“Abierto a la sorpresa y la trascendencia, el peregrino se deja instruir por la Palabra
de Dios”, el Papa, en un mensaje por la apertura del año Jubilar en Santiago de Compostela
Viernes, 01 ene (RV).- Benedicto XVI -en un mensaje especial por la apertura, el jueves
31 de diciembre, del año Jubilar en Santiago de Compostela, -invitó a los creyentes
a que recapaciten sobre su genuina vocación a la santidad y a los no creyentes o que
han dejado marchitar su fe a que aprovechen este tiempo para dejarse iluminar por
Cristo.
El mensaje del Papa fue leído durante la celebración de la Apertura
de la Puerta Santa de la catedral de Santiago de Compostela, presidida por su arzobispo
Monseñor Julían Barrio Barrio. Un acto solemne, que -como escribe el Papa- abre un
tiempo especial de gracia y de perdón y una oportunidad para que los fieles se impregnen
de la Palabra de Dios, que ilumina e interpela, y reconozcan a Cristo, que sale a
su encuentro, les acompaña en las vicisitudes de su caminar por el mundo y se entrega
a ellos personalmente, sobre todo en la Eucaristía.
Benedicto XVI no deja
de recordar las raíces de la tradición del Camino de Santiago que desde tiempos remotos
ha sido meta eminente de peregrinos, de Europa y del mundo que acuden al sepulcro
del Apóstol para renovar y fortalecer su fe. Un Camino -escribe el Papa- sembrado
de tantas muestras de fervor, penitencia, hospitalidad, arte y cultura, que habla
elocuentemente de las raíces espirituales del Viejo Continente.
El Papa también
alude en su mensaje al tema del nuevo Año Jubilar Compostelano, «Peregrinando hacia
la luz», así como a la carta pastoral para esta ocasión, «Peregrinos de la fe y testigos
de Cristo resucitado» que recuerdan el carácter esencialmente peregrino de la Iglesia
y del ser cristiano en este mundo.
En el Camino -subraya el Papa- se contemplan
nuevos horizontes que hacen recapacitar sobre las angosturas de la propia existencia
y la inmensidad que el ser humano tiene dentro y fuera de sí, preparándole para ir
en busca de lo que realmente su corazón anhela. Abierto a la sorpresa y la trascendencia,
el peregrino se deja instruir por la Palabra de Dios, y de este modo va decantando
su fe de adherencias y miedos infundados.
El Santo Padre en su mensaje pide
al Señor que acompañe a los peregrinos, que se dé a conocer y entre en sus corazones,
porque ésta es la verdadera meta, la gracia, que el mero recorrido material del Camino
no puede alcanzar por sí solo, y que lleva al peregrino a convertirse en testigo ante
los demás de que Cristo vive y es nuestra esperanza imperecedera de salvación.
Al
recordar que este Año Santo, coincide con el Año Sacerdotal, el Papa invitó a los
presbíteros a cumplir su papel decisivo de un generoso espíritu de acogida y entrega
a los fieles y peregrinos. Pero también el Papa expresa su cercanía a los peregrinos
que llegan y seguirán llegando a Santiago invitándolos a que hagan acopio de las sugestivas
experiencias de fe, caridad y fraternidad que encuentren en el Camino, que lo vivan
sobre todo interiormente, dejándose interpelar por la llamada que el Señor hace a
cada uno de ellos.
A continuación les ofrecemor el mensaje
completo de Benedicto XVI a Mons. Julián Bario Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela
con ocasión de la Apertura del Año Santo Compostelano 2010:
1. Con
ocasión de la apertura de la Puerta Santa, que da comienzo al Jubileo Compostelano
de 2010, hago llegar un cordial saludo a Vuestra Excelencia y a los participantes
en esa significativa ceremonia, así como a los pastores y fieles de esa Iglesia particular,
que por su vinculación inmemorial con el Apóstol Santiago hunde sus raíces en el Evangelio
de Cristo, ofreciendo este tesoro espiritual a sus hijos y a los peregrinos de Galicia,
de otras partes de España, de Europa y de los más lejanos rincones del mundo.
Con
este acto solemne, se abre un tiempo especial de gracia y de perdón, de la «gran perdonanza»,
como dice la tradición. Una oportunidad particular para que los creyentes recapaciten
sobre su genuina vocación a la santidad de vida, se impregnen de la Palabra de Dios,
que ilumina e interpela, y reconozcan a Cristo, que sale a su encuentro, les acompaña
en las vicisitudes de su caminar por el mundo y se entrega a ellos personalmente,
sobre todo en la Eucaristía. Pero también los que no tienen fe, o tal vez la han dejado
marchitar, tendrán una ocasión singular para recibir el don de «Aquel que ilumina
a todos los hombres para que puedan tener finalmente vida» (Lumen gentium,
16).
2. Santiago de Compostela se distingue desde tiempos remotos
por ser meta eminente de peregrinos, cuyos pasos han marcado un Camino que lleva el
nombre del Apóstol, hasta cuyo sepulcro acuden gentes especialmente de las más diversas
regiones de Europa para renovar y fortalecer su fe. Un Camino sembrado de tantas muestras
de fervor, penitencia, hospitalidad, arte y cultura, que nos habla elocuentemente
de las raíces espirituales del Viejo Continente.
El lema de este nuevo Año
Jubilar Compostelano, «Peregrinando hacia la luz», así como la carta pastoral
para esta ocasión, «Peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado», siguen
fielmente esta tradición y la reproponen como una llamada evangelizadora a los hombres
y mujeres de hoy, recordando el carácter esencialmente peregrino de la Iglesia y del
ser cristiano en este mundo (cf. Lumen gentium, 6.48-50). En el Camino se contemplan
nuevos horizontes que hacen recapacitar sobre las angosturas de la propia existencia
y la inmensidad que el ser humano tiene dentro y fuera de sí, preparándole para ir
en busca de lo que realmente su corazón anhela. Abierto a la sorpresa y la trascendencia,
el peregrino se deja instruir por la Palabra de Dios, y de este modo va decantando
su fe de adherencias y miedos infundados. Así hizo el Señor resucitado con los discípulos
que, aturdidos y desalentados, iban de camino hacia Emaús. Cuando a la palabra se
añadió el gesto de partir el pan, a los discípulos «se les abrieron los ojos» (cf.
Lc 24,31) y reconocieron al que creían sumido en la muerte. Entonces se encuentran
personalmente con Cristo, que vive para siempre y forma parte de sus vidas. En ese
momento, su primer y más ardiente deseo es anunciar y atestiguar lo ocurrido ante
los demás (cf. Lc 24,35).
Pido fervientemente al Señor que acompañe
a los peregrinos, que se dé a conocer y entre en sus corazones, «para que tengan vida
y la tengan en abundancia» (Jn 10,10). Ésta es la verdadera meta, la gracia,
que el mero recorrido material del Camino no puede alcanzar por sí solo, y que lleva
al peregrino a convertirse en testigo ante los demás de que Cristo vive y es nuestra
esperanza imperecedera de salvación. En esa Archidiócesis, junto a otras muchas organizaciones
eclesiales, se han puesto en marcha múltiples iniciativas pastorales para ayudar a
lograr este fin esencial de la peregrinación a Santiago de Compostela, de carácter
espiritual, aunque en ciertos casos se tienda a ignorarlo o desvirtuarlo.
3. En este Año Santo, en sintonía con el Año Sacerdotal, un papel decisivo corresponde
a los presbíteros, cuyo espíritu de acogida y entrega a los fieles y peregrinos ha
de ser particularmente generoso. Peregrinos también ellos, están llamados a servir
a sus hermanos ofreciéndoles la vida de Dios, como hombres de la Palabra divina y
de lo sagrado (cf. Al retiro sacerdotal internacional en Ars, 28 septiembre
2009). Aliento, pues, a los sacerdotes de esa Archidiócesis, así como a los que se
sumen a ellos durante este Jubileo y a los de las diócesis por donde pasa el Camino,
a prodigarse en la administración de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía,
pues lo más buscado, lo más preciado y característico del Año Santo es el Perdón y
el encuentro con Cristo vivo.
4. En esta circunstancia, expreso mi
especial cercanía a los peregrinos que llegan y seguirán llegando a Santiago. Les
invito a que hagan acopio de las sugestivas experiencias de fe, caridad y fraternidad
que encuentren en su andadura, a que vivan el Camino sobre todo interiormente, dejándose
interpelar por la llamada que el Señor hace a cada uno de ellos. Así podrán decir
con gozo y firmeza en el Pórtico de la Gloria: «Creo». Les ruego también que en su
oración cadenciosa no olviden a los que no pudieron acompañarles, a sus familias y
amigos, a los enfermos y necesitados, a los emigrantes, a los frágiles en la fe y
al Pueblo de Dios con sus Pastores.
5. Agradezco cordialmente a la
Archidiócesis de Santiago, así como a las Autoridades y otros colaboradores, sus esfuerzos
en la preparación de este Jubileo Compostelano, como también a los voluntarios y a
cuantos están dispuestos a contribuir a su buen desarrollo. Confío los frutos espirituales
y pastorales de este Año Santo a nuestra Madre del cielo, la Virgen Peregrina, y al
Apóstol Santiago, el «amigo del Señor», a la vez que imparto a todos con afecto la
Bendición Apostólica.