El destino del hombre como el del árbol de Navidad: “portador de una luz que es testimonio
de la verdadera luz que viene al mundo”
Viernes, 18 dic (RV).- Benedicto XVI este mediodía, ha recibido en audiencia a la
delegación de Valonia, en Bélgica, que ha venido a Roma para ofrecer al Santo Padre
el tradicional árbol de Navidad que cada año viene erigido al lado del pesebre, junto
al obelisco central de la plaza de san Pedro. El Papa en su discurso ha agradecido
este don navideño a todas las autoridades políticas locales que han viajado a Roma.
“En el bosque, los árboles crecen próximos unos a otros y cada uno de ellos
-ha explicado el Papa- contribuye a hacer del bosque un lugar umbroso, a veces incluso
oscuro. Y he aquí que, elegido entre una multitud, el abeto majestuoso que hoy me
ofrecéis está iluminado y cubierto de decoraciones brillantes que son como frutos
maravillosos”. Porque “abandonando su vestido oscuro por un resplandor centelleante,
se ha transfigurado y ahora es portador de una luz que no es la misma, pero que rinde
testimonio de la verdadera Luz que viene a este mundo”.
El destino de este
árbol, ha afirmado el Papa, es comparable al de los pastores que fueron iluminados
por el mensaje de los ángeles: “La suerte de este abeto es parecida a la nuestra,
nosotros aquí estamos llamados a llevar buenos frutos para manifestar que el mundo
ha sido verdaderamente visitado y redimido por el Señor. Aderezado al lado del nacimiento,
este abeto representa, a su manera, la presencia del gran misterio presente en el
lugar simple y pobre de Belén”.
“Este abeto -ha dicho el Santo Padre-, proclama
la llegada del Hijo de Dios no sólo a los habitantes de Roma, y a los peregrinos,
sino a todos los que de alguna manera llegarán a la plaza de San Pedro a través de
las pantallas de televisión desde todo el mundo”.
A través de él, “el suelo
de vuestra tierra y la fe de las comunidades cristianas de vuestra Región de Valonia
saludan al Niño Dios”, Aquél que ha venido a traer la Buena Nueva y a llamar a todas
las criaturas, desde las más humildes a las más elevadas para entrar en el misterio
de la Redención.