Ángelus: recuerdo especial del Papa en Brescia, de Pablo VI y su amplia y orgánica
visión de la relación entre la Virgen y el misterio de la Iglesia
Domingo, 8 nov (RV).- Oh Virgen María, Madre de la Iglesia, a Ti encomendamos a esta
Iglesia de Brescia y a la entera población de esta región. Recuerda a todos tus hijos;
lleva a Dios sus oraciones; conserva firme su fe; fortalece su esperanza; aumenta
su caridad. Oh clemente, oh piadosa, oh Dulce Virgen María (cfr ibid., nn. 317.320.325).
Con
estas palabras el Santo Padre ha concluido su breve alocución previa al rezo del Ángelus
tras haber subrayado la profunda devoción que el Siervo de Dios Juan Bautista Montini
tenía por la Virgen María. “Él celebró su primera Misa en el Santuario de Santa María
de las Gracias, corazón mariano de la ciudad, no muy lejano de esta plaza, ha recordado
Benedicto XVI. De ese modo, puso su sacerdocio bajo la materna protección de la Madre
de Jesús, y este lazo lo acompañó toda la vida”.
Es memorable el discurso de
cierre del tercer período del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En
aquella sesión fue promulgada la Constitución sobre la Iglesia Lumen gentium, que
– en palabras de Pablo VI – “tiene como vértice y corona un entero capítulo dedicado
a la Virgen”. El Papa hizo notar que se trataba de la más amplia síntesis de doctrina
mariana, nunca antes elaborada por algún Concilio Ecuménico, con el fin de “manifestar
el rostro de la santa Iglesia, a la que María está íntimamente unida” (Enchiridion
Vaticanum, Bolonia 1979, p. [185], nn. 300-302).
En aquel contexto, ha subrayado
el Benedicto XVI, el Papa Montini proclamó a María Santísima “Madre de la Iglesia”
(cfr ibid., n. 306), subrayando, con viva sensibilidad ecuménica, que “la devoción
a María… es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas
al Padre en el amor del Espíritu Santo” (ibid., n. 315), subrayando, con viva sensibilidad
ecuménica, que “la devoción a María… es un medio esencialmente ordenado a orientar
las almas a Cristo y así unirlas al Padre en el amor del Espíritu Santo” (ibid., n.
315).
Benedicto XVI ha dado las gracias a todos los fieles que han participado
en la celebración eucarística así como a todas las personas que han preparado la visita
pastoral y ha saludado a los que han seguido el Ángelus desde la Plaza de san Pedro,
de manera especial a los numerosos voluntarios de la Unión Nacional Pro Loco de Italia.
ÁNGELUS - TEXTO COMPLETO
Al finalizar esta solemne
celebración, agradezco cordialmente a quienes han realizado la animación litúrgica
y a quienes de diversos modos han colaborado en la preparación y realización de mi
visita pastoral aquí en Brescia. ¡Gracias a todos! Saludo también a quienes nos siguen
mediante la radio y la televisión, así como a quienes están en la Plaza de San Pedro,
de manera especial a los numerosos voluntarios de la Unión Nacional Pro Loco de Italia.
En esta hora del Ángelus deseo recordar la profunda devoción que el Siervo de Dios
Juan Bautista Montini tenía por la Virgen María. Él celebró su primera Misa en el
Santuario de Santa María de las Gracias, corazón mariano de la ciudad, no muy lejano
de esta Plaza. De ese modo, puso su sacerdocio bajo la materna protección de la Madre
de Jesús, y este lazo lo acompañó toda la vida. A medida que
sus responsabilidades eclesiales aumentaban, él iba madurando una visión siempre más
amplia y orgánica de la relación entre la Bienaventurada Virgen María y el Misterio
de la Iglesia. En tal perspectiva, es memorable el Discurso de cierre del 3er Período
del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En aquella sesión fue promulgada
la Constitución sobre la Iglesia Lumen gentium, que – son palabras de Pablo VI – “tiene
como vértice y corona un entero capítulo dedicado a la Virgen”. El Papa hizo notar
que se trataba de la más amplia síntesis de doctrina mariana, nunca antes elaborada
por algún Concilio Ecuménico, con el fin de “manifestar el rostro de la santa Iglesia,
a la que María está íntimamente unida” (Enchiridion Vaticanum, Bolonia 1979, p. [185],
nn. 300-302). En aquel contexto proclamó a María Santísima “Madre de la Iglesia” (cfr
ibid., n. 306), subrayando, con viva sensibilidad ecuménica, que “la devoción a María…
es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas al
Padre en el amor del Espíritu Santo” (ibid., n. 315). Hagamos
eco de las palabras del Pablo VI, también nosotros oramos hoy: Oh Virgen María, Madre
de la Iglesia, a Ti encomendamos a esta Iglesia bresciana y a la entera población
de esta región. Recuerda a todos tus hijos; lleva a Dios sus oraciones; conserva firme
su fe; fortalece su esperanza; aumenta su caridad. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce
Virgen María (cfr ibid., nn. 317.320.325).