El Papa solicita respeto por las personas sordas, y recuerda que hay una sordera espiritual
que no permite escuchar a los que sufren
Viernes, 20 nov (RV).- Benedicto XVI ha dirigido un apremiante llamamiento para que
se respete la dignidad y los derechos de las personas sordas, con especial atención
a las que viven en los países pobres. Acogiendo cordialmente, en el Aula Pablo VI,
a los participantes en la Conferencia Internacional dedicada al tema «¡Effatá! La
persona sorda en la vida de la Iglesia», el Santo Padre ha recordado que Jesús a través
del amor, no sólo sana la sordera física, sino también la espiritual.
“Con su
modo de actuar, que revela el amor de Dios Padre, Jesús no sana sólo la sordera física,
sino que indica que existe otra forma de sordera de la que la humanidad se debe sanar,
más aún, de la que debe ser salvada: es la sordera del espíritu, que levanta barreras
cada vez más altas entre la voz de Dios y del prójimo, especialmente al grito de socorro
de los últimos y de los que sufren, y encierra al hombre en un profundo y ruinoso
egoísmo”.
Destacando la importancia de esta XXIV Conferencia internacional
organizada por el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, que se está celebrando
en el Vaticano, el Papa se ha referido a las numerosas y delicadas problemáticas que
conciernen a las personas sordas. “Se trata de una realidad articulada que abarca
el horizonte sociológico y el pedagógico, así como el médico y el psicológico, sin
olvidar el ético-espiritual y el pastoral”.
“Las relaciones
de los especialistas, el intercambio de experiencias entre quienes trabajan en este
sector, los testimonios mismos de personas sordas, han ofrecido la posibilidad de
un análisis profundizado de la situación y de formular propuestas e indicaciones para
una atención cada vez más adecuada a estos nuestros hermanos y hermanas”.
La
palabra “Efatá” -que significa: ábrete– que encabeza el tema de esta Conferencia,
evoca el conocido episodio del Evangelio de Marcos, que constituye un paradigma de
cómo el Señor obra hacia las personas sordas, ha enfatizado Benedicto XVI recordando
“la atención amorosa de Jesús”, en este caso para con un sordomudo.
Una vez
más, Benedicto XVI ha puesto de relieve “el anhelo de Jesús de vencer en el hombre
la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, a fin de dar rostro a una
‘nueva humanidad’, la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la
comunicación, de la comunión con Dios. Una humanidad ‘buena’, como es buena toda la
creación de Dios; una humanidad sin discriminaciones, sin exclusiones, de forma que
el mundo sea realmente y para todos ‘espacio de verdadera fraternidad’”.
Lamentando
que no siempre se cumplen los debidos gestos de acogida, solidaridad firme y calurosa
comunión hacia las personas sordas, como muestran la experiencia y las numerosas asociaciones
nacidas para tutelar y promover sus derechos –que ponen de relieve también una cultura
‘nunca apagada’ marcada por prejuicios y discriminaciones-, el Santo Padre ha deplorado
con firmeza estas acciones injustificables, contrarias a la dignidad de la persona
sorda y a su plena integración social.
Luego, reconociendo con satisfacción
que “son muchas más las iniciativas de instituciones y asociaciones, tanto en campo
eclesial como civil, inspiradas en una auténtica y generosa solidaridad, que han apostado
una mejoría en las condiciones de vida numerosas personas sordas” el Papa ha recordado
que las primeras escuelas para la instrucción y la formación religiosa de estos hermanos
y hermanas, nacieron en Europa, en el siglo XVIII”.
“Desde entonces se
han ido multiplicando en la Iglesia, obras caritativas, con el impulso de sacerdotes,
religiosos, religiosas y laicos, con el objetivo de ofrecer a las personas sordas
no sólo una formación, sino también una asistencia integral para la plena realización
de sí mismas. Pero no es posible olvidar la grave situación en que viven aún hoy en
los países en vías de desarrollo, tanto por la falta de apropiadas políticas y legislaciones,
como por la dificultad de tener acceso a los cuidados sanitarios primarios. La sordera,
en efecto, es consecuencia a menudo de enfermedades fácilmente curables”.
En
este contexto, Benedicto XVI ha pronunciado su firme llamamiento: “Dirijo mi llamamiento,
por lo tanto, a las autoridades políticas y civiles, así como a los organismos internacionales,
para que brinden el necesario apoyo a la promoción, también en esos países, del debido
respeto de la dignidad y de los derechos de las personas sordas, favoreciendo ayudas
adecuadas, y su plena integración social. La Iglesia, siguiendo la enseñanza y ejemplo
de su divino Fundador, sigue acompañando las diversas iniciativas pastorales y sociales
en beneficio de estos hermanos con amor y solidaridad, reservando especial atención
a los que sufren. Con la conciencia de que precisamente en el sufrimiento se esconde
una fuerza particular que acerca interiormente el hombre a Cristo. Una gracia particular”.
Dirigiéndose
a los queridos hermanos y hermanas sordos, el Santo Padre los ha animado a anunciar
y testimoniar a Cristo y su evangelio, invitándolos a rezar en especial por las vocaciones
en este Año Sacerdotal. Benedicto XVI ha terminado sus palabras renovando su agradecimiento
por este encuentro y ha encomendado a todos a “la maternal protección de María Madre
del Amor, Estrella de la esperanza y Virgen del Silencio”.