En la Fiesta de la Sagrada Familia, el Papa almuerza junto a los más necesitados asistidos
por la Comunidad de San Egidio: “Hay más alegría en dar que en recibir”
Domingo, 27 dic (RV).- Benedicto XVI compartió la Fiesta de la Sagrada Familia de
Nazaret en un almuerzo junto a los más necesitados que son asistidos por la Comunidad
de San Egidio. Un encuentro en el que recordó que hay más alegría en el compartir,
que en el ingenuo egoísmo de creer poder ser felices solos.
He venido
a estar entre ustedes precisamente en la Fiesta de la Santa Familia, porque en un
cierto sentido, ella se les asemeja. De hecho, también la Familia de Jesús, desde
sus primeros pasos, encontró dificultades: vivió la preocupación de no encontrar hospitalidad,
fue obligada a emigrar a Egipto por la violencia del Rey Herodes. Ustedes saben bien
que significa dificultad, pero tienen a alguien que les quiere y les ayuda, es más,
alguien que ha encontrado a su familia gracias al servicio diligente de la Comunidad
de San Egidio, que ofrece un signo del amor de Dios por los pobres
El
Papa fue recibido en la sede de la Comunidad San Egidio, por el fundador, Andrea Riccardi,
el Arzobispo Luigi Moretti, Vicegerente de Roma, en representación del cardenal vicario
y por monseñor Vincenzo Paglia, Obispo de Terni- Narini-Amelia, Asistente Eclesiástico
general de dicha comunidad, junto a dos huéspedes de la comunidad, una gitana Yelena
Hailovic y un senegalés, Laye Sissoko.
Unas 200 personas acogieron al Santo
Padre en el gran comedor dividido en dos salas y tras rezar la oración de la bendición
y compartir el almuerzo, el Papa dirigió unas palabras de agradecimiento a los organizadores
del evento, pero sobre todo a los invitados.
Durante el almuerzo, he podido
escuchar las historias dolorosas y cargadas de humanidad de algunos de ustedes: historias
de ancianos, emigrantes, gente sin hogar, gitanos, minusválidos, personas con problemas
económicos y otras dificultades, todos, de un modo u otro, golpeados por la vida.
Estoy aquí entre ustedes para decir que estoy cerca de ustedes y que los quiero, y
que sus vicisitudes no están lejos del pensamiento del Papa, sino en el centro y en
el corazón de la Comunidad de los creyentes
El
Papa en sus breves palabras, recordó que como en casa, quien sirve y ayuda se confunde
con quien es ayudado y servido, y en primer lugar se encuentra quien necesita más.
Y es ésta, según el Pontífice, la labor que lleva adelante la Comunidad de San Egidio,
en su compromiso de hacer sentir en familia, a quien está sólo y en la necesidad,
por lo que los animó a continuar a perseverar en este camino de fe.
Amar,
servir dona la alegría del Señor que dice: “Hay más alegría en el dar que en el recibir”.
En este tiempo de particulares dificultades económicas cada quien debe ser signo de
esperanza y testigo de un mundo nuevo para quien, encerrado en el propio egoísmo e
iluso de poder ser feliz sólo, vive en la tristeza o en una alegría efímera que deja
el corazón vacío.
Y
recordando la Santa Navidad apenas pasada, el Papa les deseó nuevamente felices fiestas
y que experimenten siempre la alegría del amor de Dios.
En este especial encuentro,
el Papa se sentó en la mesa junto a doce comensales, entre los cuales una familia
gitana de cuatro personas; un refugiado político afgano chiíta de 34 años; un anciano
italiano, ex barbero, viudo de 90 años; una italiana de 82 años con una vida transcurrida
desde los 10 años en medio de las dificultades; un joven de 25 años, en silla de ruedas
desde su nacimiento, quien fue abandonado por su familia.
Pero también, una
señora musulmana de Somalia, de 63 años, quien llegó a Italia en los años 80 para
que su hijo minusválido pudiera recibir tratamiento médico; un nigeriano católico
de 35 años quien fue obligado incluso a atravesar el desierto de Libia antes de alcanzar
tierra italiana; y dos italianos: un vendedor ambulante de 52 años, sin casa, actualmente
alojado en una casa rodante y el otro un ex trabajador del circo de 66 años, quien
mientras trabajaba con su circo en Teherán, fue sorprendido por la guerra entre Irak
e Irán en 1980, y obligado a regresar a Italia, después de haber perdido su trabajo.
Un
ambiente festivo en el que Santo Padre, ofreció el postre personalmente a los invitados,
mientras un coro formado por niños y jóvenes le cantaban canciones natalicias. También
para los niños, provenientes de África, América Latina y Europa del Este, el Papa
tuvo un gesto paternal, regalando a cada uno un regalo personalizado: desde muñecas,
camiones, aeroplanos, hasta, rompecabezas, libros, colores, para los más grandes,
y sonajeros y peluches para los bebés.
El encuentro concluyó con una oración
y un breve encuentro, en otra sala con unos 30 extranjeros que participan en los cursos
de italiano organizados por la Comunidad de San Egidio. En este contexto, el Papa
nuevamente recordó a las tantas personas que en el mundo sufren necesidades.
Tantas
personas, provenientes de varios países, signadas por la necesidad, se encuentran
aquí para buscar una palabra, una ayuda, una luz para un futuro mejor. Comprométanse
para que nadie este sólo, nadie sea marginado, nadie sea abandonado. Hay un idioma,
que más allá de las distintas lenguas, lo une todo: el del amor.