2010-01-01 16:06:21

"El icono de la ‘Madre de Dios de la ternura’ encuentra su trágico contrario en las imágenes de tantos niños y de sus madres víctimas de violencias", el Papa en la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y Jornada Mundial de la Paz


Viernes, 01 ene (RV).- En la mañana, de este 1° de enero de 2010, primer día del año y Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, Benedicto XVI, introduciendo la celebración de la Santa Misa, que ha presidido en la Basílica de San Pedro, ha recordado que «a la luz de la Navidad de Cristo, se celebra también la Jornada Mundial de la Paz»:

RealAudioMP3 «Invoquemos del Señor los dones insustituibles de la paz y de la reconciliación para un mundo herido por conflictos y egoísmos. La paz comienza en nuestro corazón y se puede brindar al prójimo sólo cuando nos reconciliamos con Dios y con los hermanos».  
«¡Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz!». En esta antigua bendición, Benedicto XVI ha centrado su homilía, haciendo hincapié en que en ambas celebraciones: la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz, «¡celebramos a Cristo, Hijo de Dios, nacido de María Virgen y nuestra verdadera paz!»:

RealAudioMP3 «A todos los aquí reunidos: representantes de los pueblos del mundo de la Iglesia romana y universal, sacerdotes y fieles y a cuantos están en conexión mediante la radio y la televisión, repito las palabras de la antigua bendición: «¡Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz!» (cfr Nm 6, 26).

A la luz de la Palabra, el Santo Padre ha reflexionado sobre el Rostro de Dios y el rostro de los hombres, poniendo de relieve, precisamente que es un tema que nos ofrece también una clave de lectura del problema de la paz en el mundo. «Toda la narración bíblica se puede leer como progresivo descubrimiento del rostro de Dios, hasta llegar a su plena manifestación en Jesucristo».

Destacando la divina, intensa y única relación del Hijo con la ‘Madre de Dios’, el Santo Padre ha enfatizado que «el primer rostro que el niño ve es el de la madre, y esta mirada es decisiva para su relación con la vida, consigo mismo, con los otros, con Dios; es decisiva también para que él pueda convertirse en un “hijo de la paz” (Lc 10,6). Entre las numerosas tipologías de iconos de la Virgen María en la tradición bizantina, está la “de la ternura”, que representa al Niño Jesús con la cara apoyada – mejilla con mejilla – a la de la Madre. El Niño mira a la Madre, y Ella nos mira a nosotros, como reflejando a quien observa y reza, la ternura de Dios, que ha bajado en Ella del Cielo y se ha encarnado en Aquel Hijo del hombre que lleva en sus brazos.

En este icono mariano podemos contemplar algo de Dios mismo: una señal de amor inefable que lo ha llevado a “dar a su hijo unigénito” (Jn 3,16). Pero este mismo icono nos enseña también, en María, el rostro de la Iglesia, que refleja sobre nosotros y sobre el mundo entero la luz de Cristo, la Iglesia mediante la cual llega a cada hombre la buena noticia: “Ya no eres más esclavo, sino hijo” (Gal 4,7) -como se lee en san Pablo.

«¡Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, Señores Embajadores, queridos amigos! - ha exclamado el Papa - «meditar sobre el misterio del rostro de Dios y del hombre es un camino privilegiado que conduce a la paz. Ésta, en efecto, comienza con una mirada respetuosa, que reconoce en el rostro del otro a una persona, cualquiera que sea el color de su piel, nacionalidad, lengua, religión».

Tras alentar a todos a dejar que el Espíritu de Dios habite en nuestro corazón, Benedicto XVI ha puesto de relieve la importancia de educar a los pequeños al respeto de la diversidad de los demás. Con profunda ternura, el Papa se ha referido al rostro de los niños, recordando que, en la actualidad, es cada vez más común la experiencia de clases escolares con chicos y chicas de distintas nacionalidades. Pero que incluso cuando ello no sucede, sus rostros «son una profecía de la humanidad que estamos llamados a formar: una familia de familias y de pueblos. Cuanto más pequeños son estos niños, más suscitan en nosotros ternura y alegría por una inocencia y una hermandad que nos parecen evidentes: lejos de sus diferencias, lloran y ríen del mismo modo, tienen las mismas necesidades, comunican espontáneamente, juegan juntos»:

RealAudioMP3 «Los rostros de los niños son como un reflejo de la visión de Dios sobre el mundo. ¿Por qué, entonces, apagar sus sonrisas? ¿Por qué envenenar sus corazones? Lamentablemente, el icono de la ‘Madre de Dios de la ternura’ encuentra su trágico contrario en las dolorosas imágenes de tantos niños y de sus madres víctimas de guerras y violencias: prófugos, refugiados, migrantes forzados. Rostros excavados por el hambre y las enfermedades, rostros desfigurados por el dolor y la desesperación. Los rostros de los pequeños inocentes son un llamamiento silencioso a nuestra responsabilidad: ante su condición inerme, se derrumban todas las falsas justificaciones de la guerra y de la violencia. Debemos simplemente convertirnos a proyectos de paz, deponer las armas de todo tipo y comprometernos todos juntos en la construcción de un mundo más digno del hombre». 
Refiriéndose a su Mensaje para esta Jornada Mundial de la Paz, «Si quieres cultivar la paz, custodia la creación», Benedicto XVI ha reiterado que se coloca en la perspectiva del rostro de Dios y de los rostros humanos. «Podemos afirmar que el hombre es capaz de respetar a las criaturas en la medida en que lleva en su espíritu un sentido pleno de la vida, de lo contrario será llevado a despreciarse a sí mismo y a todo lo que lo rodea, a no respetar el ambiente en que vive, la creación». En particular, el Santo Padre ha recordado la importancia de la ‘ecología humana’, poniendo en guardia contra el nihilismo de cierta cultura, pues «cuando se respeta la ‘ecología humana’ en la sociedad, se beneficia también la ecología ambiental»:

RealAudioMP3 «Renuevo, por lo tanto, mi llamamiento a invertir en la educación, proponiéndose como objetivo, además de la necesaria transmisión de nociones técnicas y científicas, una mayor y más profunda ‘responsabilidad ecológica’, basada en el respeto del hombre y de sus derechos y deberes fundamentales. Sólo así el compromiso en favor del ambiente puede llegar a ser verdaderamente educación a la paz y construcción de la paz». 







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