hecho. La situación de los solicitantes
de asilo también debe ser una preocupación constante de la Iglesia y de sus organismos.
Que,
a nivel mundial, la Iglesia siga promoviendo el concepto de una "autoridad política
mundial" que se ocupe de las cuestiones de migración y que, por tanto, contribuya
eficazmente a los procesos que en este sentido se están realizando (cf. Caritas in
veritate, 67).
F. Para promover la acción de la Iglesia en el campo de la
migración
Que se incremente la visibilidad de la acción de la Iglesia relacionada
con la migración:
- haciendo un mejor uso de los mass media y de los modernos
medios de comunicación;
- contrarrestando la cobertura mediática negativa a
través de programas educativos destinados a destacar la contribución positiva de los
migrantes a la sociedad, incluyendo la generación de riqueza que producen en cuanto
mano de obra cualificada, tanto en el país de acogida como en el país de origen, a
su regreso;
- promoviendo la Jornada católica Mundial del Emigrante y Refugiado,
como alienta el Santo Padre, haciendo de ella una celebración y un evento global único,
manifestando así la preocupación de la Iglesia en favor de los migrantes, los refugiados
y los desplazados internos;
- aplicando la Instrucción Erga migrantes caritas
Christi a través de:
• la promoción de campañas públicas internacionales para
luchar contra la discriminación, la xenofobia y el racismo,
• la realización
de encuentros y proyectos interculturales que contrarrestan los temores raciales y
culturales, así como las sospechas y las desconfianzas,
• haciendo que los
migrantes sean los defensores de su propia identidad cultural y de sus derechos, así
como que den muestras concretas de respeto a las leyes, la cultura y la tradición
del país de acogida.