Primeras vísperas de Adviento, apertura del nuevo año litúrgico
Lunes, 30 nov (RV).- Benedicto XVI desde el inicio de su pontificado ha querido presidir
las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento. Este pasado sábado, en la homilía
de esta celebración con la que se abrió el Adviento y el nuevo año litúrgico, el Papa
manifestó que en “este Tiempo se nos invita a detenernos en silencio para percibir
la presencia de Dios. Es una invitación para comprender que las vivencias de la jornada
son señales que Él nos envía, signos de la atención que tiene para cada uno de nosotros.
¡Cuán a menudo, Dios nos hace percibir algo de su amor! Tener, por así decir, “un
diario interior” de este amor sería una tarea bella y saludable para nuestra vida”.
Estas
primeras vísperas de Adviento se distinguieron de las precedentes por algunos símbolos
que enriquecieron la liturgia del oficio divino. Sobre el nuevo pastoral que utilizó
el Papa, ya conocido como el báculo de Benedicto XVI, el maestro de las celebraciones
litúrgicas pontificias, Mons. Guido Marini explicaba, además de los elementos que
componen este nuevo báculo, la forma de afrontar este tiempo fuerte de la Iglesia
según un artículo publicado en L’Osservatore Romano.
“La tradición - que
comenzó con Benedicto XVI - de celebrar las Primeras Vísperas el Primer Domingo de
Adviento en la Basílica de San Pedro, se propone subrayar el comienzo de un nuevo
Año Litúrgico para la vida de la Iglesia. Con el tiempo de Adviento, en efecto, comienza
un nuevo ciclo anual, en el cual la Iglesia celebra todo el misterio de Cristo, desde
la Encarnación a Pentecostés y a la espera de la venida definitiva del Señor. El
arreglo floral, aun presente, se caracteriza por su sobriedad, de forma que se perciba
la especificidad litúrgica y espiritual del Adviento, como tiempo de espera del Señor
que viene, en el signo de la alegría pero también de la penitencia y de la vigilancia.
Éste es el sentido del estribillo que se canta en las intercesiones: ‘Veni, Domine,et
noli tardare’ ‘Ven, Señor, date prisa’. El cumplimiento de la espera y la plenitud
del gozo se manifestarán en la Noche Santa de la Navidad, en el canto del ‘Gloria’.
También en este sentido se debe comprender el color morado de los ornamentos litúrgicos,
que acompañará todo el tiempo de Adviento, precisamente empezando por esta celebración
vespertina. Antes del comienzo de las Vísperas, así como antes
de cada Celebración Litúrgica, se prevé un tiempo de preparación, de modo que la asamblea
se disponga a la oración, dejando atrás los numerosos ruidos y distracciones que caracterizan
la vida de cada día. Con la Liturgia se entra en otro espacio, que es espacio de cielo
aquí en la tierra. Este espacio no distrae de las vivencias del tiempo presente, sino
que nos ayuda a vivirlas con corazón renovado y, por lo tanto, también con una nueva
capacidad de renovación. La preparación comprende la ejecución de algunas piezas musicales
y la lectura de algunos textos, que este año han sido tomados de la homilía de Benedicto
XVI en las Primeras Vísperas de Adviento de 2008. Las breves
pausas de silencio- al final de los salmos y de la lectura breve - se proponen ayudar
a la oración personal y al clima de recogimiento que siempre debe caracterizar el
acto litúrgico y que hace que el corazón sea capaz de abrirse a la escucha más atenta
de la Palabra de Dios y a la mejor comprensión de los misterios del Señor. La
Lectura breve está tomada, como de costumbre, de la Primera Carta de San Pablo a los
Tesalonicenses. Recordamos la próxima Visita Apostólica del Santo Padre Benedicto
XVI a Malta, con motivo del 1950 aniversario del naufragio del Apóstol. Asimismo,
el tiempo de Adviento es un tiempo mariano: la espera del Señor que viene está acompañada
de María, cuya espera del Señor es ejemplar para todos. También por ello en el Altar
de la Confesión se coloca la imagen de la Virgen y la celebración de las Vísperas
concluye con el canto de una antífona mariana. Este año, en
ocasión de la celebración de las Primeras Vísperas de Adviento y al comienzo de un
nuevo año litúrgico, el Santo Padre llevaba el nuevo pastoral, donado al Papa por
el Círculo de San Pedro. Semejante en su estilo al báculo llevado hasta ahora, del
beato Pío IX – beatificado recordamos, junto con el Papa Juan XXIII, por el Siervo
de Dios Juan Pablo II, el 3 de septiembre de 2000, Año del Gran Jubileo. El actual
báculo se puede considerar de Benedicto XVI”.