Cardenal Rouco Varela: “amor conyugal y transmisión de la vida"
Lunes, 28 dic (RV).- Celebrando el Día de la Sagrada Familia, Madrid se convirtió
ayer, por unas horas, en la capital europea de la familia. Más de un millón de personas,
según los organizadores, escucharon con profunda emoción las palabras que les dirigió
Benedicto XVI, en directo desde Roma.
El Cardenal Arzobispo de Madrid y presidente
de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, presidió la celebración
de la Misa multitudinaria, poniendo de relieve y agradeciendo el luminoso y siempre
certero mensaje del Papa Benedicto XVI, que, también en esta ocasión, hizo llegar
a las familias cristianas de España, acompañadas este año por las familias europeas,
como subrayó el Card. Rouco Varela en su homilía, que fue interrumpida numerosas veces
por grandes aplausos:
Mis queridos
hermanos y hermanas en el Señor: Una vez más, una Plaza madrileña, la Plaza de
Lima, nos ofrece un bello marco para celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia públicamente
ante la sociedad y ante el mundo como “una Misa de las Familias”: de las familias
de Madrid y de toda España. Así sucedió el pasado año. Hoy, además, como una Eucaristía
de las familias de toda Europa. Me es muy grato, por ello, saludar con afecto fraterno
en el Señor a los Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos de las Diócesis de España,
pero, especialmente, a los hermanos venidos de Roma y de diversos países europeos.
En un lugar destacado quisiera hacerlo con el Sr. Cardenal Prefecto del Pontificio
Consejo para las Familias, que subraya con su presencia el valor pastoral que le merecen
al Santo Padre y a sus colaboradores más próximos nuestra iniciativa a favor de la
familia. En la misma Plaza de Lima, de la capital española, el
Card. Rouco Varela evocó el día 2 de noviembre de 1982, en que «el inolvidable Juan
Pablo II, declarado Venerable el pasado día 19 de diciembre por nuestro Santo Padre
Benedicto XVI, celebraba una Eucaristía memorable, convocada como “la Misa para las
familias”, en el tercer día de su largo primer viaje por toda la geografía de las
Diócesis de España.
¡Viaje Apostólico inolvidable!, enfatizó ayer el Arzobispo
de Madrid, recordando un pasaje de la vibrante homilía que pronunció Juan Pablo II,
cuya vigorosa fuerza profética no ha perdido ni un ápice de actualidad», pues «nunca
se puede legitimar la muerte de un inocente:
“Además , –afirmaba
el Papa–, según el plan de Dios el matrimonio es una comunidad de amor indisoluble
ordenado a la vida como continuación y complemento de los mismos cónyuges. Existe
una relación inquebrantable entre el amor conyugal y la transmisión de la vida, en
virtud de la cual, como enseñó Pablo VI, “todo acto conyugal debe permanecer abierto
a la transmisión de vida”. Por el contrario, –como escribí en la Exhortación Apostólica
“Familiaris Consortio”–“al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total
de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio,
es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo
de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del
amor conyugal. Pero hay otro aspecto aún más grave y fundamental, que se refiere al
amor conyugal como fuente de la vida: hablo del respeto absoluto a la vida humana,
que ninguna persona o institución, privada o pública, puede ignorar. Por ello, quien
negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya
concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral.
Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento
de la sociedad”. Luego, el Cardenal Rouco Varela, haciendo hincapié
en la continuidad del magisterio pontificio, recordó las exhortaciones de Benedicto
XVI en favor de la familia:
Benedicto
XVI nos enseña hoy, en medio de una crisis socio-económica generalizada, un cuarto
de silgo después de la homilía de la Plaza de Lima, en su Encíclica “Cáritas
in Veritate”: “La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social
y económica… Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir
proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio,
su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona.
En esta perspectiva, los estados están llamados a establecer políticas que promuevan
la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre
y una mujer, célula primordial y vital de la sociedad”.