2010-01-16 17:40:43

El cardenal Bertone señala prudencia, sabiduría y discernimiento, como virtudes necesarias en el ministerio de representantes del Papa


Sábado, 16 ene(RV).- «También en los contextos políticos nacionales e internacionales, tan a menudo marcados por confusión, desorientación y relativismo, debemos hacer resonar la palabra límpida del Evangelio, que desde Roma, Pedro sigue proclamando, afianzada en la promesa de indefectibilidad en la fe, recibida por el mismo Salvador». Es la exhortación del cardenal Secretario de Estado de Benedicto XVI, que presidió, en la tarde de ayer, en la Pontificia Academia Eclesiástica, las vísperas de la celebración de san Antonio Abad, patrono de esta institución donde se forman los representantes y colaboradores del Santo Padre.



Percibiendo la cercanía en la oración y en la comunión fraterna también de cuantos se encuentran en varias partes del mundo en el desarrollo de su misión en las representaciones pontificias, «en contacto con una notable variedad de situaciones sociales y eclesiales a menudo entusiasmantes, y a veces difíciles y exigentes, con el comprometido menester de acompañar con discreción y con amor el camino de las Iglesias particulares y el de las naciones a las que han sido enviados», el cardenal Tarcisio Bertone dirigió en nombre de todos «un pensamiento lleno de filial gratitud al Santo Padre».



«Las virtudes de la prudencia, de la sabiduría y del discernimiento, tan necesarias en nuestro ministerio de colaboradores del Papa nunca son fruto de improvisación, sino que se derivan de una sintonía cultivada cotidianamente con el modo de pensar y de actuar de Dios, que se ha manifestado en Cristo», señaló el cardenal Bertone, poniendo de relieve luego que «no tenemos ante el mundo otra sabiduría, otro consejo, otra diplomacia, que la voluntad de Dios revelada en su Hijo. Ello es lo que rinde particularmente autorizada la palabra y el ministerio de un representante del Papa y de un colaborador suyo»



Tras hacer hincapié en que «indudablemente, en nuestro trabajo cotidiano necesitamos contar con muchas competencias, debemos servirnos de la ayuda de expertos para profundizar mejor en las dinámicas de este mundo complejo. Sin embargo, la familiaridad con el pensamiento de Cristo permanece el criterio de orientación imprescindible, que hace que nuestra palabra sea autorizada y libre de condicionamientos mundanos».








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