2009-11-08 13:31:37

Ángelus: recuerdo especial del Papa en Brescia, de Pablo VI y su amplia y orgánica visión de la relación entre la Virgen y el misterio de la Iglesia


Domingo, 8 nov (RV).- Oh Virgen María, Madre de la Iglesia, a Ti encomendamos a esta Iglesia de Brescia y a la entera población de esta región. Recuerda a todos tus hijos; lleva a Dios sus oraciones; conserva firme su fe; fortalece su esperanza; aumenta su caridad. Oh clemente, oh piadosa, oh Dulce Virgen María (cfr ibid., nn. 317.320.325).

Con estas palabras el Santo Padre ha concluido su breve alocución previa al rezo del Ángelus tras haber subrayado la profunda devoción que el Siervo de Dios Juan Bautista Montini tenía por la Virgen María. “Él celebró su primera Misa en el Santuario de Santa María de las Gracias, corazón mariano de la ciudad, no muy lejano de esta plaza, ha recordado Benedicto XVI. De ese modo, puso su sacerdocio bajo la materna protección de la Madre de Jesús, y este lazo lo acompañó toda la vida”.

Es memorable el discurso de cierre del tercer período del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En aquella sesión fue promulgada la Constitución sobre la Iglesia Lumen gentium, que – en palabras de Pablo VI – “tiene como vértice y corona un entero capítulo dedicado a la Virgen”. El Papa hizo notar que se trataba de la más amplia síntesis de doctrina mariana, nunca antes elaborada por algún Concilio Ecuménico, con el fin de “manifestar el rostro de la santa Iglesia, a la que María está íntimamente unida” (Enchiridion Vaticanum, Bolonia 1979, p. [185], nn. 300-302).

En aquel contexto, ha subrayado el Benedicto XVI, el Papa Montini proclamó a María Santísima “Madre de la Iglesia” (cfr ibid., n. 306), subrayando, con viva sensibilidad ecuménica, que “la devoción a María… es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas al Padre en el amor del Espíritu Santo” (ibid., n. 315), subrayando, con viva sensibilidad ecuménica, que “la devoción a María… es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas al Padre en el amor del Espíritu Santo” (ibid., n. 315).

Benedicto XVI ha dado las gracias a todos los fieles que han participado en la celebración eucarística así como a todas las personas que han preparado la visita pastoral y ha saludado a los que han seguido el Ángelus desde la Plaza de san Pedro, de manera especial a los numerosos voluntarios de la Unión Nacional Pro Loco de Italia.

ÁNGELUS - TEXTO COMPLETO

Al finalizar esta solemne celebración, agradezco cordialmente a quienes han realizado la animación litúrgica y a quienes de diversos modos han colaborado en la preparación y realización de mi visita pastoral aquí en Brescia. ¡Gracias a todos! Saludo también a quienes nos siguen mediante la radio y la televisión, así como a quienes están en la Plaza de San Pedro, de manera especial a los numerosos voluntarios de la Unión Nacional Pro Loco de Italia. En esta hora del Ángelus deseo recordar la profunda devoción que el Siervo de Dios Juan Bautista Montini tenía por la Virgen María. Él celebró su primera Misa en el Santuario de Santa María de las Gracias, corazón mariano de la ciudad, no muy lejano de esta Plaza. De ese modo, puso su sacerdocio bajo la materna protección de la Madre de Jesús, y este lazo lo acompañó toda la vida.
 
A medida que sus responsabilidades eclesiales aumentaban, él iba madurando una visión siempre más amplia y orgánica de la relación entre la Bienaventurada Virgen María y el Misterio de la Iglesia. En tal perspectiva, es memorable el Discurso de cierre del 3er Período del Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964. En aquella sesión fue promulgada la Constitución sobre la Iglesia Lumen gentium, que – son palabras de Pablo VI – “tiene como vértice y corona un entero capítulo dedicado a la Virgen”. El Papa hizo notar que se trataba de la más amplia síntesis de doctrina mariana, nunca antes elaborada por algún Concilio Ecuménico, con el fin de “manifestar el rostro de la santa Iglesia, a la que María está íntimamente unida” (Enchiridion Vaticanum, Bolonia 1979, p. [185], nn. 300-302). En aquel contexto proclamó a María Santísima “Madre de la Iglesia” (cfr ibid., n. 306), subrayando, con viva sensibilidad ecuménica, que “la devoción a María… es un medio esencialmente ordenado a orientar las almas a Cristo y así unirlas al Padre en el amor del Espíritu Santo” (ibid., n. 315).
 
Hagamos eco de las palabras del Pablo VI, también nosotros oramos hoy: Oh Virgen María, Madre de la Iglesia, a Ti encomendamos a esta Iglesia bresciana y a la entera población de esta región. Recuerda a todos tus hijos; lleva a Dios sus oraciones; conserva firme su fe; fortalece su esperanza; aumenta su caridad. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María (cfr ibid., nn. 317.320.325).







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